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martes, 5 de noviembre de 2013

LO QUE SE SOBRE LA CRISIS...DE MARIO PUZZO A OTR@S LITERATOS




Cuenta la historia que en el Imperio Romano ofrecer y aceptar sobornos, crear una elaborada trama de clientelismo político, someter voluntades y aprovechar la posición que otorgaba el poder político para enriquecerse sin freno ni medida, era algo normal.

Por lo visto estas prácticas desarrolladas totalmente al margen de la ley son tan antiguas como el mundo y negar tal evidencia resulta no solo absurdo sino que constituye un insulto a la mayoría de la población.

El Imperio Romano, La Grecia Clásica, La Edad Media, El Renacimiento…la Edad Contemporánea han mantenido vivos los mecanismos que permiten que quienes alimentan su ambición desmedida a base de negocios turbios, trapicheos, extorsiones, chantajes y demás términos que tan bien conocemos gracias al cine y la televisión, engorden sus cuentas corrientes sin esforzarse, sin que les tiemble el pulso, sin sentir remordimientos.

Cada país, latitud, continente y cultura tiene su cara oscura habitada por los miembros grupos organizados, jerarquizados, que han hecho del crimen su negocio, su forma de vida… Ndrangheta, la Cosa Nostra, la Camorra, la Sacra Corona Unita, la Yakuza, la Triada, la Bratva, el Narco, la Mara...

Puede que como cuentan algunas leyendas los fundadores de estos grupos criminales en sus inicios fueran nobles defensores de los más desfavorecidos enfrentados a los abusos de las clases dominantes.

Pero con el tiempo le pillaron el truco a sus actividades y no solo continuaron enfrentándose a las clases opresoras sino que convirtieron en nuevos opresores.

Dando un nuevo salto en el tiempo llegamos al siglo XIX y vemos como esa práctica tan lucrativa como ilegal encuentra nuevos horizontes, una tierra de promisión en la que todo tiene un precio y hay nuevas reglas, que evidentemente pueden modificarse para satisfacción de estos viejos conocidos que constituyen un grupo socialmente alejado de las convenciones sociales y morales.

El hecho de que nos resulten simpáticos se debe a que en 1969 El escritor italoamericano Mario Puzzo publicó su tercera novela El Padrino y los presentó por primera vez como gente normal, con familia y sentimientos, inquietudes y ambiciones que se ganan la vida de forma un tanto peculiar.
Inesperadamente la obra se convirtió en un éxito de ventas y gracias al cine alcanzó la cima mundial.
Si la novela es de una factura impecable, la producción cinematográfica es una obra maestra interpretativa y técnica.




El secreto de tal éxito no se debe solo a una puesta en escena magnífica, a la ambientación, el vestuario, la banda sonora y la interpretación de nombres consagrados como Marlon Brando, Al Pacino, James Caan, Robert Duvall o Diane Keaton entre otros, sino al trabajo del propio Puzzo como guionista de la película.

A esta producción le sucedieron varias partes más que completaban la historia de los Corleone. La segunda parte protagonizada por Robert de Niro se centraba en los orígenes de la Familia.

Resultaba “reconfortante” ver como un joven Vito Corleone se convertía en referente de la comunidad italoamericana porque las circunstancias le obligaban, porque su hijo tenía fiebre y hambre.

Y así poco a poco Don Vito Corleone, prospera en la vida sin olvidar en ningún momento su origen y a quienes como él buscan el sueño americano.

Cuando su posición es solida y “respetable” Corleone, su esposa y los chicos regresan a Corleone, Italia. Y allí entre recuerdo y recuerdo, elimina a quien mató a sus padres y que no se ha guiado honorablemente.

Respetado por todos tras demostrar de lo que es capaz, Don Vito Corleone regresa a New York y allí aparentemente se dedica a importar y vender aceites y alimentos llegados de Italia. Su empresa es la GenCoOil una pantalla, para proteger negocios más lucrativos como el juego, el blanqueo de dinero, la prostitución y finalmente el tráfico de drogas.

 
La familia Corleone se mantiene firme y sólida, a pesar de las maniobras violentas de otras familias.
Bajo el paraguas de los Corleone se cobijan desde políticos de la administración municipal hasta influyentes personajes situados en el Congreso y el Senado.


 

Tal vez la cara más amarga y menos idealizada de este tipo de sociedades la encontramos en Los Intocables de Elliott Ness. En la década de los 50 y 60 fue una serie de televisión de éxito. En los 90 llegó a la gran pantalla. De Niro de nuevo borda el papel del mítico Alfonso Capone, el dueño y señor de la Ciudad de Chicago, que disfrutó de un éxito económico excepcional gracias a la idea de luchar contra el consumo de alcohol y que dio lugar a la Ley Seca.

En la producción vemos a policías corruptos, jueces y fiscales vendidos, un sistema desbordado y a la mafia llenándose los bolsillos sin encontrar un límite.
Finalmente Capone fue juzgado y encarcelado por algo que no se perdona en la mayoría de países. Fue juzgado por no pagar impuestos. Su bestia Negra fue un tipo real, Elliott Ness agente federal del tesoro de los EEUU, que logró lo que parecía imposible.


La vuelta de tuerca definitiva llegó con Los Soprano una producción televisiva que se ha convertido en serie de culto a pesar de haber finalizado su emisión hace tiempo.
Los Soprano es en realidad una sitcom, con los dramas cotidianos de una familia que se quiere u odia en función del día o del momento, que va a misa, celebra comuniones, se casa, celebra la Navidad, tiene amantes, reproches, éxitos, fracasos cuyo cabeza de familia no vende zapatos, ni vende seguros o tiene un restaurante.

El cabeza de familia Tony Soprano se dedica a matar a quien desafía las normas del clan, extorsiona a quien le pide créditos, controla garitos en los que las mujeres son obligadas a prostituirse…y que además visita la consulta de una terapeuta porque en ocasiones entra en conflicto consigo mismo.

Nuestra realidad cotidiana nos está deparando argumentos suficientes como para escribir 200 películas y una docena de series que tratarían con gran éxito las presuntas andanzas de gente de mal vivir pero buen legislar y que por lo visto son comunes a muchas "familias" no importa cual sea su orientación.

Contabilidades en B, tramas, contra tramas, dimes, diretes, digos y Diegos, si pero no, yo pasaba por allí, no lo recuerdo, yo hacía lo que me mandaban, esa letra no es mía, ¿Qué tiene de malo que te regalen coches de alta gama?, ¿Suiza? Que buen queso hacen y unos relojes tan exactos y el chocolate delicioso, ¿Las Islas Caimán? No que va que miedo, Compra, vende, que parezca que no estabas

Lo malo es que esas presuntas tramas no se han nutrido presuntamente solo con dinero privado, sino que también se han nutrido con dinero público, dinero del pueblo. El dinero que deberíamos emplear en vías públicas, hospitales, escuelas, bibliotecas…ese tipo de cosas que definen la calidad de vida de un país.

Ese dinero público, unido al dinero privado empleado presuntamente para engrasar los mecanismos que mueven el estado, es decir las estructuras que financia el pueblo, acabó desviado en el camino a las arcas públicas instalándose en bolsillos privados.

Pero llegó un momento en el que la fuente de ingresos se secó poco a poco. El motivo se llamaba Crisis Económica Mundial.

Siguieron pillando pero encontraron el fondo de la cesta, la verdad de los hechos vio la luz, el olor nauseabundo de la corrupción pudo seguirse fácilmente…y lo que vimos, vemos y veremos por lo visto nos ha impresionado tanto que no reaccionamos.

No exigimos justicia, no exigimos condenas ejemplares, no exigimos responsabilidades…no exigimos que nos devuelvan el futuro, la dignidad y lo más importante…nuestro dinero.

El desempleo aumenta, la UE y el FMI han confirmado a la baja las previsiones del crecimiento económico del país para el próximo año.

Y mientras nosotros no exigimos que nos devuelvan lo que es nuestro, que la ley caiga sobre quien tenga que caer con la misma contundencia que suele caer sobre quienes no tenemos un nivel social o económico elevado…ellos siguen libres.

Han sobrepasado los límites conocidos de la ley humana y divina, local e internacional. Pero siguen libres mostrando los colmillos y aprovechando cualquier despojo que encuentren a su paso para alimentarse.

Han destruido nuestra forma de vida, el mundo que conocíamos, las reglas de juego que nos habían enseñado.
Y siguen libres.

Los nuevos Mario Puzzo les dedican horas, entrevistas, programas especiales, debate. Muestran pruebas inculpatorias antes incluso de que el juez que instruye un caso las vea. Los fiscales se comportan en ocasiones más como defensores que como acusadores.

Nadie hace nada. La excusa es que la justicia es lenta. Que el castigo ejemplar que el pueblo quiere no es tan ejemplar como el pueblo quiere.

Hace dos semanas que sabemos porque: el código penal necesita reformas drásticas y efectivas, se ha quedado anticuado. Hace dos semanas que los que presuntamente que han jugado sucio y no han respetado las reglas del juego, los que nos dan lecciones y se aferran a la Constitución para no perder sus privilegios, esos mismos sabían que los códigos necesitaban una reforma. Lo sabían y no hicieron nada.

Y como durante años no nos preocupamos por lo que pasaba en casa, por lo que hacían nuestros gestores, ahora que sabemos lo que presuntamente sucedía, ahora nos dedicamos a jalear este nuevo circo mediático.

La responsabilidad si no sacamos conclusiones, sino tomamos las decisiones pertinentes, será nuestra.

Totalmente nuestra. Han abusado de nuestra confianza y seguimos fascinados viendo como un periodista saluda a un presunto participante de este festín que insiste en decir que no era contabilidad B o dinero negro “sino dinero que fue declarado fiscalmente”. Que no niega que pasaran cosas extrañas en su entorno. Y lo dice ante la cámara con serenidad, sin despeinarse, sin recordar a las miles de personas, de vidas que esa mala praxis ha arruinado.
Y el periodista en cuestión, como tantos otros se sienta frente a él y le pregunta y le escucha en nombre de la opinión pública que debe saber.
¿Saber? Ya sabemos suficiente sobre lo que presuntamente o no sucede en este país.

A mí personalmente lo que me gustaría saber es
 
¿hasta cuándo consentiremos este estado de cosas?
¿Hasta cuándo consentiremos que nos quiten el pan y la sal?
¿Hasta cuándo permitiremos que nos digan que somos prescindibles, que no importamos?
¿Acaso la Constitución a la que se aferran no dice que todos somos iguales ante la ley?
¿A qué esperamos?
Que para mañana es tarde.
Y si teneís dudas recordad a Jorge y sus

compañer@s acampados en la Puerta del Sol.
El cambio debe reclamarse de forma pacífica pero contundente.
Eso sí que está en nuestras manos.





 

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