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viernes, 29 de junio de 2012

AMOR,ENAMORARSE,AMAR


Hola de nuevo. Llevo varios días sin contaros nada, sin asomarme a esta ventana que me permite disfrutar de vuestra compañía. Y no es que no tuviese nada que contar. Lo que sucede es que el mundo anda tan convulso, que diría mi amiga Yolanda Gispert, que lo único que me apetecía era guardar un poquito de silencio.

Así que en estos días de ausencia he recordado que le debía a mi amiga Annabel Pintó un tema que me propuso para reflexionar hace varias semanas. El amor.

¿Qué decir sobre el amor que no se haya dicho ya? ¿Qué comentar que no se haya comentado ya?

Es difícil hablar sobre algo que al parecer todos conocemos pero que como si se tratase de la imagen que obtenemos al mirar a través de un caleidoscopio varía a cada segundo que pasa.

Que no existe una definición cierta y universal del amor nos queda claro si observamos la ingente cantidad de ensayos, tratados y textos que hablan de este concepto.

Porque en realidad el amor es un concepto, una idea. No es algo tangible, algo que podamos tocar o cortar o contar o atrapar con las manos.

Pero a pesar de ser un concepto, el amor es el motor del mundo. De eso no me cabe duda alguna.

Por amor ignoramos el peligro, nos ponemos en peligro, cambiamos de lugar de residencia, de profesión, de credo.

Por amor nos convertimos en seres vulnerables y nos exponemos en ocasiones a el dolor forme parte de nuestra vida.

Por amor lo damos todo y lo perdemos todo. Por amor los tímidos se convierten en estrellas refulgentes y los orgullosos en leves rayos de luz.

Por mucho que nos empeñemos no podemos recordar cuando empezó este lío del amor. Ponerle una etiqueta a un concepto como este es harto imposible. Pero lo hacemos.

Tal vez sea porque siempre asociamos el amor a la reproducción y conservación de la especie. Nos consideramos tan evolucionados que algo tan instintivo y primitivo como el sexo nos incomoda y por tanto lo presentamos y legitimamos con un concepto aparentemente evolucionado y sofisticado como es el amor.

Y es cierto, los humanos no estamos programados para aparearnos y reproducirnos en una época determinada del año o de nuestra vida. Podemos hacerlo en cualquier momento del año y de nuestra vida tras alcanzar la madurez sexual.

Desde el principio las cosas estaban claras. Para perpetuar la especie era necesario que dos seres de distinto género se sintiesen mínimamente atraídos, se apareasen y fruto de esta actividad naciese un nuevo ser.

Pero al tiempo que evolucionábamos nuestras necesidades y ambiciones evolucionaban y pronto el sexo se convirtió en algo más.

El sexo pasó a ser garantía de alianzas entre clanes, de aumento de las riquezas y de continuidad de la historia humana a través de las generaciones.

Y cuando ya estaban las cosas medianamente claras nos dedicamos a complicarlas un poco más dando lugar a una serie de protocolos y rituales más o menos elaborados con los que se pretendía legitimar cada unión y los frutos de la misma ante el resto del grupo.

La aparición de personajes como los trovadores y demás seres sensiblemente evolucionados contribuyó a dar una nueva vuelta a la tuerca llamada amor.

Recuerdo en especial un libro medieval llamado El libro del Buen Amor de lectura obligada en el programa de estudios del bachillerato de mi generación. Pero recuerdo con mayor interés y cariño una obra del gran Fernando Fernán Gómez, finalista la edición de 1987 del Premio Planeta. El mal amor.

 La llegada a la corte de un grupo de damas que han conocido el amor cortés trastoca las reglas de comportamiento y las formas de relación entre hombres y mujeres dando lugar a situaciones irónicas, divertidas y jocosas.

Y es que desde la Edad Media las cosas del querer se han complicado o simplificado en función de la época en que nos encontrásemos.

Porque en realidad las cosas del querer se refieren únicamente a la capacidad de relación entre los seres humanos. Y digo seres humanos porque por mucho que los estamentos gobernantes y bienpensantes, empeñados siempre en poner orden en aspectos de la vida cotidiana que no lo necesitan, nos recuerdan de forma reiterada que lo del amor, se refiere a la relación entre hombres y mujeres, y que si hablamos de mujeres enamoradas de mujeres o de hombres enamorados de hombres, entonces estamos a punto de provocar que el cielo caiga sobre nuestras cabezas.

Resulta evidente que este empeño en clarificar las cosas, está más relacionado con el empeño de perpetuar la especie y legitimar los frutos de esta perpetuación ante los ojos del grupo.

El error reside en relacionar amor con reproducción o simplemente con goce físico.

Existen circunstancias a las que una pareja debe enfrentarse a lo largo de su relación en las que el sexo, la atracción física deja de ser protagonista.

Veamos. Un par de seres humanos se conocen un buen día y se sienten poderosa y mutuamente atraídos. Durante un tiempo dicen que “caminan entre las nubes, sienten mariposas en el estomago”, padecen una clara y preocupante tendencia a sufrir accidentes, a cruzar semáforos en rojo, suspiran cada cinco minutos sin venir a cuento y lucen una insultante sonrisa que te hace sospechar que se han tragado una percha.

Descubren los puntos que tienen en común, pasan largas horas de charla para alegría de las compañías telefónicas y provocan el aumento de la glucosa a su alrededor.

Imaginemos que finalmente deciden ir más allá y se conocen físicamente y que ya puestos deciden compartir techo y mantel.

Que la convivencia no es sencilla es de todos sabido. Renunciar a tu espacio vital, a tu privacidad requiere grandes dosis de afecto y locura.

Pero superados los escollos ahí tenemos a nuestra pareja feliz. Ahora imaginemos que se ven envueltos en un episodio de enfermedad o incapacidad temporal o permanente, en el que el sexo no tenga un lugar predominante.

¿Acaso no hablamos de amor cuando uno u otro acompañan a su pareja en el duro proceso de recuperación?

Pues entonces está claro que el amor y el sexo son complementarios pero que están separados. Puede existir sexo sin amor y amor sin sexo.

¿Acaso cuando una pareja debe estar separada durante algún tiempo por no importa que motivos, no hablamos de amor y de paciencia necesarios hasta que el rencuentro sea posible? Está claro que no existirá manifestación sexual debido a la distancia, pero que el amor seguirá existiendo y que desaparecerá o aumentará gracias a las diferentes formas de comunicación que encuentren los amantes para seguir unidos.

Seguro que estaréis diciendo a estas alturas que todo lo que os cuento resulta ñoño o cursi. Es la reacción más normal ante el amor. Nos sentimos tan vulnerables que para protegernos optamos adoptar miles de actitudes que nos hagan parecer más duros e invencibles de lo que somos.

El amor nos produce pánico. Un pánico escénico irracional. Un miedo que paraliza y altera nuestras funciones vitales más básicas.

Respiramos con dificultad, nuestro corazón late desbocadamente, nuestras pupilas se dilatan, somos más torpes, excesivamente locuaces y tremendamente atrevidos.

El problema del amor, reside únicamente en que lo idealizamos y lo convertimos en algo perfecto. Y no es cierto. El amor no es perfecto porque es algo propio de los humanos, seres infinitamente imperfectos.

Y tal vez en ello estriba su encanto. En que no existe una regla fija para hablar del amor, para vivir el amor, para disfrutar del amor.

Cada historia es única e intransferible. Cada historia tiene su duración. Y no por menos breve resulta menos intensa.

Lo que si resultaría de gran ayuda es que aquellos que por convicción se han negado a si mismos el amor no den consejos a los que realmente lo están experimentando.

Nadie puede ni debe legislar sobre el amor porque en realidad no obedece a reglas o normas, lugares, latitudes, edades o clases sociales.

Simplemente encuentras el amor cuando menos te lo esperas o este te encuentra mientras como decía John Lennon tú andabas haciendo planes.

Para lo único que debes estar preparado es para esperar lo inesperado, para dejarte llevar y disfrutar de cada experiencia, no importa si dura un año o medio siglo.

Lo importante es vivir la experiencia. Y en cuanto a las etiquetas, a poner vallas al bosque, a empeñarse en que el amor sea patrimonio de uniones heterosexuales, mejor no hacerlo. Porque una cosa es la perpetuación de la especie y otra construir una historia común entre dos elementos complementarios.

A los que hayáis encontrado el amor, enhorabuena.

A los que lo habéis perdido tranquilos que seguramente lo volveréis a encontrar

A los que no creen en el amor, preparaos porque el golpe puede ser terrible

Y a los que siempre andan enamorados del amor, benditos seáis por no perder la esperanza.

Ah, y por favor…no me habléis de que el amor es una cuestión de hormonas y demás. Y si es así bienvenidas sean las substancias que cambian y mueven el mundo.

Y ahora os dejo que como siempre que hablo de estas cosas, consultaré con una gran experta, Jane Austen que a pesar de la complejidad tecnológica de este mundo sigue vigente en el siglo XXI.

Pero de eso si os parece hablaremos otro día. De Jane Austen una gran observadora de la naturaleza humana y del amor, la pasión y la paciencia.

Pero insisto eso será otro día.

sábado, 23 de junio de 2012

TEATRO,VIDA,PASIÓN (DEDICADO A UNA GRAN MUJER TERESA NETTO,QUE AMA EL TEATRO MÁS QUE LA VIDA)


Me acabo de enterar de que el reloj vital del gran actor Juan Luis Galiardo, se ha parado definitivamente hoy, cuando sus manecillas marcaban 72 años.

Muchos le recordarán por el personaje que interpretó y creó en la serie Turno de Oficio de El Chepa un abogado de oficio maravilloso y de gran fondo pero reconvertido en cínico después de haber visto mucho y que tomaba bajo sus alas poderosas a un joven colega, interpretado por un joven Juan Echanove al que el primer día de guardia le pilla en medio de una borrachera grandiosa que el personaje califica de “pedete lucido”.

Para muchos Juan Luis Galiardo siempre será el galán por excelencia porque desde que debutó en 1961 lo fue en muchas ocasiones.

Pero se alejó de este perfil cruzando el Atlántico y creciendo profesional y personalmente como tantos otros hicieron en Méjico. Luego tras cosechar éxitos, premios, reconocimiento y madurez profesional regresó y diversificó su trabajo, pero a pesar de participar en cintas interesantes y en series de televisión no abandonó el teatro.

El 27 de septiembre de 2000 presentó ante la prensa el tramo final de una gira que le había llevado por toda España con la obra Las últimas Lunas.

La obra es original del dramaturgo italiano Furio Bordon y con ella otro grande Marcelo Mastroianni interpretó el último papel de su vida.

Decía Galiardo en aquella presentación que el texto, adaptado por otro grande Rafael Azcona, llegaba a Barcelona con un aire distinto. El humor bajaba de intensidad y daba paso al patetismo. Por ello prometía que el público barcelonés vería muchos guiños que no se apreciaban en el resto de España.

Galiardo llegaba con un objetivo claro. Venía a por todas. Quería que su futuro como actor fuese refrendado ya que el texto no necesitaba análisis pero él si y pedía que se le diese nota.

El director José Luis García Sánchez por su parte afirmaba que los actores no deben someterse nunca al dictamen del público el texto que se quiere hacer porque corrían el riego de empobrecerlo.

A Galiardo que daba vida a un viejo profesor de literatura antes de que su hijo le dejase en una residencia de ancianos le acompañaban Jordi Soler (el hijo) y María Elías, que interpretaba a la mujer del viejo profesor, ya muerta y con la que este creía mantener conversaciones. Las últimas Lunas nos contaba también la vida del anciano en el centro tras su ingreso.

Una amiga muy querida Marina Sánchez me invitó a asistir a la última representación de aquella obra. Ambas éramos admiradoras confesas de Juan Luis Galiardo, no solo por su físico imponente y su atractivo innegable sino por su talento actoral.

En el transcurso de la representación nuestras expectativas se vieron ampliamente satisfechas. El texto era brillante, la adaptación excelente y el trío interpretativo magnífico.

Pero la sorpresa llegó cuando el telón cayó por última vez. Cuando sonaron los aplausos la sala se vino abajo. Era el homenaje merecido a un gran trabajo. Como es costumbre los actores reaparecieron para saludar y agradecer al público su atención y su afecto.

Y Galiardo nos pidió silencio. Algo inaudito. Y nos habló. Dijo que siempre se había dicho que el público de Barcelona era exigente y que le constaba que tenía buen criterio. Habló de su experiencia en aquel teatro y en nuestra ciudad, de la gira, de toda España. Y nos aplaudió. El actor aplaudió a su publico y nosotros le respondimos más enfervorizados que antes.

No se trataba del pago que todo actor espera del público por mucho que el director de la obra hubiese dicho lo contrario en la rueda de prensa.

No se trataba del gesto mecánico que en ocasiones realizamos nos haya gustado o no la obra y obedece a la intención de no herir los sentimientos de alguien tan vulnerable y maravilloso como es un actor.

Se trataba de una autentica comunión entre el escenario y la platea, una onda expansiva de reconocimiento de talentos y sensibilidades.

No recuerdo algo tan maravilloso desde que en cierta ocasión la obra a la que asistía como parte del público finalizó con una oleada de respeto por el director, el gran Adolfo Marsillach. Carlos Hipólito (le recordaran por ser la voz narrativa de la serie Cuéntame) anunció que aquella era la retirada definitiva de Marsillach del mundo de Talía y pidió al maestro que saliera al escenario.

El público se entregó, se fundió con los actores y el equipo para rendir homenaje al gran Marsillach.

Confieso que desde que Juan Luis Galiardo pasó por Barcelona he vuelto al teatro en contadas ocasiones, especialmente para disfrutar de espectáculos de danza o musicales o comedias.

Se que si asisto a espectáculos de este genero teatral, humor, comedia o danza evito terrenos peligrosos.

No quiero que nadie se ofenda, no quiero que nadie me diga que no se lo que se sufre al montar un espectáculo, al intentar levantar al público de sus asientos, al marcar la diferencia dia tras día. No quiero que nadie me diga lo que significa actuar, el sacrificio personal y económico que representa. No por favor.

Lo que sucede que en mi infinita humildad como espectadora me niego a escuchar voces que no afinan, textos que no resultan naturales. Me niego a contemplar una sucesión de golpes y zapatazos, de cierre y apertura de puertas de decorado. Me niego. Me siento fatal.

Durante años en mi familia existió una tradición sagrada. Asistir al estreno que ofrecía puntualmente un gran actor español, retirado actualmente debido a los problemas de salud que le ha provocado un aparatoso accidente.

Es tan grande su talento, llenaba sin decir nada un escenario. Hasta que en cierto momento se asoció a otro artista, del que mis alumnos conocen sobradamente que si le nombran en clase me produce una crispación infinita.

No diré el nombre. Porque en todo caso se trata de una opinión personal e intransferible. No se trata de convertir estas líneas en un pulpito desde el que arrojar azufre y llamas.

Recapitulando, durante dos obras consecutivas el dúo me pareció aceptable. Especialmente porque el actor veterano seguía en plena forma y el artista en cuestión le asistía en escena de forma decente.

Pero cuando llegó la tercera propuesta teatral, ahí si que no pude resistir el tema. Fui incapaz de aplaudir al acabar la obra, así que no les cuento en los entreactos.

Salí del teatro renegando de forma poco constructiva.

Después Juan Luis Galiardo me reconcilió con el teatro pero por unas horas. Se lo agradezco.

Para mi el teatro es oficio duro y puro. Es pasión, es vísceras  y entrega. El teatro es la vida ni más ni menos. No es un texto que no me cuente nada y que además sea desgranado de forma afectada y poco natural de forma que lo único que quieres es salir corriendo y rematar al personaje para que no sufra más.

Par mi teatro es Vicente Aleixandre, Natalia Dicenta, Lola Herrera, José Bódalo, Alberto Closas padre, María Luisa Ponte, Agustín González, Fernando Fernán Gómez, Jesús Puente, Emilio Gutiérrez Caba, Irene Gutiérrez Caba, José María Rodero, Elvira Quintillá, Fernando Guillen, Gemma Cuervo, Emma Penella, Lola Gaos, Juanjo Menendez, Manolo Gomez Bur, Jaime Blanch, Josep María Flotats, Josep María Pou, Emma Vilarasau, Paco Moran, Pepe Rubianes…tantos nombres excepcionales que se quedan atascados en el teclado y que me traen recuerdos maravillosos de aquellos años en los que asistir a una representación era como asistir a algo sagrado, a una liturgia que no es de este mundo mortal.

Dijo un gran actor de este país que quien no hace teatro alguna vez o de vez en cuando en lo que se refiere a la interpretación camina cojeando.

Y tenía muchísima razón.

Porque la clave está en la interpretación. Nada más y nada menos. El autor o la autora, escriben sobre lo que les preocupa o lo que conmueve. Y los actores y actrices interpretan para el público los signos gráficos, que combinados se convierten en palabras y a su vez en frases y que encierran emociones y sentimientos.

Pero por encima de todo el teatro es la voz. Una voz que te conmueva y te eleve que te haga soñar, sufrir, amar, olvidar que estás sentada en un asiento y que se convierta en la guía perfecta para moverte entre los hilos que movidos magistralmente se conviertan en un tapiz milagroso que te permita conocer que sucede en cada episodio de esa batalla de Hastings tan particular.

Pero actualmente nadie cuida la voz ni el oficio.

Algunas luminarias surgen de la pequeña pantalla y creen que con eso es suficiente. Una de ellas hace no muchos años confesó que había descubierto que debía trabajar un tiempo en el teatro para mejorar profesionalmente.

En otra ocasión, tampoco hace tanto, leía asombrada que el protagonista de cierta obra de Tennessee Williams no había considerado necesario visionar la creación que había realizado el gran Marlon Brando sobre el personaje que interpretaría en el escenario. Me temí lo peor. Y no me equivoqué porque las críticas fueron demoledoras. El personaje en cuestión es un animal apasionado, de voz atronadora y al parecer el joven que nunca había visto a Brando en la cinta mencionada y que tampoco consideraba necesario hacerlo, no proyectaba la voz más allá de la tercera fila.

Cada año cuando el curso empieza les comento a mis alumnos que deben distinguir entre actores-actrices y el otro grupo los artistas.

De nada me sirve que alguien a quien todavía no se porque el público le aclama fervoroso, construya sus personajes con una caracterización perfecta a través del maquillaje y el vestuario y sin embargo su voz suene en cada ocasión igual que la anterior, nasal y chillona.

Tengo todavía muy presente la ductilidad de que hace gala Gary Oldman en la versión de Francis Ford Coppola del Drácula de Brahm Stoker. Y no me refiero solo al maquillaje o el vestuario. Me refiero a la variedad de registros de voz con los que marca las transformaciones del personaje.

Hace algunos meses se estrenó la cinta La mujer de negro. Era el paso siguiente del protagonista de la saga de Harry Potter, Daniel Radcliffe en su carrera profesional. Mi comentario únicamente fue que si resultaba la mitad de interesante que la creación del gran Emilio Gutiérrez Caba y de Jorge de Juan, Radcliffe habría logrado su objetivo.

Varios años atrás se estrenó en Barcelona una obra aclamada por el público y la crítica, que posteriormente fue adaptada al cine. Durante meses escuché elogios encendidos del texto y el trabajo actoral.

Fue en ese tiempo cuando un compañero alumbró la idea de adaptar el texto en forma de radioteatro. El proyecto nunca se materializó. Recuerdo que me pidieron que diese vida al personaje femenino principal. Y recuerdo también para mi vergüenza que pasé la mayor parte de los ensayos enredando a los compañeros, y lanzado bolitas de papel. No me había aburrido tanto en años.

Así que de alguna forma aunque nunca haya visto la representación, empecé a respetar un poco más el trabajo de aquellos que la protagonizaban. Si eran capaces de que el público entendiese una sola línea del texto y además al salir se mostrase satisfecho y entregado, entonces se trataba de un grupo de profesionales mayúsculos. Porque defender semejante tueste requería tablas y oficio. Y mucho.

Siempre intento, aunque en los últimos años no he logrado mis objetivos, que mis alumnos interpreten pasajes de Cirano de Bergerac, Hamlet o puestos a complicar las cosas La Venganza de Don Mendo.

Esta última obra es una composición en verso, que resulta instructiva y divertida al mismo tiempo.

La Venganza de Don Mendo ha sido elevada a la categoría de clásico imprescindible gracias a Fernando Fernán Gomez y Manolo Gomez Bur. Es una buena muestra de lo que significa el trabajo de voz.

Porque todos creemos que interpretar poesía es sencillo. Y no lo es. Busquen el documento en el que Pablo Neruda destroza sus maravillosos sonetos. Y lo digo con total respeto. El maestro era un gran poeta, grande e insustituible. Pero como rapsoda desde luego no fue dotado por la madre naturaleza de un talento excepcional.

Espero no haber ofendido, ni haber despertado la ira en nadie.

Simplemente se trata de la opinión humilde de una espectadora que creció con aquellas grandiosas propuestas teatrales en formato televisivo llamadas Estudio 1. Eso fue antes de que los culebrones imposibles llegaran a estas latitudes, antes de que los jóvenes talentos pensaran que por dar vida a una heroína descafeinada o un héroe atormentado en la pequeña pantalla era suficiente.

No es cierto. El teatro es mucho más que todo eso. El teatro es la vida vista desde una perspectiva analítica y cercana. El teatro es el espejo roto de la existencia de los mortales, reconstruido a pedacitos.

El teatro es la pasión de los mortales alentada por los dioses.

El teatro es el corazón y la voz.

Imaginaos por un instante el milagro del teatro griego y romano. No existían micrófonos, ni altavoces que llevasen el sonido de las escenas al último punto del teatro.

Pero si existía una técnica magistral de construcción que dotaba al escenario de sonoridad y una técnica actoral, que permitía al público que siguiese atento cada evolución de los personajes. En la época del maestro Shakespeare tampoco existía técnica alguna que permitiese escuchar a Romeo enamorar a Julieta a distancia y sin embargo el público vibraba con las aventuras de los personajes.

Ah y quien crea que no tengo experiencia en este ámbito se equivoca. Intenté acceder a los cursos de una institución tan prestigiosa como L'Institut del Teatre de Barcelona. Pero el tribunal consideró que mi pronunciación de la lengua de Ramón Llull no estaba a la altura de las circunstancias y eso que entre los miembros del tribunal se encontraba una profesora que había impartido un curso de voz aquel verano y que me había animado a presentarme al examen de ingreso de la institución. 

Tal vez tenían razón porque los barceloneses hablamos fatal esta lengua tan nuestra y especial. Mi respuesta fue contundente: yo esperaba acceder a los cursos de interpretación, pero si además debía aprender dicción y pronunciación no tenía inconveniente pero no me parecía justo que se me rechazará de plano por algo que en realidad tenía solución.

Al abandonar la sala en la que los candidatos a formar parte de tan prestigiosa institución sabía de antemano que no sería admitida. Y así fue. Como tampoco fue admitido un joven que llegaba avalado por la mismisima Marta Graham, que recomendaba que se le arropara y apoyara puesto que su talento era excepcional. Como él tampoco tenía rancio abolengo, se quedó compuesto y sin plaza de estudiante.

Aquel hecho no obstante fue providencial. Me disponía a abandonar el edificio cuando encontré en un pasillo a la gran Mercè Lleixà, una actriz que nos dejó hace un tiempo, en plena juventud y madurez interpretativa. Estaba acompañada de Helena Munné, hermana de otro grande Jordi Munné a ambas las conocía a través de una amiga común.

Al verme llorosa y desencajada me interrogaron sobre el origen de mis penas, y sin dudarlo me aconsejaron que provase suerte en una institución menos conocida, en aquel momento, pero en la que sin duda me enseñarían los rudimentos del oficio. L'Escola del Teatre.

Y tenían razón. Durante todo un verano descubrí la magia del teatro gracias a la severidad, la austeridad y el talento de un gran director. Boris Rotenstein. Que gran maestro, que gran ser humano. Gracias Boris, gracias infinitas.

L'Escola del Teatre entoncés estaba instalada en un local cutre, pequeño y escondido en una callejuela del casco antiguo de Barcelona. Ahora afortunadamente no solo ha abierto sus alas y se ha trasladado a otro lugar mitico, la montaña de Montjuich sino que sus instalaciones han crecido.

Cada año tienen el detalle de enviarme información sobre el programa de estudios del siguiente curso y cada año espero que el milagro se obre y volver a ser alumna suya. Pero por el momento no es posible.

Con los años la vida me llevó a convertirme en actriz de voz para la radio y más tarde me aventuré a explorar otros campos.

Pero inicié una carrerita que no llegó más allá del primer salto por cuestiones personales.

Tal vez no fue brillante, ni apareció en los carteles más selectos pero les aseguro que algo se de tener al publico ante ti, de sentir dolor de estomago y de memorizar un texto que tu misma has escrito y decirlo, compartirlo, actuarlo.
Pero no he venido a hablar de mí sino de un grande que se ha ido esta noche y que deja atrás un sabor maravilloso entre aquellos que pudimos asistir al milagro de su arte. Juan Luis Galiardo. Grande, inmenso, insustituible.




viernes, 22 de junio de 2012

QUERIDO MR DONALD TRUMP, DEAREST MR DONALD TRUMP


Cuando un animal que vive en libertad, enferma o simplemente envejece, las leyes de la naturaleza son claras e inexorables. Su final está próximo.

Los seres vivos nacemos, crecemos, nos reproducimos o no, envejecemos y finalmente nos llega la muerte.

En ese momento y de acuerdo con las leyes de la naturaleza empezará un proceso, necesario por muy desagradable que nos resulte.

Ese cuerpo muerto desaparecerá tras un proceso más o menos largo de degradación. Para ello una serie de animales desde los más diminutos hasta los más grandes, aprovecharán cada porción del ser que ha finalizado su ciclo hasta que finalmente este desaparezca y no quede un solo átomo que recuerde su paso por la tierra.

A pesar de que estos animales sean tan desagradables cumplen su función y nunca salvo casos extremos traspasarán las normas más elementales que la Naturaleza ha dictado desde el principio de los tiempos.

En el mundo de los humanos las cosas no son tan simples. Uno de los signos más evidentes de la evolución de nuestra sociedad fue la aparición de rituales de enterramiento que han variado a lo largo de los siglos y en función de la cultura de cada latitud.

Respetamos o al menos lo intentamos a nuestros muertos. Les enterramos con reverencia. Les brindamos homenajes sentidos. Les recordamos siempre. La muerte no solo es una parte, la parte final del proceso. Es también una oportunidad para que los vivos muestren su grandeza a través del homenaje que rinden al desaparecido.

Pero los humanos como somos a pesar de lo que creemos sobre nosotros mismos una de las especies más imperfectas de la Tierra, nos comportamos peor que los animales que tan molestos nos resultan, los carroñeros.

Cuando tenemos la certeza de que alguien de nuestra especie está acabado socialmente, de que esta a punto de quedarse tendido en la cuneta de la vida, cuando sabemos que su vida no vale mucho para nadie ni siquiera para él mismo, nos lanzamos en picado, buscando las sobras, buscando sus despojos.

Nuestro vuelo es raso y agresivo, nuestras intenciones nada loables. El que ha caído no recibe demasiada ayuda para levantarse de nuevo.

Y así es como está España. Tras las últimas noticias del día de hoy sobre el rescate o no rescate económico tan ensalzado la semana pasada, tras saber que de momento tendremos que esperar un poco más para que nos llegue el oxigeno salvador en forma de dinero rápido, tras escuchar una vez y otra los despropósitos de nuestros gestores, de nuestros representantes ante el resto del mundo, ahora sabemos que somos como un animal herido de gravedad, que intenta por todos los medios encontrar un refugio que le permita sanar y evitar que los cimarrones, los perros salvajes vestidos con traje y corbata le despedacen y engullan sus despojos.

Hasta septiembre nuestro futuro será mucho más incierto que nunca porque nos han traicionado y nos han dejado solos, heridos de gravedad en medio de tierra de nadie esperando un rescate que de momento no llega.

Expuestos a la arbitrariedad de los mercados financieros, todos intentarán derribarnos y acabar con nuestras expectativas.

En los últimos días los medios de comunicación se han hecho eco de las palabras pronunciadas por uno de esos depredadores económicos en una entrevista.

Es uno de los hombres más ricos del mundo. Muy rico. Pero parece que no tiene suficiente.

Me refiero a Donald Trump, el magnate norteamericano, que afirma que España está en venta y anima a los carroñeros de siempre a tomar porciones enteras de nuestro país a placer, por nada.

No muestra Mr. Trump un solo ápice de respeto por los que habitamos esta gran parcela que según él está en venta.

Al parecer su idea de hacer negocios y seguir engrosando su capital consiste no solo en depredar a quien está gravemente herido sino también en humillar a los benditos y sufridos habitantes del país.

Le ha contado al mundo el Señor Trump sin empacho ni titubeo que España es una ganga, que somos un país de mercadillo. Que el único inconveniente es que tal vez quienes nos compren deban pasar un tiempo con nosotros, pero que resulta un sacrificio nimio comparado con las promesas de amasar nuevas fortunas.

Con estas afirmaciones Mr Trump no solo se retrata ante el mundo como lo que es un hombre de negocios sin escrúpulos, sino como una persona que respeta muy poco o nada al resto de los mortales que no tengan en su cuenta corriente una cifra de más de seis ceros.

Lo malo no es que Mr Trump opine así. Lo malo es que nadie del gobierno español le ha pedido explicaciones o ha elevado una queja pública.

Pero claro, poco podemos esperar de quienes nos gobiernan si para justificar la situación actual, prefieren no asumir públicamente sus responsabilidades y optan por lanzar mensajes tan desafortunados como que España no es Uganda.

Y ahí si que Uganda ha reaccionado de forma rápida y elegante recordando que su economía se recupera a buen paso y que no necesitan rescates de nadie.

Querido Mr Trump, tal vez le parecemos un país atrasado y moribundo. Pero le aseguro que seguimos en pie. Que a pesar de nuestras diferencias internas y de nuestra peculiar forma de ver el mundo seguimos vivos y con ganas de pelea.

Por fortuna quienes nos representan no constituyen la verdadera esencia de España.

Mi gente es laboriosa, inteligente, dinámica. Mi gente no se asusta por nada puesto que como dice el refrán “Hemos hecho guardia en peores garitas”. Se lo puedo asegurar.

¿Qué usted quiere hacer negocios en este país? Estupendo. Nos gusta crear industria. Pero por favor no nos menosprecie ni nos insulte. Tenemos muchos defectos porque somos humanos pero le aseguro que el número de virtudes que nos adornan es importante.

Lo que pasa es que no nos merecemos los gestores que tenemos. En absoluto. Somos buena gente y no merecemos lo que nos está pasando.

Solo queríamos un poco de tranquilidad, algún ahorro para la vejez y trabajar en paz. Ver como nuestros hijos crecen sanos y felices, inquietos y curiosos.

Solo queríamos eso. Pero nuestros gestores que tampoco nos respetan demasiado se han empeñado en esquilmarnos el alma.

Y mire usted, en ese punto han dado en hueso. Porque otra cosa no, pero capacidad de resistir las peores tormentas de la historia, capacidad de levantarnos y seguir en pie nunca nos ha faltado.

No somos un mercadillo (con todo respeto a quienes se ganan la vida honradamente en esos espacios tan populares como necesarios para los menos dotados económicamente), no somos un bazar en el que encontrará gangas. En absoluto.

Baje de sus torres maravillosas y camine por alguna de nuestras ciudades y lo verá. Comprobará que somos la leche. Que a poco que recordemos que podemos con todo lo lograremos.

La gente del Mediterráneo somos así. Una mezcla de trigo, vid y aceite que nadie puede detener.

Mr Trump ¿se ha parado a pensar el flaco favor que le hace a sus compatriotas con ese tipo de declaraciones poco respetuosas y humillantes para con mis compatriotas?

Me imagino que no. Le digo esto de buen talante. Para que piense un poco la próxima vez que dirá en público.

Porque la gente de aquí no dirá que ha sido usted quien se ha expresado así.

Mi gente dirá que ha sido “un americano, un yankee” el que lo ha dicho.

Y por fortuna usted no es el exponente máximo de lo que representan los EEUU y los millones de seres que habitan ese gran país.

Por razones personales me siento muy cercana a EEUU. Y con el tiempo he aprendido que los norteamericanos son personas solidarias, generosas, firmes, solidas, curiosas, inquietas, sensibles y especiales.

Su país es y ha sido el país de las oportunidades. Pero no solo de las oportunidades económicas. Sino de las oportunidades personales.

¿Acaso ha olvidado que cuenta la leyenda que al pie de la Estatua de la Libertad se puede leer “Envíame a tus pobres”?

¿Acaso olvida que su país es grande porque su gente es grande de espíritu y corazón?

Su conducta, sus palabras, su forma de ver la vida, no solo me producen escalofríos y nauseas.

Me produce una tristeza infinita porque de un solo golpe no solo ha humillado a mi gente y a mi país, simplemente porque le parecemos prescindibles. De un solo golpe ha herido en lo más profundo a su gente y su país.

Y le aseguro que su gente, su país no se merecen una imagen tan triste.

Únicamente merecen gran respeto y afecto.

Le parecerá extraño pero sabe aprendí ingles, con una profesora de Chicago y si alguien me habla de grandes ciudades del mundo pienso en las que forman el espíritu americano de costa a costa.

Respeto mucho a todos y cada uno de los que viven, sueñan y construyen EEUU cada día, de sol a sol.

El resto de los mortales sabemos que lo que los políticos decidan o hagan no representa en absoluto a las gentes que son la esencia de un país. Y eso ocurre con los EEUU. Tal vez la política de sus gobiernos no sea comprendida o compartida. Pero eso no representa al pueblo de los EEUU. En absoluto.

Como tampoco lo que han hecho los políticos de mi país, los gestores de esta Piel de Toro representa  al pueblo.

Así que Mr. Trump, sinceramente recuerde antes de expresar sus opiniones lo que dijo un filósofo: Si no puedes mejorar el silencio calla o traducido "If you aint got nothin nice to say, then don't say anything at all".

Y si viene por aquí, no suba a la torre más alta. Camine por las vías más concurridas, escuche lo que dice el pueblo.
Verá que no estamos en venta, que seguimos resistiendo la tormenta, que somos grandes, que somos cabezotas, que no nos rendimos, que caemos y nos levantamos y que si, en efecto, somos diferentes. Y ahí reside nuestra grandeza. En que somos el fruto de la evolución de culturas milenarias.

Queridos amigos de los EEUU, God bless all of you, God bless, care, protect and help all of us!

Es una suerte que los pueblos no sean el reflejo de los que en teoría les representan.

Y aviso a navegantes, carroñeros y aprovechados. Este conjunto de seres maravillosos, que habitan La Piel de Toro no está  muerto  ni en venta.

Estamos vivos y más que nunca. Ahora solo falta que nos lo creamos.

Recordad que dijo el poeta “Caminante no hay camino se hace camino al andar”.

Así que animo y a caminar, que sentados no conseguiremos nada.


martes, 19 de junio de 2012

COMO RECONOCER A UN@ JEF@. EL PODER CORROMPE


No les reconoceréis porque sean especiales. Tampoco son carismáticos aunque están convencidos de lo contrario.

Si les sometiéramos a un análisis mediante espectrómetro de masas, termino técnico tan habitual en las series policiacas en las que las divisiones científicas resuelven los casos más complicados en un periquete el resultado sería tan previsible como digno de un estudio al que podríamos someter a un espécimen complejo.

Suelen tener poca talla como seres humanos, baja talla como miembros de un equipo, grandes dosis de mediocridad y la necesidad patológica de ser el centro de atención.

Menosprecian a aquellos que demuestran a diario su valía profesional y que con ello les dejan constantemente y de forma involuntaria en evidencia.

No aceptan una crítica constructiva y menos evidentemente una critica deconstructiva, una critica que les muestre sus puntos negativos y  les permita si estuviesen dispuestos a aceptarla, corregir su forma de dirigir un equipo.

A lo largo de nuestra vida, les sufrimos, les odiamos, les soportamos y en la mayoría de los casos acabamos por dejarnos llevar por la inercia, intentando que nuestra jornada laboral resulte lo menos accidentada posible.

Lo malo es que cuando ascendemos en la escalada inevitable que debemos realizar en cualquier ámbito cotidiano, laboral, olvidamos lo aprendido y nos convertimos en uno de ellos y nos comportamos de la misma forma que  hemos criticado hasta la saciedad, hasta que la lengua se nos ha secado y se ha convertido en papel de lija.

Su ventaja sobre los demás miembros del grupo no reside en méritos académicos o profesionales. Simplemente están ahí igual que las montañas están en el paisaje, porque sí.

Y al igual que ciertas especies de árboles y plantas se convierten en una masa informe y espesa que impide el paso de los rayos de sol y absorbe la mayoría del alimento contenido en la tierra en forma de abono o minerales, la mayoría del agua de lluvia y todo el espacio posible.

Los que intentan crecer o prosperar cerca de ellos acaban ahogados, o en el mejor de los casos raquíticos y desnutridos porque les niegan posibilidad alguna de mejorar su estatus en el grupo.

Como las razas de canes empleadas en la caza de jabalíes, huelen el miedo y las flaquezas de sus subordinados y las explotan hasta que la victima cae o hasta que esta aprende y resulta más taimada y astuta que ellos y logrando huir y madurar una estrategia punitiva que les convertirá en enemigos peligrosos.

En los tiempos difíciles económica y laboralmente difíciles como los que ahora estamos viviendo, se alimentan del pánico de las victimas, de los subordinados y disfrutan íntimamente con el poder que les otorga la capacidad de acabar con aquellos elementos más débiles o molestos de una certera dentellada.

Para tratar con ellos lo primero que debemos aprender es que no son nuestros amigos, por más melifluos y encantadores que se muestren en público. Nunca debemos bajar la guardia y ante todo no debemos dejar que nos ninguneen.

Cuando les hablemos no debemos bajar la vista, porque no son machos o hembras alfa que merezcan el respeto que estos se ganan a base de peleas sangrientas o simplemente porque ya nacen dentro del grupo alfa.

Se permiten entrar en tu vida a codazos, en criticar cada uno de las actividades que desarrollas, en afear tu conducta en público, en dictar normas a todas luces incompatibles con la buena armonía que necesita un grupo para resultar efectivo y productivo. Les encanta dividir al grupo y vencer la unión inicial que se puede traducir en resistencia.

Se escaquean, emplean los medios que el cargo les otorga en beneficio propio o simplemente por puro deporte para fastidiar y derribar a su objetivo de la semana, del mes, del año, de toda su vida.

Hablan engolando la voz, obligando a un público poco receptivo a escuchen lo que dicen y les aplaudan. Caminan lentamente como un soberano que pasa revista a su ejército y a sus súbditos. El cuerpo erguido, tenso, la mirada dura, fija, el gesto despectivo, altanero.

Si alguien logra un éxito corren raudos a adjudicárselo y presentarlo como suyo ante otros machos o hembras alfa, que les aplican el mismo trato que ellos aplican a sus subordinados.

Su hábitat, su guarida, su cueva suele ubicarse en el último piso de su edificio. Son espacios majestuosos, rodeados de cristaleras magnificas. Siempre se sientan en un sillón que imita a la perfección los tronos imperiales. Cuando te convocan a una reunión te brindan un asiento situado frente a ellos menos elevado, lo que les permite seguir dominando la situación.

Antes de recibirte te hacen esperar unos instantes que se te antojan eternos en la antesala y cuando por fin te permiten flanquear la puerta de su guarida, no te prestan atención y continúan enfrascados en una conversación, tensa o amable, para que seas testigo de su poder y te replantees el discurso que llevas ensayando varios minutos en el ascensor.

Y nunca, nunca, nunca se mezclan con los subordinados. En caso de que la ocasión lo requiera fingen que son uno más durante unos instantes y luego con la excusa de algo importante se escabullen con la esperanza de que nadie les haya captado en una foto confraternizando con la base.

Se alimentan con la energía, el esfuerzo, la dedicación y los logros de otros.

En caso de que un proyecto no llegue a buen puerto, se desvinculan del mismo con una rapidez y elegancia dignas de estudio y siempre presentan a la cabeza de turco, al chivo expiatorio, al elemento prescindible, con gran celeridad ante los verdaderos superiores.

Cada nuevo día representa para sus subordinados un nuevo reto. Adivinar leyendo el lenguaje corporal de que humor han llegado al despacho. Y lo cierto es que nunca llegas a dominar lo suficiente este arte tan antiguo como el mundo.

Para permanecer separados y protegidos de la masa, se rodean de especímenes más mediocres que ellos si eso es posible, que suelen limpiar los cadáveres que dejan a su paso, les ríen las gracias y aplauden los chistes, se humillan para hacerles parecer más brillantes, ejecutan sus ordenes sin pestañear y sin plantearse que son tan prescindibles que la masa subordinada.

Por el simple hecho de sentir animadversión por un subordinado brillante que temen que les haga sombra, se complacen en destruir carreras profesionales solidas y prometedoras o en encumbrar muy a su pesar a mediocres a los que deben un favor.

Siempre que se plantea el tema de la austeridad están convencidos de que a ellos no les afecta, puesto que su estatus requiere un despliegue de medios y gastos que contribuyen a mejorar la imagen de la empresa, la compañía o la corporación.

Si se plantea un recorte en la plantilla no dudan en facilitar una lista de nombres en los que aparecen los de aquellos que un mal día se atrevieron a contrariarles. En el caso hipotético de que su nombre figure entre los prescindibles harán ruido y mucho para evitarlo, y si no lo consiguen echaran mano de las cláusulas más convenientes de su contrato para asegurarse una salida económicamente favorable.

La lista de puntos a estudiar y considerar a la hora de describir a estos y estas pretendidos y pretendidas machos y hembras alfa es tan interminable como retorcido puede resultar el comportamiento humano.

En el peor de los casos llevaran a sus victimas a una situación insostenible de acoso y derribo moral y psicológico, que puede acabar en los tribunales. La sentencia posterior en ocasiones es desfavorable a la victima y en caso de que sea favorable no compensará suficientemente el sacrificio y el sufrimiento de esta.

Y en ocasiones no solo convertirán a la victima en su rehén, en su marioneta, en su juguete, sino que intentarán abusar de la misma, o lo conseguirán psquica o sexualmente.

Este tipo de conductas empiezan en la infancia. O al menos eso nos contaron. Son seres a los que no les prestaron atención cuando eran tiernos infantes, que en el patio del colegio se empleaban a fondo con los más débiles de la clase, que siguieron molestando al resto de los compañeros, que en la facultad haciendo gala de una simpatía arrolladora y una capacidad de manipulación de las voluntades ajenas fascinante, no pegaron palo al agua pero pasaron de curso hogadamente.

Otros sin embargo no llegan tan lejos en la progresión laboral. Pero no importa. Se convierten en encargados, responsables de departamento, jefes de negociado. Y silenciosamente llegan al destino soñado y a la actividad anhelada, tiranizar a la masa que consideran inferior.

Pero en muchas ocasiones no disfrutan de sus logros, merecidos o no, porque viven permanentemente estresados detectando posibles amenazas en su entorno. Perder el trono dorado no entra en sus cálculos y son capaces de eliminar de su camino todo obstáculo encontrado. El mundo no les comprende, el mundo está contra ellos. Y eso no. O estas de su parte o no lo estás.

Y cuando desaparecen de este mundo bien porque la ley natural es más implacable que ellos bien porque la edad del retiro ha llegado, nadie les dedica hermosas palabras ni les añora.

En espera de que llegue el próximo elemento alfa, el grupo respira relajado por unos instantes, antes de empezar la lucha de nuevo.

No os equivoquéis, porque no importa si visten de diseño o lucen el guardapolvo de un conserje. A la mínima ocasión en que un ser humano siente como el poder sobre los demás le embriaga, se transforma y cambia por instantes ante los ojos de sus seres más queridos.

Lo peor llega cuando no son capaces de disociar el mundo profesional del entorno cotidiano, familiar, personal. Porque en ese momento la vida de los que les aman se transforma en una nueva versión del infierno, cuya intensidad dependerá de como amanezca el día.

Por cierto hablaba de los jefes, de los lideres, de las luminarias que dirigen el grupo bien porque estaba establecido así, bien porque se han arrogado ese privilegio.

Algunos pueden resultar simpáticos, pero nunca olvidéis que no son vuestros amigos. No lo pretenden. No lo quieren. Les horroriza.

Y los que quieran ver en todo esto los males del capitalismo o del comunismo, se equivocan. Este comportamiento forma parte de la naturaleza del ser humano, igual que forma parte de la naturaleza del escorpión inocular el veneno de su cola.

Claro esta que algunos de esos líderes son amables y considerados, pero no hagáis ilusiones, son los menos.

Los que estáis en la cumbre, no importa el motivo por el cual lo habéis logrado, recordad, que en la cumbre hace mucho frío y que la soledad es compañera de la locura.

Es mejor ser subordinado, miembro del grupo, que elemento alfa. Estar pendiente continuamente de no perder el estatus, el sillón dorado, el coche de empresa es agotador. Y si no al tiempo. Ya me contaréis.
Pd. Y estos momentos en Asturias los mineros esperan clemencia y los que prometieron proteger y servir les rodean, el G20 se ha reunido en Mejico y ahora resulta que el rescate de España no fue tal y debe acabar de concretarse. Mientras la lideresa Merkel sigue exigiendo sacrificios como si de una nueva reencarnación de Khali se tratase. Lo dicho, en ocasiones los elementos alfa del grupo lo son por casualidad no por meritos.

domingo, 17 de junio de 2012

BASTA YA! UN POCO DE RESPETO POR EL PUEBLO LLANO POR FAVOR!


No se si es que el día es caluroso, que lo es y bastante, o que cada vez que se me ocurre echar un vistazo a los canales de noticias o a Twitter noto como mi fuego interior, que se puede traducir en forma de cabreo va subiendo tanto que temo quemarme de dentro a fuera.

Os confieso que no puedo más, que cada día me siento con menos fuerzas para seguir el camino trazado, que me cuesta encontrar razones para iniciar la jornada y que encuentro cada vez más motivos para acabarla de forma precipitada y rápida.

En las últimas semanas recuerdo con especial insistencia uno de los títulos de la saga James Bond, interpretado por Sean Connery, Solo se vive dos veces.

El agente 007 es enviado a Japón para desbaratar los planes de su archienemigo que en esta ocasión anda entretenido secuestrando naves espaciales.

Bond se convierte por arte y gracia del maquillaje en japonés y para completar su nueva identidad en el esposo de una joven japonesa dedicada a la pesca.

Instalado en su nuevo hogar una noche el espía al servicio de Su Graciosa Majestad y con licencia para matar, está a punto de ser asesinado por un agente enemigo. El método empleado es altamente sofisticado. Desde el techo el asesino descuelga un fino hilo por el que vierte gota a gota un potente veneno que presumiblemente entrará por el conducto auditivo de Bond y le matará. Por desgracia el asesino se equivoca en la trayectoria del hilo y mata a la joven esposa del espía inglés.

Los más ilustrados me dirán que este método de eliminación de enemigos tiene un antecedente literario en la obra de William Shakespeare, Hamlet. Seguramente recordamos el pasaje en que el fantasma del padre del joven príncipe danés le describe como el tío del joven y hermano del fallecido, vierte en su oído mientras el rey duerme en el jardín unas gotas de veneno, de ponzoña y le causa una muerte atroz y condena su alma a vagar por el inframundo al no haber confesado sus pecados antes de morir.

Pues así me siento yo. Como una mezcla de Hamlet-Bond. Día a día fuerzas invisibles vierten en mi oído y en el resto de los oídos de la humanidad el veneno de noticias elaboradas con la ponzoña de aquellos que vendieron su alma al Diablo y que en esta ocasión no podrán redimirse como Fausto a través del amor de Margarita. Porque ninguna Margarita que se precie les redimiría, les amaría a pesar de las enseñanzas de amor y perdón que nos guían desde hace tantos siglos.

Comentaba un experto hace varios días que si pusiéramos en una habitación amplia y de espacio generoso todo el dinero que en los últimos años los irresponsables de mi país han distraído alegremente de las cuentas publicas, han estafado a los contribuyentes, han pedido de nuevo para seguir gastando, han utilizado en su beneficio a costa del bienestar del pueblo…para gastar las cifras que se han hecho publicas gracias a investigaciones no oficiales, que de las cifras que intuimos pero no estamos seguros mejor no hablar, necesitarían 500 años hora arriba hora abajo.

¿Qué lleva a un ser humano, a desear más, anhelar más, más y más dinero, poder, riquezas cuando ya tiene la vida más que resuelta con un salario más que generoso en ocasiones por un trabajo que cualquiera medianamente preparado podría llevar a cabo sin despeinarse?

¿Qué lleva a un ser humano a creerse con el derecho de pisotear a los que le sustentan, de ignorarles, de tratarles de forma arbitraría, de hacer alarde públicamente de su posición como nueva muestra del gusto más pésimo?

¿Cabe la esperanza de que se produzca un momento de lucidez, un instante en el que ese ser humano recobre la cordura en medio de la ebriedad que le causa el poder, y recuerde sus principios, en el caso de que alguna vez los haya tenido?

Por no hablar del momento en que varios de estos seres abominables se reconocen entre la multitud y unen sus fuerzas convirtiéndose en una maquina perfecta de matar ilusiones, acallar conciencias y destruir a todos y todo a su paso.

Se comportan entonces como manadas de cimarrones, de perros asilvestrados, que un día fueron abandonados por los humanos tras maltratarles continuamente y son más peligrosos que cualquier grupo de animal salvaje, cuyo comportamiento es fruto de la evolución y responde a la necesidad de obtener alimento.

Estos nuevos cimarrones, con traje y zapatos de diseño, corbata de seda, maletín de piel, ordenador a la ultima en tecnología, cuando sonríen muestran sus colmillos afilados y manchados con la sangre de sus victimas y algún pedacito de carne que no han podido engullir tras el último festín.

Estas nuevas bestias surgidas del abismo más oscuro, cabalgan a lomos de vehículos modernos y potentes que anuncian al resto de los mortales su nuevo estatus.

Estas manadas, se retiran tras cada golpe maestro a sus guaridas, que en su caso son mansiones lujosas, en las que recurrentemente suelen colgar de la pared del cuarto de baño cuadros valiosísimos, en las que el tema principal de la decoración de sus salones, no es solo fruto de la ostentación y del mal gusto, sino una muestra de su capacidad de depredar, mostrando colmillos de animales en extinción, cabezas disecadas por taxidermistas o mobiliario estampado o tapizado con motivos salvajes que pretenden emular a los magnates de otras épocas.

Normalmente suelen celebrar sus triunfos en reuniones que no dan oportunidad alguna a la imaginación. Sirven platos sofisticados que aunque no les resulten sabrosos si les dan estatus de triunfador porque se anuncian en las cartas con varias frases subordinadas. Se rodean de señoras estupendas a las que no les parece nada mal que sus cimarrones ganen el sueldo con el sudor y la sangre de los más pobres. Son las mismas señoras que se entregan enfundadas en modelos de diseño y adornadas con joyas que no deben engañar a quien las contemplan porque no son chatarra o bisutería, a causas nobles, rastrillos y mesas de recaudación de fondos para socorrer a los pobres a los que sus cimarrones han esquilmado y despojado de sus escasos bienes.

En ocasiones me pregunto si tanto sarao, causa benéfica, fin de semana de relax, boda espectacular y demás actos sociales les deja tiempo para dedicarse al noble arte del trabajo.

Sospecho que no. Pero claro es la sospecha de una obrera cabreada e indignada, a la que el poder en la sombra a cada segundo obsequia con una nueva gota de ponzoña, de veneno informativo en su oído.

Yo pertenezco al grupo de los perros sin pedigree, sin árbol genealógico notable. Fuimos adiestrados en el orden y el respeto por los demás. Fuimos criados para ser útiles y ganarnos cada pedazo de pan con el esfuerzo del trabajo. Y la recompensa es tan escasa como triste.

Sufrimiento, sentimiento de impotencia, desanimo, sensación de derrota, falta de energía para continuar la lucha. Nuestro horizonte cada vez está mas lejano, cada vez es más difuso, cada vez es más desalentador.

A estas horas, cuando escribo estas líneas, los ciudadanos de varios países se enfrentan de nuevo a las urnas en unas elecciones que no anuncian nada bueno.

Dependiendo de los resultados electorales en Grecia el futuro de este desastre llamado Unión Europea será más incierto todavía.

Dependiendo de los resultados electorales el futuro del proyecto político en Francia tal vez necesite retoques o salga reforzado

Dependiendo de los resultados la historia en Egipto dará un nuevo giro, tal vez a peor.

Y mientras nos encontramos con noticias que rozan el esperpento, el mal gusto y la sospecha de que una parte de la población vive en una dimensión de la realidad y otra en la realidad misma.

En twitter se informaba a través de la cuenta de Javier Solana que el tratado de Lisboa de 2007 abre la puerta jurídica al abandono de la Unión Europea. Ningún otro tratado lo contemplaba. Esto se traduce con que los juristas de la UE andan locos revisando las leyes por si Grecia da un susto.

En otra cuenta se informaba de que el Congreso Español debatirá el martes una propuesta conjunta de todos los grupos contra la pobreza infantil. Lo que a mi personalmente me parece una muestra de cinismo difícil de calcular.

En otra cuenta se informa de que el Banco Mundial dice que Europa está haciendo demasiado poco y muy tarde.

Otra cuenta informaba esta mañana de que los jugadores de futbol de la Selección Española no tributarían aquí las primas que obtengan de la Eurocopa, que al parecer si ganan pueden ser de 300.000 Euros y que las que ganaron en Sudáfrica 2010 fueron de 600.000 Euros.

Ayer se informaba de que mineros de Inglaterra, Polonia, Chile y Alemania llegaban para apoyar a los mineros de Asturias, al tiempo que conocíamos que el señor Divar, ganaba unos 10.000 Euros brutos al mes, más que el Presidente del Gobierno.

También se hacía eco una cuenta de que el expresidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero opinaba que si España hubiese ahorrado más en los dos últimos años estaríamos mejor posicionados para soportar este desastre.

Según la cabeza pensante del FMI España debe bajar los sueldos de los funcionarios y aumentar impuestos mientras ella olvida que cobra un sueldo escandaloso.

Hoy se confirmaba que en 2010 José Blanco al frente del Ministerio de Fomento, contrató con el pintor Antonio López la ejecución de un retrato de Francisco Álvarez Cascos último Ministro de Fomento del Gobierno Aznar por un importe de 165.000 Euros más IVA lo que arroja una cifra final de 190.000 euros. La elección del pintor que realiza estos cuadros es privilegio del retratado. Aunque de momento no se ha pagado esta obra se pagará. Por otra parte el retrato del anterior presidente del Congreso José Bono costará 82.600 euros IVA incluido lo que ha indignado a todos porque su antecesor Manuel Marín optó por una fotografía que tan solo, tan solo costó 24.780 Euros.

No comprendo sinceramente como se puede perpetuar esta costumbre de inmortalizar a hombres de estado para la posteridad. Cuando se empezó esta galería de celebridades políticas fue en una época en la que no existían los medios técnicos para permitir a las generaciones futuras conocer la historia. Ahora que nos movemos en internet y que contamos con una amplia galería de imágenes al alcance de todos, no creo que sea necesario pagar de la hacienda pública esas pretendidas obras de arte, que tan solo constituyen una muestra de egocentrismo en mayúsculas, en una necesidad enfermiza de perpetuarse en la memoria colectiva.

No es necesario, puesto que con solo recordar algunos de los despropósitos administrativos de cada uno de los representantes de las administraciones de este país, es necesario para que pasen a la historia más negra.

¿Cómo podrán reunirse el martes todos los partidos para hablar de la pobreza infantil en España sabiendo que el pueblo, ese pueblo al que le niegan el pan y la sal esta pagando el tributo a la historia de aquellos a los que lo que le suceda al pueblo en el futuro les importa bien poco?

Y ya puestos a sumar cifras indignantes, hace unos días me llegó vía Facebook una lista de gastos que podrían recortarse. No se si serán ciertos porque en este país el acceso a las cuentas claras no es posible, pero me temo que no anda el documento demasiado equivocado.

Pero al parecer entre sueldos inmerecidos, edificios construidos y que o están vacíos o que solo se han utilizado una vez, aeropuertos en los que no aterrizan aviones o que solo reciben 52 pasajeros al año, renovación de ordenadores y limpieza en el Congreso y el Senado, tranvías que no circulan, estaciones de tren que solo se utilizan en un 25%, servicios de jardinería en embajadas, mantenimiento de piscinas en embajadas, decoración de embajadas, los 32.000 coches oficiales que al parecer están considerados como tal en las 17 comunidades autónomas y demás partidas inimaginables y probablemente más que prescindibles, al parecer el pueblo podría ahorrarse unos 463.431.035 de Euros.

La lista de despropósitos es tan larga y tremendamente humillante e insultante que mis ojos se han cansado y mis oídos están más que hartos de semejante goteo de veneno y ponzoña informativa.

Para acabar les diré que antes de citar los apartados anteriores he consultado el Boletín Oficial del Estado en su versión digital y la única información que aparece relacionada con el tema gastos de embajadas por ejemplo, data de partidas aprobadas para los años 1960 y 1961.

Puede parecerles un chiste pero les aseguro que es real. Tal vez es que no he sabido buscar el concepto adecuado, tal vez es que soy una creadora de conspiraciones excelente. No lo se. Lo único que se es que espero que un día todo esto acabe y que los cimarrones dejen de alimentarse con la sangre de presas inocentes.

Pero a lo mejor todo esto acaba antes porque a este paso no les van a quedar presas inocentes con las que alimentarse.