Hola
familia! Que tal estáis? Unos, imagino que acabando las vacaciones, otros a
punto de empezarlas y muchos preocupados por lo que nos pueda deparar el próximo
otoño que como todos los otoños dicen que será caliente e intenso pero que al
parecer este año lo será todavía más.
Yo
estoy a punto de acabar mis vacaciones, preocupada por el futuro y os confesaré
que un poquito cansada.
Los
últimos días han sido complicados para mi pequeña familia. Y cuando digo
pequeña no exagero. Somos tres. Mis padres y yo. A ellos les conocéis ya porque
os he hablado de ellos en ocasiones anteriores. A mi creo que ya me vais
conociendo un poco mejor.
En
las últimas semanas como ya sabréis el gobierno de este país se ha dedicado en
cuerpo y alma a dejarnos muy claro que nuestras vidas en los próximos meses
serán más tristes y duras de lo que hasta ahora lo han sido.
A
pesar de que está muy claro que el Estado en realidad es el pueblo soberano y
que el gobierno es simplemente un gestor que debe velar por los intereses de
los habitantes del país al parecer nuestro ejecutivo no tiene claro el rumbo a
seguir y nos conduce por un valle de lágrimas a bandazos sin ahorrarnos dolor,
sufrimiento e incertidumbre.
Entre
algunas de las ideas gestadas y alumbradas por el Gobierno de España han
destacado dos en particular.
La
primera fue la de negar el pan y la sal a aquellas personas que estuviesen desempleadas
desde hace mucho tiempo.
Y
digo desempleadas porque me niego a llamarles parados. No están en paro, porque
no cesan de buscar un empleo, de saltar por el aro que cada administración les
pone delante con el fin de lograr unos céntimos que les permitan a ellos y a
sus familias simplemente comer.
Estas
personas no están en paro ni han perdido su trabajo. Simplemente se les ha
aplicado una pausa forzada en su historia laboral y alguien les ha dejado sin
trabajo porque ha destruido el medio que les permitía subsistir.
No
me gusta que digan que estas personas se han “quedado en paro”. No. Les han
quitado su trabajo. Es así de simple y llano.
Y
negarles un subsidio, negarles la posibilidad de alimentarse y alimentar a los
suyos es una canallada de proporciones incalculables.
Negarles
ese subsidio de 400 euros, ahora de 450 euros, porque dicen los miembros del
ejecutivo que de esta forma se verán obligados a buscar trabajo es condenarles
a una muerte lenta y silenciosa.
Pero
lo más indignante, lo que resulta más descabellado, es que el gobierno
considere que está contribuyendo a que estas personas se acomoden en la
indolencia y no resulten productivas y se dediquen a vivir del Estado.
Se
les olvida que ellos y ellas también son el Estado porque han contribuido con
sus impuestos y su esfuerzo a que esta maquinaria inútil y obsoleta, anticuada
y opresora siga en pie.
El
gobierno, cualquier gobierno no está dando nada a nadie, simplemente está
retornando a quien lo necesita parte del dinero que en su día dieron a las
arcas publicas para contar en caso de necesidad con algo que les garantizase un
sustento mínimo.
Nadie
se plantea perder su empleo. Nadie se plantea vivir una situación que se
eterniza en el tiempo y te arrastra hasta el borde del abismo. Nadie quiere
vivir de la caridad de los demás porque en realidad un subsidio por desempleo
es algo que te has ganado con creces.
Lo
peor es abroncar y ridiculizar a estas personas, humillarles verbalmente,
señalarles como los responsables de esta carrera suicida.
Lo
peor es que nadie ni la actual oposición ni el actual ejecutivo acepten sus
responsabilidades.
Porque
las tienen. Y no me refiero a los casos de enriquecimiento fraudulento, vamos
de corrupción política, que agonizan al final de las vías muertas de nuestros
juzgados.
Me
refiero a que en lugar de cesar esta estúpida partida económica a gran escala y
que a todas luces nos viene grande, continúan obcecados en seguir los dictados
que llegan desde Berlín.
Me
refiero a que en lugar de rebajar sus sueldos, renunciar a las dietas que les
corresponden por ley, de viajar de cuatro en cuatro en el mismo coche oficial, de
animar a la primera familia del país a gestos reales de austeridad, continúan pidiendo,
exigiendo al pueblo soberano que prácticamente deje de respirar para que el
Estado, esta maquinaria despiadada e inhumana, siga viva a pesar de los males
que la aquejan.
La
segunda medida que ha despertado la indignación de la opinión pública ha sido
la de decretar que aquellas personas venidas de otras latitudes en busca de un
futuro más digno que el que les esperaba en sus países de origen, sean
excluidas del sistema sanitario publico.
El
problema no lo han generado estas personas. El problema lo han generado hace
mucho tiempo algunas lumbreras dotadas de una falta de sentido común pasmoso.
No
hace muchos años llegó a mis manos una guía editada por colectivos inmigrantes
para ilustrar a los recién llegados en su nueva aventura.
Uno
de los puntos que más llamó mi atención, fue el hecho de que con solo figurar
en el padrón municipal, sin necesidad alguna de acreditar que les esperaba un
puesto de trabajo legal, podían ser titulares de la tarjeta azul la tarjeta que
les daba acceso a la sanidad publica.
Las
lumbreras que alumbraron esta posibilidad en aquel momento no tuvieron presente
que la economía mundial podía sufrir un revés brutal como el que ha sufrido en
los últimos años.
Y
las matemáticas no engañan. Sino ingresamos en las arcas sanitarias, estás no
dan abasto para atender a la población que requiera asistencia medica.
Durante
un tiempo este pequeño problema no se hizo patente puesto que eran muchos los
que seguían formando parte de la población activa y tampoco eran tantos los que
utilizaban el sistema sanitario sin aportar nada a cambio.
La
crisis económica y laboral ha dejado expuesto el problema en toda su crudeza.
Por
tanto si eres un parado de larga duración pierdes el derecho a acceder a la
sanidad publica y si eres emigrante sin papeles ni trabajo por lo visto
también.
Y los
terceros en discordia son los profesionales de la sanidad que decidieron
dedicar sus vidas a sus semejantes.
Por
tanto ahora se ha puesto en marcha una campaña que podríamos comparar a la
desobediencia civil que Gandhi convirtió en punto principal de su lucha por la
independencia de la India del Imperio Británico, y los profesionales de la
medicina publica se han comprometido a que nadie se quede sin asistencia
médica.
No
obstante me gustaría contaros que existe otro sector de la población que no
aparece en las estadísticas porque al en teoría tiene papeles y derechos pero
que no goza de la atención y el respeto que merece.
La ambulancia
que fue asignada a mi madre llegó en menos de 7 minutos. Los profesionales de
guardia por lo que deduje no eran médicos. No obstante realizaron los primeros
controles y descubrieron que mi madre presentaba una baja saturación de oxigeno
en sangre.
Me
consultaron sobre la posibilidad de trasladarla al Centro de Asistencia Primaria
para realizar una valoración más profunda, pero puesto que mi madre está
considerada como paciente de riesgo y muy frágil, rogué que consultasen con la
persona responsable del área en ese momento sobre la posibilidad de enviar un
médico que llevase una valoración domiciliaria y prescribiese algún tratamiento.
La
persona responsable de la guardia estuvo de acuerdo con mi petición y aunque no
nos aseguró cuando podría pasar el médico solicitado para la valoración
domiciliaria nos tranquilizó sobre el proceso a seguir.
En
menos de 10 minutos una doctora llegó a nuestro domicilio y procedió a valorar
el estado de mi madre. La solución era simple tres dosis de antibióticos de los
que ella tolera porque presenta un cuadro de alergia farmacológica múltiple y
la solicitud de una nueva valoración mediada la semana.
El
tratamiento funcionó y la valoración fue positiva.
Una
semana más tarde, el pasado miércoles 22 de agosto de 2012 el día amaneció para
mi familia no demasiado tranquilo. Mi madre presentaba de nuevo dificultades
respiratorias y décimas de fiebre.
Decidí
que lo mejor sería observar atentamente su evolución y que si no mejoraba en las
siguientes horas solicitaría una visita medica a domicilio.
Su estado empeoró lentamente. A las 18:50h
llamé al Centro de Asistencia Primaria y solicité la presencia de un médico. La
recepcionista tomó nota del problema y dijo que pasaba la llamada a la
consulta.
Fueron 10 minutos interminables escuchando
como el teléfono sonaba al otro lado de la línea y como nadie respondía a mi
llamada.
Finalmente a las 19:01 recibí una llamada.
DOCTORA.- (tono de voz “osea” para los que
me leéis desde América “niña fresa”) Hablo con la paciente……?
YO.-(intentando mantener la calma) No
puede ponerse en este momento
DOCTORA.- Llamo desde el Centro de
Asistencia Primaria…¿que le ocurre a la paciente?
YO.- Buenas tardes doctora, soy la hija de
la paciente. Ella no puede hablar porque es una afectada de Alzheimer con pérdida
severa de la capacidad de comunicación…
DOCTORA.- Oh vaya…¿y que le sucede?
(Se lo conté con todo detalle os lo puedo
asegurar)
DOCTORA.- Que lastima que llame a esta
hora, es que sabe yo ya he acabado mi turno y ahora es competencia del 061.
YO.- Pues si que lo siento pero sabe
desconozco los protocolos horarios de la atención domiciliaria.
DOCTORA.-Porque claro es que sería lo suyo
que el 061 la atendiese…
YO.-Pues mire si le parece cuelgo y llamo
al 061 lo digo porque mi madre está bastante mal y no quiero perder más tiempo.
DOCTORA.- No mujer no me refiero a eso…¿está
muy lejos del Centro de Asistencia su domicilio?
YO.- A su paso creo que en 6 minutos está
aquí…
DOCTORA.- Vale…dígame como llegar…¿Por qué
puedo ir a pie no?
(Y se lo conté con todo lujo de detalles.
Al cabo de diez minutos estaba en casa)
DOCTORA.- Hola soy la doctora….
(No lo hubiese adivinado ni en un millón
de años)
YO.- Adelante, pase, estamos en el
dormitorio
DOCTORA.- Hola Rafaela…
YO.- No le puede responder…
DOCTORA.-Oh vaya que lastima…¿y entonces
que dice que le pasa?
(Se lo cuento de nuevo)
DOCTORA.-¿Puedo auscultarla?
YO.-Por supuesto, ahora le ayudo…
(El examen no superó el minuto)
DOCTORA.- Pues si…está un poquito mal…le
recetaré unos antibióticos…
YO.-Permita que le enseñe la lista de fármacos
que puede tomar…es alérgica múltiple…
DOCTORA.- Ah vaya…a ver…
(Suena el móvil de la doctora, y su carita
se ilumina)
DOCTORA.- Si, ahora bajo, estoy haciendo
este domi (diminutivo ridículo que aplican a las visitas domiciliarias) no, no
tardo en bajar…
(La doctora cuelga la llamada)
DOCTORA.- Yo creo que con esto…oh vaya
¿tiene un bolígrafo? Es que me lo he dejado en la consulta…
(Le doy un bolígrafo para que pueda
extender la receta)
YO.-Espero que no sea necesario porque en
pleno agosto y con los recortes en sanidad en el hospital lo puede pasar peor…además
mañana la enfermera pasará a visitarla porque quiere controlar una llaga que
tiene en el coxis..
DOCTORA.- Bueno usted decidirá que hacer…
YO.-Gracias por todo…Y por esta nueva
visita.
DOCTORA.-¿Ya había venido antes?
YO.-Si el año pasado…
DOCTORA.- Que memoria…en fin que tengan
una buena noche
(La acompaño a la puerta y me abstengo de
decirle que el año pasado la visita que realizó fue del mismo tipo y que días
más tarde me trató en consulta de forma poco amable porque todavía no utilizaba
la receta electrónica)
La noche fue larga y amarga. A mi madre le
costaba respirar, se le iba la vida, la fiebre le aumentó a 39º5…
A primera hora de la mañana llamé al
Centro de Asistencia Médica para que me pasaran con la enfermera que horas
después tenía previsto visitar a mi madre para comentarle la incidencia.
Me dijeron que ya le pasarían aviso y que
no pidiese una nueva consulta hasta que la enfermera viniese a casa y valorase
la situación.
La enfermera llegó a casa a las 12:00 del
mediodía. Tranquila y sonriente. Nadie le había pasado aviso de la incidencia,
nadie le había dicho que yo la había llamado.
Mi madre estaba otra vez en pleno cuadro febril,
le costaba respirar, no respondía a mi voz, parecía una muñeca rota.
La enfermera primero valoró la llaga del
coxis y cambió el tratamiento. Luego llamó al Centro de Asistencia y pidió
explicaciones sobre porque nadie le había comunicado mi llamada. Insistió en
que le pasaran el móvil de la doctora asignada a visitar domiciliarias esa
mañana.
Llamó desde casa, expuso el caso, rogó,
suplicó, se rebajó y la doctora le dijo que no pasaría a visitar a mi madre
puesto que hacía menos de 12 horas que ya la habían visitado y que si la
familia hubiese avisado a primera hora…pero que ella estaba saturada de
domicilios. Además ¿Qué edad tenia la paciente? Pues más claro todavía. Si ella
venía a casa la enviaría al hospital y punto.
La enfermera colgó desolada. No hizo falta
que hablásemos. La doctora se negaba a visitar a mi madre.
El resto del día y de la noche no fueron
mejores. Fueron dramáticos y desesperantes. Comprobar que la fiebre no bajaba,
que la respiración de mi madre era dificultosa resultó una agonía.
El viernes 24 de agosto a primera hora de
la mañana llamé al Centro para solicitar visita domiciliaría. Estuvieron a
punto de hacer la misma jugada del día anterior, con la gravedad de que quien
toma esas decisiones arbitrarias es una administrativa no una profesional
cualificada.
Me negué en redondo. Incluyeron el nombre
de mi madre en la lista de visitas programadas.
Me pasaron con la enfermera. Al explicarle
el curso de la noche, se alarmó. Me dijo que entre visita y visita intentaría
hablar con la doctora de guardia pero que no tenía demasiada esperanza porque
era la misma del día anterior.
Mientras recibía esa llamada, salí a
comprar fruta y alimentos para mi familia. Sabía que el día sería largo.
Una hora más tarde la enfermera me llamó.
La doctora de mala gana había accedido al saber que yo había comentado a la
enfermera que si persistía en negar asistencia a mi madre, mi siguiente paso
sería denunciarla ante el juzgado de guardia.
Llegué a casa 15 minutos después y para mi
sorpresa mi padre me informó que la doctora había intentado hacer una
valoración telefónica pero que como no obtuvo la información precisa dijo que
finalmente pasaría.
Fueron dos horas largas y amargas. Hasta
que al final se presentó en casa.
Joven, arrogante, orgullosa, furiosa
porque una simple enfermera y la hija de una paciente la hubiesen obligado a
aceptar el caso.
Os aseguro que en todo momento hice gala
de un aplomo que me permitió contestar a sus preguntas con calma.
Al parecer había hablado con su colega y
estaba de acuerdo con el diagnostico. Era necesario dejar que el antibiótico hiciese
su curso. Y quería dejar claro que estaba allí para que yo me quedase
tranquila. Y en caso de no mejorar mi madre tenía que ir al hospital porque
allí tenían mejores medios que en casa.
Me sonó a monologo del Club de la Comedia.
En pleno mes de agosto, en pleno proceso de recortes sanitarios, con demoras
espectaculares en urgencias…en el hospital le darían una mejor atención a mi
madre.
Poco le faltó pedir un recipiente con agua
como Pilatos para lavarse las manos porque la decisión era mía. Dependía de lo
que quisiera para mi madre.
Y acompañada imagino que por otro doctor igual
de joven y orgulloso se marchó de casa y dio por finalizada su visita
domiciliaria a una paciente afectada de Alzheimer, de 72 años, con una crisis
respiratoria grave y un cuadro febril intenso.
El fin de semana ha sido una batalla dura
y titánica para intentar que mi madre se recuperase.
Y contra todo pronóstico lo ha hecho. Es
una campeona.
Atrás quedan unos días frustrantes, que me
han llevado a sentir una furia intensa y un dolor más intenso si cabe.
Hoy por la mañana he pasado por el Centro
de Asistencia Primaria para recoger unas recetas que me ha preparado la
enfermera.
Nadie había anotado las incidencias en la
ficha de mi madre. No constaba en ninguna parte que ha padecido una crisis
severa.
Nadie ha informado a la enfermera de lo que
ha sucedido.
Tampoco espero que nadie decida pasar por
casa para ver como evoluciona mi madre.
Porque la sanidad publica está en horas
bajas, porque se aplican recortes económicos salvajes, porque no hay personal
suficiente para atender a la población.
Pero sobre todo porque dos doctoras jóvenes,
orgullosas, que no comprenden lo que es el sufrimiento humano, que no respetan
la angustia de la familia de una enferma, que consideran que porque es mayor y
crónica ha perdido la partida, no han hecho demasiado bien su trabajo.
Está claro que la medicación prescrita era
la adecuada. Y está claro que mi madre la ha asimilado correctamente.
Pero eso no era suficiente. Un tono de voz
más amable, un gesto más suave, una mirada más humana hubiese aliviado nuestro
sufrimiento.
Solo pedíamos eso. Solo pedía esos minutos
reconfortantes para ella. Solo les rogué un poco de ternura para alguien tan
frágil y vulnerable.
Pero no se lo dieron, no me lo dieron. No
quisieron.
Ignoro porque decidieron que querían ser
doctoras. Porque estudiaron una carrera tan dura y larga.
Solo espero que con los años descubran que
no todo esta en los libros. Solo espero que la vida les humanice la mirada y
que les haga menos orgullosas, menos altaneras, menos pagadas de si mismas.
Y por si alguien cree que no respeto a la
profesión médica se equivoca.
Estoy en este mundo porque muchos y muchas
profesionales me han dedicado su precioso tiempo y me han ayudado a salvar
escollos que parecían imposibles.
Y también os diré que antes de dedicarme a
la radio y a la comunicación yo también vestí el uniforme sanitario como Técnico
Sanitario Especializada en Dietética y Nutrición.
Así que se lo que son las guardias largas,
las dietas para post-operatorios, lo mucho que os disgusta la comida
hospitalaria, se lo que es preparar cinta, lo que es trabajar en pleno verano a
más de 60º ambiente, se lo que es coordinar al personal de cocina…tengo una
ligera idea de lo que sucede en el sistema sanitario y de la responsabilidad
que supone cuidar de los demás, de que vivan, de que gocen de una buena salud.
Por motivos personales, colgué el uniforme
y me abracé a la radio como un clavo ardiendo.
En la radio no puedo matar a nadie, no
puedo equivocar la dosis de un medicamento, no tengo esa gran responsabilidad
sobre mis hombros.
¿Soy cobarde? Tal vez. Pero no me importa.
Me siento en paz cada noche.
JURAMENTO HIPOCRATICO
El juramento
hipocrático es un juramento público que hacen
los que se gradúan en medicina ante los otros
médicos y ante la comunidad. Su contenido es de carácter ético, para orientar
la práctica de su oficio, es también el juramento que se basa a partir de la
responsabilidad del ser humano y conciencia
de ella.
Durante
casi dos mil años la medicina occidental y árabe estuvo dominada teóricamente
por una tradición que, remontándose al médico griego Hipócrates (siglo V a. C.), adoptó su forma definitiva de la
mano de Galeno, un griego que ejerció la medicina en la
Roma imperial en el siglo II. Según la tradición, fue redactado por Hipócrates o un discípulo suyo. Lo cierto es que
forma parte del corpus hipocráticum, y se piensa que pudo ser obra de
los pitagóricos. Según Galeno, Hipócrates creó el
juramento cuando empezó a instruir, apartándose de la tradición de los médicos
de oficio, a aprendices que no eran de su propia familia. Los escritos de
Galeno han sido el fundamento de la instrucción médica y de la práctica del
oficio hasta casi el siglo XX.
A
partir del Renacimiento, época
caracterizada por la veneración de la cultura grecolatina, el juramento empezó
a usarse en algunas escuelas médicas, y esa costumbre se ha ido ampliando,
desde el siglo XIX, en algunos países, y desde la Segunda Guerra Mundial
en otros, aunque es completamente ignorada en muchos. Aun cuando sólo tenga en
la actualidad un valor histórico y tradicional, allí donde se pronuncia, el
tomarlo es considerado como un rito de pasaje o iniciación después de la
graduación, y previo al ingreso a la práctica profesional de la medicina.
En
el período clásico de la civilización griega sobresalió el arte de curar.
Aunque seguía contemplando principios religiosos, la curación ya no estaba
orientada por la magia, sino por lo clínico. En esa época se escribió el primer
escrito ético relacionado con el compromiso que asumía la persona que decidía
curar al prójimo; el compromiso del médico era actuar siempre en beneficio del
ser humano, y no perjudicarlo.
El
contenido del juramento se ha adaptado a menudo a las circunstancias y
conceptos éticos dominantes de cada sociedad. El Juramento hipocrático ha sido
actualizado por la Declaración de Ginebra
de 1948. También existe una versión, muy utilizada
actualmente en facultades de Medicina de países anglosajones, redactada en 1964
por el doctor Louis Lasagna.
Texto del juramento hipocrático clásico
Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higía y Panacea y pongo
por testigos a todos los dioses y diosas, de que he de observar el siguiente
juramento, que me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño
todas mis fuerzas y mi inteligencia. Tributaré a mi maestro de Medicina el
mismo respeto que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los
socorreré si lo necesitaren; trataré a sus hijos como a mis hermanos y si
quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún
género de recompensa. Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos
de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan
bajo el convenio y juramento que determine la ley médica, y a nadie más.
Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa
según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia. No
accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a
nadie cosa semejante; me abstendré de aplicar a las mujeres pesarios abortivos.
Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. No ejecutaré la
talla, dejando tal operación a los que se dedican a practicarla. En cualquier
casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos; me libraré
de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitaré
sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o esclavos. Guardaré
secreto sobre lo que oiga y vea en la sociedad por razón de mi ejercicio y que
no sea indispensable divulgar, sea o no del dominio de mi profesión,
considerando como un deber el ser discreto en tales casos. Si observo con
fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi
profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro,
caiga sobre mí la suerte contraria.
Versión del juramento hipocrático de la Convención de Ginebra
Ha
habido varios intentos de adaptación del juramento hipocrático a lo largo de la
historia. En 1945, se redactó un juramento hipocrático en la convención de Ginebra,
con el texto siguiente:
En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me
comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad.
Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento del que son acreedores.
Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo
serán las primeras de mis preocupaciones. Respetaré el secreto de quien haya
confiado en mí. Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el honor y las
nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos. No
permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones
de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase. Tendré absoluto respeto
por la vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos
médicos contra las leyes de la humanidad. Hago estas promesas solemnemente,
libremente, por mi honor.
Versión del Juramento Hipocrático de Louis Lasagna
Una
versión del juramento muy utilizada actualmente, sobre todo en países
anglosajones, es la versión redactada en 1964 por el Doctor Louis Lasagna,
Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts. El texto, en su
traducción al castellano, dice así:
Prometo cumplir, en la medida de mis capacidades y de mi juicio, este
pacto. Respetaré los logros científicos que con tanto esfuerzo han conseguido
los médicos sobre cuyos pasos camino, y compartiré gustoso ese conocimiento con
aquellos que vengan detrás. Aplicaré todas las medidas necesarias para el
beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobretratamiento
y del nihilismo terapéutico. Recordaré que la medicina no sólo es ciencia, sino
también arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser
más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico. No me
avergonzaré de decir «no lo sé», ni dudaré en consultar a mis colegas de
profesión cuando sean necesarias las habilidades de otro para la recuperación
del paciente. Respetaré la privacidad de mis pacientes, pues no me confían sus
problemas para que yo los desvele. Debo tener especial cuidado en los asuntos
sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me
sentiré agradecido. Pero es también posible que esté en mi mano asistir a una
vida que termina; debo enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran
humildad y conciencia de mi propia fragilidad. Por encima de todo, no debo
jugar a ser Dios. Recordaré que no trato una gráfica de fiebre o un crecimiento
canceroso, sino a un ser humano enfermo cuya enfermedad puede afectar a su
familia y a su estabilidad económica. Si voy a cuidar de manera adecuada a los
enfermos, mi responsabilidad incluye estos problemas relacionados. Intentaré
prevenir la enfermedad siempre que pueda, pues la prevención es preferible a la
curación. Recordaré que soy un miembro de la sociedad con obligaciones
especiales hacia mis congéneres, los sanos de cuerpo y mente así como los
enfermos. Si no violo este juramento, pueda yo disfrutar de la vida y del arte,
ser respetado mientras viva y recordado con afecto después. Actúe yo siempre
para conservar las mejores tradiciones de mi profesión, y ojalá pueda
experimentar la dicha de curar a aquellos que busquen mi ayuda.
Una fórmula para hoy
del Juramento de Hipócrates. Encontrada en la página de la Universidad de
Navarra.
YO JUROen la presencia del
Todopoderoso y delante de mi familia, mis maestros y mis colegas que, según mi
capacidad y mi juicio, guardaré este Juramento y cada una de sus Cláusulas:
TENDREa todos los que me han enseñado este arte el mismo afecto que a mis padres, y con su mismo espíritu y entrega impartiré a otros el conocimiento del arte médico. Con diligencia seguiré al día los avances de la Medicina. Sin discriminación y en la medida en que ello no ponga en peligro la atención que debo a mis otros pacientes, trataré a todos los que soliciten mis servicios y buscaré, cuando así lo requiera el beneficio de mi paciente, el consejo de colegas más competentes.
SEGUIREel método de tratamiento que, según mi capacidad y juicio, me parezca mejor para beneficio de mi paciente, y me abstendré de toda acción dañosa o malintencionada. Nunca prescribiré ni administraré a ningún paciente, aun cuando me lo pidiere, una medicina en dosis letal, y nunca aconsejaré cosa semejante; ni haré nada, por acción u omisión, con el propósito directo y deliberado de acabar con una vida humana. Tendré el máximo respeto a toda vida humana desde el momento de la fecundación hasta el de la muerte natural, y rechazaré el aborto que destruye intencionadamente una vida humana única e irrepetible.
CON PUREZA, SANTIDAD Y BENEFICENCIA dirigiré mi vida y practicaré mi arte. A no ser que sea necesario para la prudente corrección de un peligro inminente, nunca trataré a mis pacientes ni haré ninguna investigación sobre ningún ser humano sin el válido consentimiento informado del sujeto o de su protector legal pertinente, con tal que la investigación tenga por finalidad la mejora de la salud de ese individuo. A cualquier lugar al que vaya a atender a los pacientes, iré para beneficio de ellos, me abstendré de toda acción voluntaria maliciosa o abusiva, y jamás seduciré a ningún paciente.
TODO LO QUE, CON OCASIÓN de mi práctica profesional o sin relación con ella, pueda ver u oír de la vida de mis pacientes y que no deba ser divulgado, no lo diré a nadie, consciente de que de todo ello deberé guardar secreto.
MIENTRAS GUARDE inviolado este Juramento, que se me conceda disfrutar de vida, y practicar el arte y la ciencia de la Medicina con la bendición del Todopoderoso y el respeto de mis colegas y de la sociedad. Pero si quebrantara y violara este Juramento, que lo contrario sea mi destino.
EPILOGO
Se que llegará el día en que mi madre tendrá que partir.
Se que llegará el día en que tendré que enfrentarme con esa realidad.
Se que no estoy preparada para ello.
Porque la quiero, porque me importa, porque es mi madre, mi amiga, mi
socia.
Solo espero que llegado el momento quien nos acompañe como miembro de la
profesión médica comprenda nuestro dolor y nuestra perdida y contribuya a que
su partida sea suave y tranquila.
Y espero también que los políticos recuerden cada vez que aprueben una partida
destinada a su comodidad y beneficio, que el Pueblo Soberano es quien les
mantiene en sus sillones y que le deben un respeto.
Aunque tengo más fe en que el cambio climático se solucione de la que tengo
en la clase política de este país. De los demás países no opino. Del mio si. Y
es triste y desolador el panorama al que nos enfrentamos.