Hoy hace una semana y un día que ya no estás. Sabes,
todo es muy raro. De pronto papá y yo tenemos tiempo para hacer cosas, para
salir a la calle, comprar, hacer gestiones, sin agobios. Como dicen algunos “tenemos
tiempo para vivir”.
Pero mamá… no sabemos qué hacer con ese tiempo que
ahora nos sobra.
Bueno no seamos literales. Sabemos que hacer.
Tenemos mucho que hacer, ordenar, limpiar, arreglar, reparar. Pero no sabemos cómo
hacerlo.
Es como si el tiempo de pronto fuese de goma. Se
estira, se alarga, es pegajoso, se cuelga de mis hombros y no me deja hacer
nada.
Por lo demás estamos bien. De verdad mamá. No te
preocupes. Estamos bien.
Bueno todo lo bien que se puede estar cuando has
perdido el Norte de tu vida, la luz de tus mañanas, la música de tus días…
Te echo de menos, te añoro tanto. Es extraño no
despertarte, darte besitos pequeños y cortos, no notar el calor de tu cuerpo…Es
tan extraño no jugar contigo, no cogerte de la mano, no cantarte, no abrazarte,
no poder mimarte…
Paso el día escuchando tu voz, tus ruiditos, tus
pequeñas y variadas formas de hacerme saber que me necesitabas o que
simplemente estabas bien, ahí, junto a mí.
Los dos últimos días los pasaste bajo los efectos de
la morfina porque los médicos lo aconsejaron para que no sintieras tanto dolor.
Tus cuatro últimos días de vida fueron una agonía.
Después de pelear como una campeona, de superar
crisis respiratorias, de adaptarte a tu enfermedad, Alzheimer, de ser la
paciente ideal, dulce, agradable, simpática, divertida…alguien no hizo su
trabajo y el capítulo final de tu vida ha sido duro y amargo.
Cuando los médicos te hicieron pruebas en la
ambulancia y me dijeron que presentabas una arritmia claramente no
diagnosticada, cuando el médico de guardia del pabellón del Hospital Clinic me
dijo a la 1 de la madrugada de aquel domingo frío y lluvioso, que no tenía
esperanza alguna en que superases la crisis, cuando me confirmó que el cuadro
era de septicemia…no fui capaz de asimilar tanto dato negativo.
Y no supe asimilarlo, no quise porque no me parecía
justo que tu vida acabase así.
Debo decir que en estos días has recibido por parte
del personal del Hospital Clinic (4ª planta y Edificio Helios) y del Sagrat Cor
de Barcelona (7ª planta) más atención, afecto y respeto del que te han prestado
en los últimos años en tu Centro de Atención Primaria (CAP) de Barcelona.
En los tiempos que vivimos, extraños, politizados y
miserables, la coartada para algunos comportamientos profesionales, son los
recortes sanitarios.
Por fortuna la mayoría de los y las profesionales de
la medicina en todas sus áreas, son personas ante todo que hacen milagros con
un presupuesto mínimo.
Lo curioso mamá es que nuestra doctora de cabecera
para otras familias es poco menos que una candidata a la santidad. Y no sabes cómo
y cuánto me alegro.
Para nosotros ha sido siempre diferente.
Recuerdo aquella mañana de invierno fría y terrible
en la que despertaste afectada de un virus intestinal. Como al parecer otros
pacientes estaban peor que tú, que no podías ir al ambulatorio porque ya no
caminabas, la doctora pasó consulta telefónica y me prescribió una lista de
medicinas y consejos que dijo eran lo adecuado. Era viernes. Pasamos el fin de
semana ocupadas en que no te deshidrataras y en que te sintieras mejor. Y lo
lograste. Pero nadie llamó a casa a principio de semana para interesarse por tu
estado.
En otra ocasión tus bronquios se despertaron poco
colaboradores en la tarea de facilitar tu respiración. Solicité una visita domiciliaria
para que alguien valorase tu situación. La doctora, que los jueves los dedica a
visitas domiciliarias, llamó a casa y me dijo “que si realmente yo consideraba
necesaria la visita y la valoración”. Ya sabes lo que le respondí. Cuando una
hora después vino, podía escuchar tu respiración, como luchabas por cada
bocanada de aire, desde la puerta de entrada.
Hace un tiempo aparecieron en tu piel las primeras y
temidas heridas, las llagas, propias de los y las pacientes que ya no caminan y
pasan un tiempo en la cama.
Algunas fueron cicatrizando y aparecieron otras
nuevas.
Tu enfermera, la verdad es que dentro de sus
posibilidades se ha portado bien. Es buena profesional y muy maja. Pero donde
manda patrón no manda marinero. Es decir, que una enfermera puede ver las cosas
con claridad meridiana, puede ser una gran profesional, pero como no cuente con
la autorización de un médico de una médica, no podemos hacer nada.
Así que a nadie se le ocurrió pedir una analítica,
un hemograma completo para ver cómo estaba tu sangre, a nadie se le ocurrió
pedir un cultivo de tejido para saber que pasaba con la herida que no
cicatrizaba…
El Viernes 4 de enero de 2013npasé más de una hora
llamando a la 4ª planta del ambulatorio. Tú estabas en mis brazos. Quemabas. La
fiebre te quemaba. Te quejabas. Tú que has pasado por quirófano 37 veces en tu
vida y has sido dura como la piedra te quejabas.
Al final alguien se dignó a atender el teléfono, me
pasaron con tu enfermera, está como siempre me escuchó y me dio soluciones.
Enviaría a una compañera que se había ofrecido a
atenderte.
Cuando aquella enfermera llegó a casa, ya traía una
receta de antibióticos. Los más potentes dijeron. Se preocupó porque tu herida hedía,
despedía mal olor…no era una buena señal.
Por lo visto alguien sugirió al médico de guardia,
el que firmó la receta que se podía hacer un cultivo de tejido para saber más
del problema. Por lo visto, presuntamente, me cuentan anónimamente que no le
pareció necesario. Representaba demasiado gasto y demasiado tiempo. Y claro en
tu caso…
El jueves siguiente, la fiebre había remitido
ligeramente. Tu enfermera te visitó en casa. La herida estaba mejor. Son cosas
que pasan, ya se sabe en estos casos…
El viernes por la mañana fui al ambulatorio para
recoger material para curas. La enfermera sugirió a la doctora administrarte
una nueva tanda de antibióticos. Su respuesta fue clara “no era necesario
porque la infección había remitido y otra caja de antibióticos podía chafarte…”
Pasaste la noche intranquila. Te quejabas. Tenías
fiebre.
El sábado a las cinco de la tarde entraste en shock.
El servicio de emergencia del 061 tardó solo cuatro
minutos en llegar a casa.
Oxígeno, monitores, paciencia, amabilidad…necesitabas
de inmediato ir al hospital.
Te bajaron hasta la ambulancia. Cerraron las
puertas. Yo me senté delante.
El vehículo no arrancaba. Estaban haciendo un
electrocardiograma. “¿Sabe usted que su madre tiene una arritmia no
diagnosticada?”
Pues no. No lo sabía. Nadie te había hecho un
chequeo desde hacía años.
Porque eras una paciente frágil, porque en tu caso,
son cosas que pasan ya se sabe.
Luego me enteré que habías llegado al hospital con
el corazón latiendo 155 veces por minuto.
Son cosas que pasan.
En menos de un minuto decidieron que ibas a
urgencias.
Allí se pusieron las pilas: analíticas de sangre y
orina, electros…todo.
Luego a la una de la madrugada te pasaron a un pabellón,
tranquilo.
Y el tiempo se paró para mí. Aquel era el último capítulo
que escribiríamos juntas. Y era más que probable que fuese duro.
Lo único que me aseguraron era que no se rendirían y
que en caso de que no superases la crisis, te ayudarían a estar confortable, cómoda,
tranquila. Estábamos de acuerdo.
Al día siguiente te trasladaron al Sagrat Cor. Eran
las 11:30am del domingo.
Te costó relajarte. Después de 13 años tranquila y
arropada, habías subido a dos ambulancias, cruzado la ciudad dos veces,
escuchado sonidos fuertes y soportado luces brillantes.
Finalmente lo lograste. Los amigos y las amigas
empezaron a llegar. Ordenada, silenciosamente, con una sonrisa tierna y mucho
amor.
La primera noche fue relativamente tranquila.
Llegó el lunes. No mejorabas. La tarde fue difícil.
Por la noche la doctora de guardia, me dijo que no había esperanza para ti. Aconsejaba
morfina. Tu decidirías cuando irte, cuando descansar. Pero por lo menos, que
menos, debíamos procurar que tus últimas horas fuesen suaves.
Estábamos de acuerdo. Alargar más tu estado,
intentar una cura imposible, era simplemente un acto de egoísmo y crueldad.
Ya me conoces, no estaba preparada para dejarte ir.
Nunca estamos preparados, por mucho libro de autoayuda y demás filosofías del
nuevo milenio, no se está preparado para despedirte de la persona a la que
amas.
Pero debes hacerlo. No tiene sentido alargar la agonía
de alguien a quien dices amar.
Papá estaba de acuerdo. Por primera vez estábamos de
acuerdo en algo. Bueno por primera vez no. Siempre que se ha tratado de ti hemos
estado de acuerdo en todo.
Esperaste dos días más para marcharte.
Esperaste a que el miércoles 16 de enero de 2013 yo
regresara al hospital después de pasar por casa para ducharme, para irte.
Y lo hiciste en mis brazos, mientras te daba besitos
pequeños y suaves en la cara y te decía que te quería.
No era necesario hablar más. Ya habíamos hablado la
noche anterior.
Te dije que si decidías que querías descansar lo comprendería,
que papá y yo estaríamos bien. Pero que si decidías que no estabas preparada
que necesitabas unos días más, estaba bien. Tú mandabas.
Al final decidiste descansar. Suavemente. Como solo tú
podías hacerlo.
No me parece justo mamá. Oh no me refiero al hecho
de que te hayas ido. Es ley natural. Un día también yo dejaré esta tierra de
locos.
Lo que no me parece justo es como has pasado tus
últimos días.
Tal vez aunque te hubiesen prestado atención, aunque
te hubiesen practicado un cultivo de tejido aunque te hubiesen prescrito una
medicación adecuada, todo hubiese sido en vano.
Pero, nunca lo sabremos. Porque no se hizo. Porque
aunque resulte imposible de creer, en la Barcelona del 2013, en la Barcelona de
la Globalización y la modernidad, una paciente puede fallecer de septicemia,
como si hubiésemos retrocedido a la Edad Media, como si el Doctor Alexander
Fleming no hubiese descubierto los efectos del hongo Penicilinum, de la
Penicilina en algunos procesos infecciosos.
No pienso iniciar una causa judicial, exigiendo
responsabilidades. En primer lugar no puedo porque el Ministro de Justicia,
Señor Ruiz Gallardón ha reformado, retocado y tuneado el tema de las tasas
judiciales de tal forma que los que somos pobres de rigor y necesidad, no
contamos con el amparo de la Justicia.
Pero tampoco lo haría porque un proceso judicial no
me devolvería a quien más quiero. Una indemnización no curaría mis heridas y mi
pena.
Lo único que espero y quiero es que esa luminaria de
la medicina que ejerce como doctora de cabecera hile más fino y no se deje a
más pacientes en el camino.
Lo único que espero y quiero es que el jefe de
planta organice un poquito su casa.
Lo único que espero y quiero es que las
administrativas que atienden los teléfonos de la planta cumplan con su trabajo.
Y si la realidad es que andan todos desbordados
porque los recortes económicos les impiden ejercer su profesión, mezcla de vocación
y ciencia, de forma adecuada y respetuosa para los pacientes y para ellos
mismos, que se planten de una puñetera vez, que sean valientes y digan basta.
Pero por desgracia nuestra familia nunca ha llegado
a la consulta en el día o el momento adecuado.
Una lástima porque le aseguro que somos majos. De
verdad.
Mis padres al igual que todos vosotros han pagado
con su esfuerzo unos impuestos de forma consciente y gustosa, con la esperanza
de recibir una atención sanitaria y social adecuada.
Por cierto mamá, desde el momento en que llamé al
ambulatorio desde el hospital para darles las gracias por nada, no han dejado
de llamarme.
Ahora papá puede ir a curarse las piernas si lo
necesita y si es necesario nos visitaran en casa o nos darán apoyo para superar
la perdida.
Ah y ayer cuando se cumplía una semana de tu muerte
llegó una carta del ministerio diciendo que aumentaban tu pensión. Ha sido como
cuando el ex ministro Caldera ( el que ahora tiene que despedir a una
colaboradora que cobraba por publicar pero que al parecer no existe) te envió
una carta del IMSERSO para que disfrutases con papá de un viaje a un balneario.
Por cierto en los últimos días anda el mundo
revuelto porque un señor que se llama Taro Aso, de 72 años y ministro de
finanzas de Japón, ha dicho que las personas mayores deben darse prisa y morir
para evitar gastos al Estado en su atención médica.
Por
lo visto este señor ya se había pronunciado al respecto en 2008.
Al menos Taro Aso ha sido honesto y ha dicho
lo que piensa.
El resto del mundo aunque opina lo mismo se
muestra escandalizado.
La sociedad actual se ha convertido en un
acelerador del proceso de selección natural darwiniano aterrador.
Hoy la excusa son los recortes económicos mañana…no
lo se…Lo único que se es que los únicos que se benefician son los de siempre. Los
que nunca tienen suficiente dinero, ni estafan suficiente, ni se sienten
satisfechos y quieren más y más…
Hoy te ha tocado a ti mamá…pero hay muchos
más como tu…espero que tengan mejor suerte.
Te quiero y estoy muy orgullosa de ti.