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martes, 27 de marzo de 2012

EL GUIONISTA DE MI VIDA




   Si reviso mi vida con objetividad no puedo decir que sea mejor o peor que la de otros. Simplemente es mi vida. Mi biografía es mía. Mis actos los que definen esta vida mía son míos. No obstante en ella encuentro episodios que preferiría no haber vivido. Porque varios años después todavía resultan dolorosos, porque no considero que debieran haberme tocado en suerte o porque simplemente me vi abocada a ellos sin previo conocimiento ni posterior consentimiento. Es lo que el filósofo denominó “yo no soy yo sino yo y mis circunstancias”. Bueno mis circunstancias y las de otros sea dicho de paso y sin acritud.

   Es por ello que desde hace mucho tiempo achaco cada uno de esos malos pasos de esos traspiés de la coreografía vital a un guionista: el mío. Cuando relato alguna de estos pasajes a mis amigos, el resumen final es el mismo: que esperabas al fin y al cabo ya conocemos como las gasta el guionista de mi vida.

   Es una forma simple y llana de hablar de lo que Calvino denominó la predestinación o lo que es lo mismo, que todos llegamos a este valle de lágrimas con un libreto definido que cumpliremos a rajatabla pase lo que pase sin importar lo que tardemos en cumplir el contrato con el universo.

   Mi guionista seguramente está sentado en el último rincón del cosmos porque en el examen de guionistas vitales no pasó del aprobadillo justo. Seguramente no aprendió los rudimentos de la informática para usuarios tipo eduardomanostijeras y para redactar las páginas de mi vida emplea una máquina de escribir.  Viste de forma anticuada, usa corbata y como diría el poeta sevillano el suyo es un “torpe aliño indumentario”.

   Cada mañana se presenta en la redacción del Cosmos preparado para su trabajo, que consiste por lo visto en no darme un respiro y hacer que mi vida sea una tortuosa búsqueda del camino entre dos puntos que en mi caso nunca es la línea recta.

   Le puedo ver cogiendo con delicadeza un folio en blanco, colocarlo sobre el rodillo de la máquina de escribir y en el momento en que intenta cuadrar los picos de la hoja, descubrir que para variar también ha enredado su corbata. Cuando intenta deshacer el entuerto, lo que consigue es darle un certero golpe a su taza de café y manchar el resto de los folios.

   El resultado invariablemente será un día largo y difícil para mí. Se que cada día intenta que mi vida resulte un poco menos complicada pero nunca lo logra.

    Entre sus creaciones más sonadas se encuentran una cita a ciegas que no lo fue, que me confundieran con una invidente e intentasen ayudarme a cruzar la calle, provocar un accidente de tráfico porque el conductor de un vehículo creyó que era ciega y me disponía a cruzar la calle en rojo, pegarle la bronca en un cine con las luces apagadas a dos actores protagonistas de la película que estaban sentados en la fila de atrás y que querían comprobar la reacción del público en su actuación, enamorarme de una larga lista de tipos que no me correspondían…

   La mejor sin duda fue la cita a ciegas fallida. Una de mis amigas me comentó que había invitado a su fiesta de cumpleaños a un tipo interesante que yo debía conocer porque estaba segura de que de aquello podía surgir algo. Cuando mi cita a ciegas se presentó descubrí que nos conocíamos: vivimos en el mismo barrio, nuestro médico está en el mismo ambulatorio y trabaja en la oficina situada en el mismo edificio en el que trabajo.

Lo único que le pido al guionista de mi vida año tras año es que un día cualquiera cuando menos me lo espere me dé una sorpresa y  ese sea el día en que no pase nada extraordinariamente raro o que si tiene que sucederme algo sea estupendo. Solo le pido un día. Espero que mis ruegos le lleguen pronto. Aunque no se como porque no creo que tenga cuenta de correo en internet, perfil en Facebook o followers en Twitter. Ya sabeís que es un tipo clásico y nunca será Trending Topic. En eso nos parecemos. Somos dos clásicos perdidos en una cartelera muy moderna y alternativa. Tal vez por eso siempre he tenido la sensación de que no encajo en este mundo. Seguro que me equivoqué de puerta al llegar y desembarqué en este tiempo y no en el Siglo XIX por ejemplo.

   Lo único que tengo claro es que no debo perder la esperanza y tal vez un día las cosas nos salgan redondas a los dos. El guionista de mi vida no se pillará la corbata con la máquina de escribir ni tirará la taza de café. Y yo viviré un día lindo y pistonudo. Es lo mínimo, ¿no?

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