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viernes, 11 de mayo de 2012

MAUTHAUSEN-GUSEN. QUE NADIE SE ATREVA A NEGARLO


Mi generación es la generación del silencio. Mi generación creció creyendo que el mundo era perfecto y ordenado.

Mi generación no sabía lo ocurrido 30 años antes y cuando descubrió la verdad se quedó muda por instante y luego continúo su camino porque pensaba que aquella era historia pasada, que podíamos dejarla atrás porque únicamente se trataba de las batallitas de los abuelos.

Pero el pasado siempre te atrapa, porque espera paciente en las sombras para encontrarte al doblar una esquina, en el descampado de la memoria, frío, triste iluminado por una farola de luz mortecina. Y cuando te aborda el pasado te cuenta cosas que preferías ignorar. Entonces comprendes que es tarde, muy tarde, que no hay remedio para curar tanto dolor.

A nuestros abuelos les estafaron la sangre y la alegría, a nuestros padres les estafaron la libertad, a mi generación le estafaron la verdad y el conocimiento. Sinceramente hoy espero que no sea demasiado tarde pero es lo que parece. Están aquí, han vuelto. Aunque sospecho que nunca se fueron, que se quedaron entre nosotros.

He dedicado las últimas semanas a conocer un poco mejor al ser humano, a comprender porque hacemos lo que hacemos. Y continúo sin conocer al ser humano y sin comprender porque hacemos lo que hacemos.

Mientras preparaba las entradas para este blog que ya no es mío sino vuestro, sobre el racismo y la xenofobia, se cumplía el aniversario de la liberación del campo de concentración de Mauthausen-Gusen.

Pero como en tantas otras ocasiones las voces de los muertos se han perdido en el aire y en el tiempo. Solo una cadena publica y ninguna privada dedicó un tiempo de su programación a recordar a los que murieron y a los que sobrevivieron en el infierno en la tierra.

Al mismo tiempo conocíamos el resultado de las elecciones generales en Francia y en Grecia. En ambos casos se confirmó la presencia en los parlamentos respectivos, de grupos políticos cuyos programas electorales, si se les puede calificar así, están inspirados en los preceptos que llevaron al mundo al caos y la guerra entre 1936 y 1945. Sí. No me he equivocado: el proceso de destrucción del mundo por segunda vez empezó un 18 de julio de 1936 en España.

Es fácil conocer al menos de forma teórica lo que sucedió en aquella época. Basta con utilizar cualquier buscador de Internet y la información nos desbordará. Basta con visitar una biblioteca y la producción editorial sobre el tema nos llevará a la desesperación.

Pero yo no necesito consultar un solo libro o rastrear la red con un buscador para saber lo que sucedió. Tan solo debo cerrar los ojos y revisar mi memoria, rescatar mis recuerdos.

Fue en el verano de 1989. Mis padres junto con otros pequeños comerciantes de mi barrio organizaron un viaje para visitar Europa durante varías semanas. Habíamos trabajado duro y merecíamos un descanso.

Cruzamos Francia, Liechtenstein y Suiza y finalmente entramos en Austria nuestro destino soñado. Se trataba de conocer no solo la Austria Imperial idealizada en centenares de libros y películas, sino también de disfrutar de un país hospitalario y moderno.

Con nosotros viajaba un veterano de la Guerra Civil Española que en enero de 1939 cruzó a pie la frontera hispano francesa para ponerse a salvo. Evidentemente pertenecía al bando de los perdedores.

Una de las visitas programadas antes de llegar a Viena era el pueblo de Mauthausen y el campo de concentración del mismo nombre construido en sus inmediaciones. A medida que nos acercábamos al lugar, aquel hombre, que disfrutaba conversando con todo el mundo se volvió callado y taciturno. Creo que él era el único que comprendía, que sabía con lo que nos enfrentaríamos.

El conductor asignado a nuestro grupo aparcó el autocar en el que viajábamos despreocupados y felices, en la explanada destinada al estacionamiento situada frente a la entrada principal del campo.

Y aunque el día era soleado, caluroso, el cielo era azul claro y cristalino, el verde de la vegetación intenso y brillante, sentí sin saber porque un frío que me heló los huesos y la sangre y que ya no me abandonó en el resto del viaje.

Gruesos muros de granito, amenazadores y solidos, una entrada grandiosa, una rampa que se me antojaba difícil de superar, eso es Mauthausen. La tumba de miles de personas que fueron conducidas hasta allí con menos respeto del que dedicamos al transporte de ganado. La tumba de miles de personas que pensaban diferente de sus carceleros, sus represores, sus verdugos.

No recuerdo con exactitud el recorrido marcado para visitar el campo. No puedo recordarlo por más que me esfuerce, o tal vez es que no quiero. Si cierro los ojos mis recuerdos se convierten en flashes desordenados, dolorosos y amargos.

La primera imagen es la de la cámara de gas. Entro en ella con la complicidad de la guía que nos acompaña desde que salimos de Barcelona. Me explican con detalle el funcionamiento de lo que los prisioneros creían un recinto en el que se les aplicaría una ducha que les prepararía para su estancia en el campo. Alguien cierra la puerta y me quedo muda. El tiempo se detiene, deja paso a la eternidad. Alguien abre la puerta y me dice que ya puedo salir.

He permanecido en el interior de la cámara de gas el tiempo reglamentario para eliminar a los prisioneros que no resultarán útiles con Ziklon B, cianuro de hidrogeno gaseoso creado para eliminar parásitos transformado en un método limpio y eficaz para eliminar a los parásitos humanos que amenazaban una sociedad pura y perfecta. En ocasiones el proceso debe repetirse porque algunos de los 120 prisioneros para los que tiene capacidad el recinto no han muerto.

El Ziklon B era fabricado por IG Farben, unión de la farmacéutica Bayer y dos compañías más y que al parecer todavía se produce en la Republica Checa como Uragan D2 para exterminar insectos y roedores. La efectividad de este gas se comprueba por primera vez en Auschwitz, eliminando a 900 prisioneros rusos.

Pasados unos minutos llega el turno de los Sonderkomandos grupos de prisioneros de apariencia sana, limpios y bien alimentados, que requisan las pertenencias de los deportados, y llevan los cadáveres desde las duchas al lugar en el que serán examinados para extraerles las piezas dentales de oro y luego a los hornos crematorios. La cremación de los cadáveres responde a una doble intención. Es el punto final de la humillación a los judíos cuyos preceptos prohíben expresamente la cremación al tiempo que las pruebas del asesinato desaparecen.

Cuando los deportados llegaban a Mauthausen-Gusen se les decían que entraban por la puerta y saldrían por la chimenea.

Veo una pared cubierta con fotografías llevadas por los familiares de los muertos años después al visitar el campo. Me impresionan los rostros jóvenes de algunas victimas. En particular la fotografía de un joven de Tarragona, que luce el uniforme de ejército de Marina de la Segunda Republica Española.

Alguien solloza. Es el anciano que perdió la Guerra Civil Española. Él no sobrevivió a Mauthausen. Sobrevivió a otros lugares no menos espantosos. Pero las lágrimas no conocen etiquetas y se desbordan solidarias con las almas de los muertos.

Continúo caminando. Salimos al patio en el que formaban los prisioneros. Es agosto y hace calor pero no resulta difícil imaginar las condiciones del lugar en pleno invierno. Mi alma se estremece. A la izquierda se conservan algunos de los barracones en los que malvivían los prisioneros. Uno en particular me llama la atención. Es el barracón de los prisioneros K los rusos. Si los alemanes odiaban a un grupo más que a los judíos era a los rusos.

Una estatua en mármol blanco les rinde homenaje. Alguien me cuenta que de forma arbitraria los alemanes hacían formar en ese lugar a grupos de prisioneros rusos en pleno invierno y les regaban constantemente con agua hasta que morían congelados, convertidos en estatua de hielo.

Otro de los barracones estaba destinado a la enfermería. Entrar en aquel lugar era atravesar la última puerta antes de la muerte. Los alemanes eliminaban a los prisioneros más débiles con una certera inyección de fenol en el corazón. Otros eran destinados a experimentos pretendidamente científicos sobre el estudio de la testosterona, infectados con piojos, la tuberculosis o procedimientos quirúrgicos más cercanos a la vivisección que a la cirugía terapéutica.

Estoy a punto de perder los sentidos. Mi madre se da cuenta y me coge de la mano. Pero yo no lo siento. No puedo sentir nada. Mi cuerpo se ha vuelto de piedra, de granito. Como el que se extraía dela cantera situada unos metros más allá.

Antes de visitar la cantera, debo sacar unas fotografías. No son para mí. He prometido enviar unas copias a mi amiga Eva Hadar, una anciana que reside en un kibutz de Israel. Cuando le comenté que probablemente visitaría Mauthausen me pide que le envíe fotografías. Nunca tuvo el valor suficiente de visitar el lugar en el que murieron su padre, su madrastra y varios de sus familiares.

No puedo más. Pero resisto. Se lo debo a las almas que todavía forman ordenadamente en el patio para ser contadas y registradas. El grupo se aleja camino de la cantera. Es desolador. La dureza de las piedras, los escalones por los que los prisioneros transitaban cargados con bloques de granito. El punto más elevado en el que los verdugos situaban a sus victimas para convertirles en lo que jocosamente llamaron paracaidistas. Les lanzaban al vacío para que volasen. Se estrellaban contra las piedras. Morían.

Me alejo de la cantera. No puedo más. Pero me obligo a seguir la visita. Veo el lugar en el que estaba la alambrada electrificada. Algunos prisioneros se lanzaban desesperados contra el alambre buscando la libertad a través de la muerte.

He llegado al museo. En él se muestran los equipajes de los prisioneros, ropa, zapatos, gafas. Un maniquí muestra el uniforme reglamentario de los prisioneros. En el pecho luce un triangulo distintivo. Rosa para los homosexuales. De diferentes colores e iniciales que les distinguen por nacionalidades o condición: holandeses, polacos, católicos, luteranos, testigos de Jehová, judíos, comunistas y la S de Spanien, españoles sobre un triangulo azul, el de los apátridas.

Cuentan que cuando los alemanes pidieron instrucciones a Franco sobre el destino que deberían correr los prisioneros españoles, este les dice que hagan con ellos lo que crean oportuno. No hay españoles fuera de las fronteras de España. Si alguien afirma ser español en aquel lugar en realidad se trata de un traidor.

Los alemanes no se dan prisa en seguir el consejo de Franco. Pero un día Himmler el dueño y señor de las vidas de millones de personas, visita el campo y cuando descubre a los españoles ordena a los responsables acabar con estos lo antes posible.

En otra vitrina se muestran bidones de Zyclon B, el gas mortal empleado para desparasitar a la sociedad de parásitos.

Me doy la vuelta y descubro con horror una secuencia de fotografías que mi cerebro rechaza.

No recuerdo su nombre. Solo recuerdo lo que estaba escrito en la ficha. Era de Rotterdam, profesor de lenguas clásicas. Desde el primer momento fascinó a sus verdugos porque era un enano y deforme.

Cuando concluyeron un estudio sobre su inteligencia, los alemanes decidieron que necesitaban más información. Lo desnudaron, lo tumbaron en una mesa y le clavaron una jeringuilla con fenol en el corazón. Luego lenta y precisamente procedieron a esqueletizarle, eliminando capa a capa su cuerpo, piel, músculos, tendones, arterias hasta llegar a los huesos tomando nota de todo el proceso y documentándolo con fotografías. Estoy a punto de vomitar. No puedo seguir pero debo encontrar al resto del grupo que ha salido de nuevo al patio.

Nadie habla. No podemos. No tenemos nada que decir y sin embargo son tantas las preguntas.

¿Cómo puede un ser humano hacerle a otro todo esto? ¿Bajo que precepto, principio o excusa? ¿En que momento un ser humano pierde el último vestigio de decencia y racionalidad y se convierte en algo peor que una bestia? ¿Cómo podían los verdugos regresar cada día a casa sin sentirse muertos por dentro? ¿Como pueden convivir con ellos sus esposas, sus maridos?

No encontramos respuestas, no encontramos consuelo. Regresamos al autocar. El silencio es denso. No hay palabras para expresar como nos sentimos. Ya en el interior la guía comenta que almorzaremos en la localidad de Mauthausen. Pero nadie tiene hambre.

El dueño del restaurante en el que tenemos reserva un tipo agradable y con don de gentes, me pregunta en inglés “que le pasa al grupo español, acaso no estamos disfrutando del viaje·” Mi respuesta es sencilla: hemos visitado el campo de concentración.

El hombre asiente lentamente y anuncia que la primera ronda de cerveza corre a cargo de la casa. Se muestra amable, abierto, cordial. Aprovecho la coyuntura y le pregunto sobre la constante declaración de los habitantes de las localidades cercanas a los campos de concentración y exterminio: no sabían lo que pasaba allí.

El hombre ya no sonríe. Está a punto de decir algo pero se calla. Luego dice en voz baja que resultaba más seguro fingir que se ignoraban las atrocidades que se llevaban a cabo en el interior.

Entonces recuerdo lo que explicaba en un documental un superviviente ilustre de este campo. Simon Wiesental que decía que el gobierno alemán había colaborado activamente para encontrar y capturar a criminales de guerra nazi. El caso de Austria sin embargo fue diferente. Casi nadie estaba dispuesto a hacer lo correcto por iniciativa propia.

Este es mi recuerdo de Mauthausen-Gusen en el verano de 1989. Hasta que no has visitado alguno de estos testimonios del horror no comprendes un poco lo que te cuentan los libros.

Pero la pregunta más importante que debemos hacernos sobre Mauthausen-Gusen es que lo hacía diferente del resto de los campos que los alemanes construyeron e instalaron por toda Europa.

INICIO

Desde el 8 de agosto de 1940 Mauthausen-Gusen fue un grupo de campos de concentración situados en torno a la localidad de Mauthausen (Austria).

Lo que fue un solo campo se expandió hasta convertirse en uno de los complejos de concentración y exterminio más grandes de Europa que incluía fábricas de munición, minas, armamento y plantas de ensamblaje de aviones.

En enero del 45, cuatro meses antes de su liberación, los campos dirigidos desde la central de Mauthausen contenían unos 85.000 prisioneros. Aunque lo cierto es que se desconoce el número de victimas pero algunas fuentes las cifran en todo el complejo entre 122.766-320.000.

Mauthausen-Gusen posee el dudoso honor de ser uno de los primeros campos de concentración masivos y el último en ser liberado por los Aliados.

Lo que convierte a Mauthausen-Gusen en un caso único es que funcionaba como campo de Grado III, los campos más duros destinados a los enemigos políticos incorregibles del Tercer Reich y a diferencia de otros campos su principal función era la de exterminar a la gente ilustrada y a los miembros de las clases sociales privilegiadas de los países anexionados por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

La elección de Mauthausen para construir el campo no fue casual. La zona próxima a la red de transporte de Linz estaba escasamente poblada. El campo, totalmente controlado por el Estado Alemán, fue fundado por una compañía privada dirigida por Oswald Pohl, oficial de alto rango de las SS que compró desde Viena las canteras de granito de la zona, Marbacher Bruch y Bettelberg y empezó la construcción del campo empleando para ello a prisioneros del campo de Dachau y un año después inició la construcción del campo de Gusen.

El granito extraído de las canteras fue empleado para pavimentar las calles de Viena. Pero Hitler de acuerdo con los planes de Albert Speer y otros arquitectos nazis, planeó reconstruir las ciudades más importantes de Alemania. La base del proyecto era la obtención de cantidades ingentes de granito de la explotación.  

El dinero necesario para construir el campo procedía de fuentes diversas: prestamos comerciales del Dresner Bank y el Escompte Bank, el fondo Reinhardt que en realidad era el dinero robado a los presos de los campos y de la Cruz Roja Alemana.

Mauthausen al principio fue campo de prisioneros para criminales comunes, prostitutas y los llamados Criminales Incorregibles, es decir enemigos ideológicos de los nazis de renombre cultural. Pero el 8 de mayo de 1939 la función del campo cambió y se convirtió en campo de trabajo para prisioneros políticos.

GUSEN

En un año (finales del 38 a finales del 39) el campo registró un crecimiento espectacular en el número de prisioneros: de 1080 a 3000.

Para corregir esta saturación se construyó Gusen I un nuevo campo situado a poca distancia del núcleo principal. Las nuevas instalaciones que incluían una cantera (Kastenhofen) estuvieron preparadas para recibir más prisioneros en mayo de 1940. Los primeros fueron trasladados a las cabañas 7-8 en abril del 40 y el 25 de mayo llegó el primer transporte procedente de los campos de Dachau y Sachsenhausen.

 Los prisioneros de Mauthausen-Gusen eran empleados como esclavos en la explotación de las canteras de granito y más tarde fueron alquilados a varios negocios locales.

En octubre de 1941, algunas cabañas de Gusen I fueron separadas con alambre de espino de la estructura principal y los prisioneros que las ocupaban en su mayoría oficiales soviéticos, formaron parte del Campo de Trabajo de Prisioneros de Guerra.

La capacidad de producción de Mathausen-Gusen llegó al límite en 1942. Por tanto se amplió incluyendo el depósito central de las SS, que guardaba gran número de bienes robados procedentes de los territorios ocupados y que después de una exhaustiva clasificación eran enviados a Alemania.

En marzo de 1944 el depósito de las SS se convirtió en otro subcampo Gusen II y hasta el final de la guerra fue un campo de concentración improvisado que registraba una población de prisioneros entre 12.000-17.000 privados de las necesidades más básicas.

En diciembre de 1944 en un área cercana a Lungitz los alemanes habilitaron una antigua fábrica creando Gusen III. Pero el aumento de subcampos no era suficiente para absorber el creciente número de presos. Entre 1940-1944 cada cama de cada barracón fue utilizada de 2 a 4 individuos.

La red de subcampos, que se amplió con Ebensee y Melk, incluía además de las canteras de granito, fábricas de armas, municiones y otro tipo de productos y minas. Los prisioneros también fueron destinados a granjas próximas o la perforación de tuneles como el de Loibl-Pass que conectaba Austria y Eslovenia.

El trabajo de los prisioneros era diverso y estaba relacionado con la industria bélica: armas secretas, desarrollo de combustible para las V2, componentes para los V2 y ensamblaje de aviones Me262 (primer avión de combate a reacción)

El ritmo de producción era duro y agotador. Los prisioneros que ya no rendían eran exterminados en el campo central o con una inyección en el propio campo y posteriormente incinerados.

El 6 de agosto de 1940 numerosos grupos de republicanos españoles capturados en Francia como parte del ejercito galo y que estaban en campos de prisioneros de guerra fueron transferidos a Mauthausen-Gusen. Entre 1940-1945 pasaron por este campo y el resto de los subcampos unos 7.200 españoles, de los que cerca de 5.000 fallecieron.

Los primeros prisioneros de guerra soviéticos que presentaban agotamiento tras los combates fueron gaseados e incinerados en el Castillo de Hartheim en 1940. Meses más tarde en 1941 llegó otro grupo de rusos al campo para ser gaseado a principios de 1942.

En 1944 tocó el turno a los judíos húngaros y holandeses que murieron victimas de las condiciones del campo, agotados por los trabajos forzados o arrojados desde la cantera a 80 metros de altura conocida como Muro de los Paracaidistas por los SS.

En los meses finales de la guerra unos 20.000 prisioneros de otros campos fueron transferidos.

Unos 235.000 prisioneros de diversa procedencia y condición pasaron por todo el conjunto. Unos 122.000 fueron asesinados. El resto trabajó en la cantera Wienergraben y cayeron a causa de las condiciones del campo, victimas de la desnutrición y las enfermedades.

En septiembre de 1944 llegaron las primeras prisioneras de Auschwitz a Mauthausen a las que pronto se sumaron mujeres y niños de Ravenbrück, Bergen-Belsen, Gross Rosen y Buchewald.

A todas ellas las acompañaba un nutrido grupo de matronas y guardianas de las SS de las que al menos 20 trabajaron en el campo y 60 en el resto del complejo (Hirtengber, Lenzing, St Lamprecht).

Sus nombres son conocidos gracias a los detallados registros laborales de los responsables del campo: Jane Bernigau, Margarete Freinberger, Marie Herold, Anna Kern, Maria Kunik, Hildegard Lachert, Marianne Paegel, Albine Pallaoro, Amalie Payrleitner, Therese Pichler, Eleonore Poelsleitner, Antonia Rachbauer, Elsa Rascher, Anna Reischer, Hildegard Reiterer, Anna Schbesta, Edda Scheer, Aloisia Schekolin, Hermine Schmied y Rosa Seyringer.

MAUTHAUSEN EL CAMPO DE LOS ESPAÑOLES

La llegada de españoles a Mauthausen comenzó en agosto de 1940 y continuó hasta 1945, todos provenían de la Francia ocupada y eran parte del medio millón de republicanos españoles que cruzaron la frontera con el país galo tras perder la Guerra Civil Española.

-6 de agosto de 1940: 392 españoles

-9 de agosto de 1940: 168 españoles

-13 de agosto de 1940: 91 españoles.

-24 de agosto de 1940: 430 españoles algunos pertenecientes al Convoy de los 927.

-30 de agosto de 1940: 22 españoles.

Después de 1943 los españoles que llegaban a Mauthausen-Gusen habían sido detenidos por su actividad en la Resistencia Francesa. Unos 35.000 participaron en la Segunda Guerra Mundial. Cerca de 10.000 acabaron en campos de concentración.

Mauthausen-Gusen es conocido como El Campo de los Españoles, puesto que fueron trabajadores españoles quienes lo construyeron. Para los franceses en su mayoría comunistas que llegaron después, los españoles merecían un respeto tremendo, puesto que “cada piedra de Mauthausen representaba la vida de un español”.

Los españoles tallaron en la piedra los 186 escalones irregulares de la escalera que separaba la cantera de los barracones y que los deportados subían unas 10-12 veces por día, cargados con grandes bloques de granito a la espalda, mientras eran vigilados por los kapos, prisioneros convertidos en capataces o en la mayoría de los casos antiguos presos comunes supervivientes de la función inicial del campo.

Los kapos empujaban a los prisioneros, les golpeaban con bastones, les ponían la zancadilla. Pero los verdugos, kapos y SS se llevaron una sorpresa el 26 de agosto de 1940 cuando los españoles guardaron un minuto de silencio y organizaron un funeral con honores militares por la muerte del primer prisionero español José Marfil natural de Fuengirola, Málaga. Ese minuto de silencio no fue el último ni el único y los responsables del campo comprendieron que los españoles continuaban firmes en sus convicciones políticas.

Con el tiempo algunos dejaron la cantera y pasaron a ser albañiles, peluqueros, administrativos, sastres, intérpretes o fotógrafos, lo que les garantizaba más posibilidades de supervivencia y una posición privilegiada para acceder a información vital que sostenía la organización clandestina republicana desde 1941.

Esta labor clandestina fue crucial porque cuando en 1942 llegaron los primeros deportados de la resistencia francesa y del frente ruso los españoles les ayudaron a organizarse y a sobrevivir.

Los prisioneros españoles que desempeñaban actividades administrativas pudieron salvar por ejemplo a alguno de los condenados a morir en las naves repletas de agua helada hasta la cintura, repartían medicinas robadas de la enfermería, redistribuían los alimentos, falseaban las defunciones permitiendo que los débiles y los enfermos tuvieran alguna oportunidad de recuperarse.

El espíritu combativo de los españoles era lo que más sorprendía a los deportados de otras naciones. Tenían una fe ciega en que los nazis serían derrotados, tal vez porque llevaban luchando contra ellos desde 1936. Cuentan que cada vez que un español destinado en la cantera llegaba al escalón 186 decía “Una victoria más”.

Tan convencidos estaban de que los nazis perderían la guerra y serían juzgados que decidieron reunir pruebas contra sus verdugos. Uno de los españoles más decisivos en Mauthausen fue Mariano Constante, recientemente fallecido en Francia en donde se instaló tras su liberación. Al finalizar la guerra Mariano Constante y algunos de sus compañeros de clandestinidad rompieron sus lazos con el PCE tras ser prácticamente acusados por los dirigentes del partido en el exilio, Santiago Carrillo entre ellos, de ser unos traidores a la lucha, simplemente por haber sobrevivido.

Contaba en un documental Mariano Constante que fue él quien propuso al catalán Francesc Boix para trabajar en el laboratorio fotográfico del campo. Este servicio registraba todas las visitas y acontecimientos importantes en Mauthausen-Gusen.

Boix pronto informó de la posibilidad de obtener un negativo extra por cada foto realizada y que estas pruebas serian definitivas para condenar a los nazis en un juicio por sus crímenes. El problema no residía en obtener el negativo sino donde guardarlo de forma que los alemanes nunca lo descubriesen e intentasen destruirlo.

La participación de los miembros más jóvenes del llamado Convoy de los 927 fue decisiva en aquella operación complicada y peligrosa. Los niños de la Poschaca, eran los únicos que salían del campo a trabajar en el exterior. En realidad Poschaca era la deformación de Poschacer el nombre de una empresa de Mauthausen (que todavía existe y cuyo nombre podemos consultar en internet amén de conocer sus servicios a través de su página web) que alquiló a los nazis mano de obra joven.

Cada mañana estos niños formaban en el centro de una plaza cercana a la fábrica. Y cada mañana a pesar de la situación, bromeaban entre ellos en español. Pronto observaron como una mujer paseaba cerca del grupo a la misma hora. Un día finalmente la mujer se acercó a ellos y les preguntó si eran españoles. Ante su respuesta afirmativa, les confió que su hermano había muerto en España durante la Guerra Civil como miembro de las Brigadas Internacionales.

Poco a poco la mujer y los niños fueron consolidando sus lazos emocionales mientras los SS que los custodiaban permanecieron ajenos a la situación.

El comité comunista español en la clandestinidad pronto intuyó que aquella era la oportunidad que esperaban. Y tras pedir a aquella mujer su ayuda, los niños de la Poschaca cada mañana sacaban del campo los negativos que resultarían demoledores para los criminales de guerra nazi en el juicio de Nuremberg.

El 5 de mayo de 1945 el Ejército norteamericano entró en Mauthausen y liberó el campo. Pero para su sorpresa los aliados comprobaron que las banderas nazis habían sido sustituidas por banderas republicanas y una gran pancarta en la que se leía “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”.

Cuando los republicanos españoles pidieron a los americanos un transporte para trasladarse al pueblo de Mauthausen, solo tenían una idea: recuperar los negativos realizados por Francesc Boix.

En la puerta de su casa les esperaba su amiga austriaca, que durante aquellos años había guardado las evidencias contra los nazis en un hueco de la pared de su jardín. Ni su marido ni sus hijas conocían este hecho.

Cuando los jerarcas nazis se sentaron en el banquillo de los acusados en Nuremberg sostuvieron que no conocían la existencia de los campos de concentración. Pero las fotografías de Francesc Boix demostraron lo contrario. Albert Speer (él calculó las necesidades energéticas de los prisioneros para que no muriesen de inmediato en los campos y así pudiesen ser útiles) y Ernst Kaltenbrunner no solo conocían la existencia de los campos sino que habían visitado en más de una ocasión Mauthausen-Gusen.

Pero la guerra que para los prisioneros españoles había empezado el 18 de julio de 1936 no acabó el 5 de mayo de 1945 con la liberación puesto que no pudieron regresar a la España franquista aliada ideológica de los nazis y tuvieron que encontrar asilo en otros países, especialmente en Francia que siempre reconoció su esfuerzo.

Acabada la contienda Franco se alejó de su cuñado Serrano Suñer que había informado en su nombre a los alemanes que no había españoles fuera de la frontera de España. El régimen afirmó que no conocía la existencia de los campos. Pero la detallada y exhaustiva casi obsesiva documentación conservada por los nazis desmintió a Franco ante el mundo. No obstante los EEUU convirtieron al general en su aliado tras la guerra y de esta forma la dictadura continuó en España durante 4 décadas.

EPILOGO

Los alemanes dotaron a la palabra horror de un nuevo sentido. Buena muestra de ello es la lista de métodos de exterminio desarrollada a lo largo de los años y que no se limitó a gasear a los deportados.

Modos de exterminio

  • Celdas de castigo — estancias de unos 7 m² en las que los prisioneros no recibían comida ni bebida y solían morir al cabo de unos 12 días.
  • Flagelación — consistía en azotar al prisionero con 25 latigazos que él mismo debía contar en voz alta y en alemán; si se equivocaba, volvía a empezar el castigo.
  • Trabajo como esclavo en las canteras — además debían acarrear piedras de unos 20 kg por una larga escalinata de 186 escalones.
  • Caída de gran altura — Internos eran empujados desde la parte alta de la cantera, denominada "pared del paracaidista".
  • Cámaras de gas.
  • Cámaras de gas móviles — un camión con un tubo de gases dirigido al interior, que iba y venía entre Mauthausen y Gusen
  • Duchas heladas — aproximadamente 3.000 internos murieron de hipotermia debido que eran forzados a quedarse bajo una corriente de agua helada durante varias horas
  • Tiroteos masivos.
  • Experimentos médicos.
  • Sangrado — varios cientos de internos fueron desangrados hasta la muerte y la sangre extraída fue enviada al Frente del Este.
  • El tratamiento médico era prácticamente inexistente debido a las normas alemanas.
  • Ahorcamiento.
  • Hambre — sólo en el campo de Mauthausen aproximadamente 2.000 prisioneros por semana eran privados de comer hasta la muerte, las raciones de alimentos eran muy limitadas y en el período 19401942 un interno pesaba 42 kilos de media.
  • Fusilamientos por las SS.

En total, cerca de 9 millones de personas fueron asesinadas durante la guerra en campos de concentración como el complejo de campos Mauthausen-Gusen. Sólo unos 80.000 sobrevivieron la guerra. Las SS, antes de retirarse el 4 de mayo de 1945, trataron de destruir pruebas, incluyendo la documentación sobre los presos. Por ello sólo aproximadamente 40.000 víctimas han podido ser identificadas.

Lista Deportados por Provincias

Álava = 3
Albacete = 93
Alicante = 129
Almería = 156
Ávila = 33
Badajoz = 149
Baleares = 39
Barcelona = 603
Burgos = 27
Cáceres = 51
Cádiz = 57
Canarias = 22
Castellón = 116
Córdoba = 252
Cuenca = 60
Gerona = 155
Granada = 174
Huelva = 11
Huesca = 249
Jaén = 125
León = 25
Lérida = 180
Lugo = 21
Madrid = 287
Málaga = 153
Murcia = 233
Orense = 22
Oviedo = 99
Palencia = 19
Pamplona = 20
Salamanca = 13
Santander = 59
Segovia = 13
Sevilla = 75
Soria = 12
Tarragona = 263
Teruel = 188
Toledo = 184
Valencia = 177
Vizcaya = 31
Zamora = 13
Zaragoza = 191



Internos famosos
NUREMBERG

Este es unos de los cientos de testimonios y no precisamente judíos, talvéz el que más datos aportó en los juicios que sirvieron para inculpar a muchos de los oficiales nazis de las barbaries cometidas.

Juicio a los Principales Criminales de Guerra Alemanes
En Nuremberg, Alemania
21 de enero a 1 de febrero de 1946
Cuadragésimo Quinto Día: Martes, 29 de enero de 1946

EXTRACTO DE LA DECLARACIÓN DE FRANCISCO BOIX EN NUREMBERG

Sr. DUBOST: El testigo que me propongo pedirle al Tribunal que escuche aclarará un punto pendiente desde hace varias semanas. El Tribunal recordará que cuando mis colegas presentaron sus pruebas, surgió la cuestión de saber si Kaltenbrunner había estado en Mauthausen. Para demostrarlo, voy a llamar al Sr. Boix, que demostrará al Tribunal que Kaltenbrunner estuvo en Mauthausen. Hizo fotografías, y el Tribunal oirá su testimonio y verá las fotografías que el testigo ha traído consigo.

(FRANCESC BOIX subió al estrado).

EL PRESIDENTE:

P: Muy bien. ¿Cómo se llama?

R: Francesc Boix.

P: ¿Es usted francés?

R: Soy un refugiado español.

EL PRESIDENTE: Repita este juramento. Juro hablar sin odio ni miedo, y decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.

(El testigo repitió el juramento).

EL PRESIDENTE: Levante la mano derecha y diga "lo juro".

EL TESTIGO: Lo juro.

EL PRESIDENTE: Puede sentarse. Sr. Dubost, ¿puede deletrear el apellido?

Sr. DUBOST: B-O-I-X.

Sr. DUBOST:

P: ¿Nació usted el 14 de agosto de 1920 en Barcelona?

R: Sí.

P: ¿Es usted un reportero fotográfico? Usted estuvo internado en el campo de Mauthausen desde...

R: Desde el 27 de enero de 1941.

P: ¿Entregó usted a la comisión de investigación un cierto número de fotografías?

R: Sí.

P: Se van a proyectar en la pantalla y usted declarará bajo juramento en qué circunstancias y dónde se hicieron estas fotografías.

R: Sí.

P: ¿Cómo hizo estas fotografías?


R: Debido a mi experiencia profesional me enviaron en Mauthausen a trabajar en la sección de identificación del campo. Había una sección fotográfica, y se podían tomar fotografías de todo lo que ocurría en el campo y enviarlas al Alto Mando en Berlín.

(Proyección de las fotografías).

Esto es una vista general de la cantera.

P: ¿Es aquí donde trabajaban los internos?
R: La mayoría de ellos.

P: ¿Dónde está la escalera?

R: En la parte de atrás.

P: ¿Cuántos escalones había?

R: Al principio había 160 escalones. Después fueron 186.

P: Podemos pasar a la siguiente fotografía.

R: Esta se hizo en la cantera durante una visita del Reichsführer Himmler, Kaltenbrunner, el Gobernador de Linz y algunos otros líderes cuyos nombres no conozco. Lo que ven abajo es el cadáver de un hombre que había caído desde la parte de arriba de la cantera, y cada día caían algunos.

P: Podemos pasar a la siguiente fotografía.

R: Esta se tomó en abril de 1941. Mis camaradas españoles que habían buscado refugio en Francia empujan una vagoneta cargada de tierra. Ese es el trabajo que teníamos que hacer.

P: ¿Quién tomó esta fotografía?

R: Por aquel entonces Paul Ricker, un profesor de Essen.

P: Podemos pasar a la siguiente.

R: Esto es una fotografía de un austriaco que se había fugado. Era carpintero en el garaje, y se las arregló para hacer una caja, una caja en la que pudo esconderse para salir del campo. Pero poco después lo volvieron a capturar. Le pusieron en la carretilla en la que se llevaban los cadáveres al crematorio. Había algunos letreros que decían en alemán: "todos los pájaros han vuelto". Fue sentenciado, y después desfiló delante de 10.000 deportados con la música de una banda gitana. Cuando le colgaron, su cuerpo osciló con el viento mientras tocaban la "Polka del Barril de Cerveza".

P: La siguiente. En esta foto los españoles están a la izquierda, son más bajos.

R: El hombre de delante con la boina es un criminal de Berlín de nombre Schulz que era empleado en estas ocasiones. Al fondo pueden ver al hombre al que van a colgar.

P: La siguiente. ¿Quién hizo estas fotos?

R: El Oberscharführer de las SS Fritz Kornac. Tropas americanas lo mataron en Holanda en 1944.

Este hombre recibió un balazo en la cabeza. Lo colgaron para hacernos creer que se había suicidado y que había tratado de tirarse contra la alambrada. La otra fotografía muestra a unos judíos holandeses. Se tomó en el barracón de cuarentena. Los judíos se vieron empujados a lanzarse contra la alambrada el mismo día de su llegada porque se dieron cuenta de que no tenían ninguna posibilidad de escapar.

P: ¿Quién hizo estas fotografías?

R: Por aquel entonces el Oberscharführer de las SS Paul Ricker, un profesor de Essen, vicelíder de las SS.

P: Siguiente.

R: Son dos judíos holandeses. Pueden ver la estrella roja que llevaban. Eso fue un intento de fuga, "Fluchtversuch".

P: ¿Lo era en realidad?

R: Los SS los enviaron a coger piedras cerca de la alambrada, y los guardias de las SS de la segunda alambrada les dispararon porque recibían una recompensa por cada hombre que paraban.

La otra fotografía muestra a un judío en 1941 durante la construcción del campo ruso, que después se convirtió en el campo sanitario. Se colgó con el cordón que usaba para sujetarse los pantalones.

P: ¿Fue un suicidio?

R: Eso se dijo. Era un hombre que ya no tenía esperanzas de escapar. Fue empujado a la desesperación por los trabajos forzados y las torturas.

P: ¿Qué es esta fotografía?
R: Un judío cuya nacionalidad no conozco. Lo pusieron en un barril de agua hasta que no pudo soportarlo más. Lo golpearon hasta casi matarlo y le dieron diez minutos para ahorcarse. Usó su cinturón para hacerlo porque sabía lo que le ocurriría si no.

P: ¿Quién tomó esta fotografía?

R: El Oberscharführer de las SS Paul Ricker.

P: ¿Y qué es esta fotografía?

R: Aquí pueden ver a la policía de Viena visitando la cantera. Esto fue en junio o julio de 1941. Los dos deportados que ven aquí son dos de mis camaradas españoles.

P: ¿Qué están haciendo?

R: Le están indicando a la policía cómo tenían que subir las piedras porque no había ningún aparato para hacerlo.

P: ¿Conocía a alguno de los policías que vinieron?

R: No, porque sólo vinieron una vez. Sólo tuvimos tiempo de echarles un vistazo.

La fecha de esta fotografía es septiembre de 1943, en el cumpleaños del Obersturmbannführer de las SS Franz Ziereis. Está rodeado de todo el personal del campo de Mauthausen. Puedo darles los nombres de todas las personas de la fotografía.

P: Pasen a la fotografía siguiente.

R: Esta es una fotografía tomada el mismo día del cumpleaños del Obersturmbannführer Franz Ziereis. El otro hombre era su adjunto, he olvidado su nombre. Se ha de recordar que este adjunto era miembro de la Wehrmacht y se ponía uniforme de las SS en cuanto llegaba al campo.

P: ¿Qué es esta fotografía?

R: Es la misma visita a Mauthausen de oficiales de policía en junio o julio de 1941. Es la puerta de la cocina. Los prisioneros que están ahí de pie habían sido enviados a la compañía disciplinaria. Usaban ese pequeño aparato en sus espaldas para llevar piedras de hasta 80 kilos hasta que terminaban exhaustos. Muy pocos hombres volvían de la compañía disciplinaria.

Esta foto en particular muestra la visita de Himmler a la Führerheim del Campo de Mauthausen en abril de 1941. Se ve a Himmler con el Gobernador de Linz al fondo y al Obersturmbannführer Ziereis, el oficial al mando del Campo de Mauthausen, a su izquierda.

Esta es otra foto que se tomó en la cantera. En la parte del fondo a la izquierda pueden ver un grupo de deportados trabajando. En primer plano están Franz Ziereis, Himmler y el Obergruppenführer Kaltenbrunner. Lleva la insignia dorada del Partido.

P: ¿Esta foto se tomó en la cantera? ¿Quién la hizo?

R: Una vez más el Oberscharführer de las SS Paul Ricker. Esto fue en abril o mayo de 1941. Este caballero visitaba frecuentemente el campo en ese tiempo para ver cómo se podían organizar campos similares en Alemania y en los países ocupados.

P: He terminado. ¿Nos asegura que esta persona es realmente Kaltenbrunner?

R: Lo aseguro.

P: ¿Y qué esta foto se hizo en el campo?

R: Lo aseguro.

P: ¿Le llevaron a Mauthausen como prisionero de guerra o como prisionero político?

R: Como prisionero de guerra.

P: ¿Había combatido como voluntario en el Ejército Francés?

R: En batallones de Infantería, en la Legión Extranjera, en el regimiento de pioneros adjunto al Ejército al que pertenecía. Estuve en los Vosgos con el 5º Ejército. Nos hicieron prisioneros. Nos retiramos hasta Belfort, donde me hicieron prisionero la noche del 20 al 21 de junio de 1940. Me juntaron con algunos compañeros españoles y nos transfirieron a Mauthausen. Sabiendo que habíamos sido antes republicanos españoles y antifascistas, nos pusieron con los judíos como miembros de un orden inferior de la Humanidad. Fuimos prisioneros de guerra durante seis meses, y después nos enteramos de que el Ministro de Exteriores se había entrevistado con Hitler para discutir la cuestión de los extranjeros y otros asuntos. Nos enteramos de que nuestra situación había sido una de las cuestiones tratadas. Oímos que los alemanes preguntaron qué se debía hacer con los prisioneros de guerra españoles que habían servido en el Ejército Francés, los que eran republicanos y ex-miembros del Ejército Republicano. La respuesta...
P: Eso no importa. Así que aunque usted era un prisionero de guerra, lo enviaron a un campo que no estaba bajo control del Ejército.

R: Exacto. Éramos prisioneros de guerra. Se nos dijo que nos tranferían a un mando subordinado al igual que a todos los demás franceses. Después nos transfirieron a Mauthausen, donde vimos por primera vez...

EL PRESIDENTE: Hable más despacio.

R: ...vimos que no había soldados de la Wehrmacht, y nos dimos cuenta de que estábamos en un campo de exterminio.

P: ¿Cuántos de ustedes fueron allí?

R: Nosotros éramos 1.500, y había un total de 8.000 españoles.

P: ¿Cuántos de ustedes fueron liberados?

R: Aproximadamente 1.600.

P: No tengo más preguntas.

EL PRESIDENTE: ¿Quieren hacer alguna pregunta?

GENERAL RUDENKO: Tengo algunas preguntas. Si el Presidente me lo permite, las haré en la sesión de mañana.

EL PRESIDENTE: Se levanta la sesión.

(Se levantó la sesión hasta el 29 de enero de 1946 a las 10 horas).


Hace unas horas alguien en twitter ha retuiteado el mensaje de un joven cuya forma de pensar le acerca bastante a los creadores del horror. Imagino que el retwiteador lo ha hecho con la idea de poner en evidencia a este personaje. Pero creo sinceramente que le ha hecho un flaco favor  a la humanidad. Por curiosidad he echado un vistazo a los contactos del retwiteado.
Me he quedado sin palabras. Cuanto odio en la red. Y lo peor, cuanto odio vertido por una generación que no está cerca en el tiempo de este periodo de la historia, que todo lo que dice lo ha recogido de oidas, porque alguien lo ha dicho delante de él.
Triste muy triste. Lo peor es que alguien siga negando la evidencia. Sucedió. Hay pruebas y el terror sigue vivo y duele. Que no se repita por favor, que no se repita....



18 de noviembre de 2013: Graciela Villaverde desde Argentina ha dejado este mensaje:"

Te falta un fallecido en Gusen el 9 de Noviembre de 1941, Quintín Villaverde Foguet, natural de Masegoso de Tajuña, Guadalajara, mi tío abuelo, combatiente voluntario por su Republica. Puedes verificarlo en el Libro memorial de los españoles deportados a los campos nazis y en otras muchas paginas.
Un saludo desde Argentina, desde el fin del mundo, la llama de la memoria sigue viva.



 







 

3 comentarios:

  1. Te falta un fallecido en Gusen el 9 de Noviembre de 1941, Quintin Villaverde Foguet, natural de Masegoso de Tajuña, Guadalajara, mi tio abuelo, combatiente voluntario por su Republica. Puedes verificarlo en el Libro memorial de los españoles deportados a los campos nazis y en otras muchas paginas.
    Un saludo desde Argentina, desde el fin del mundo, la llama de la memoria sigue viva.

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  2. Solo podremos ser personas el día que nos demos cuenta de que la historia no es una asignatura escolar o batallitas que cuentan los abuelos.

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  3. Muy desagradable lo que dice, se hubiera ahorrado el comentario.

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