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domingo, 29 de abril de 2012

RACISMO,XENOFOBIA...MOMIAS


Me doy un respiro tras la tarea de buscar documentación para las anteriores entradas sobre el racismo y la xenofobia, tema propuesto por mi querida Annabel Pintó y que ni ella ni yo sospechábamos que fuese tan extenso y arduo.

Confieso que uno de los medios que empleo para distraerme es la televisión. No diré que no eché algún vistazo por motivos profesionales a los llamados programas contenedores que tanto gustan a mis conciudadanos y conciudadanas. Ni diré tampoco que no me encuentro entre los consumidores habituales de series y películas que hablan de crímenes, misterios y demás. Como guionista intento descubrir las historias tejidas por los autores de estas producciones.

En contadas ocasiones dedico mi tiempo a ampliar mis humildes conocimientos a través del material contenido en documentales de historia. De los documentales sobre naturaleza y animalitos mejor no hablar. Me superan. Ya sé que si soy aficionada a las series criminales debería estar encantada con la visión de grupos de animales que luchan por su supervivencia, de individuos jóvenes, enfermos o ancianos que son atacados por sus enemigos naturales obedeciendo a las leyes naturales de la vida y la muerte.

Pero me reconozco cobarde en este aspecto. No soporto a los babuinos en particular y su crueldad, ni a los grandes depredadores que durante horas pueden acosas a sus presas hasta que mueren agotadas, aterrorizadas y desangradas. No obstante ellos lo hacen para sobrevivir y salvo contadas ocasiones en las que puede tratarse únicamente de una expedición de castigo no lo hacen como el ser humano por placer o deporte o como en el caso de ciertos programas de gran éxito, que despiezan aún con vida a sus objetivos mediáticos sin piedad.

Finalmente tras pulsar compulsivamente las teclas del mando a distancia que me permite cambiar de canal sin esfuerzo alguno, centro mi atención en la segunda cadena de Televisión Española puesto que como siempre ofrece un interesante documental sobre historia, apto para una selecta minoría. Y digo minoría no en tono elitista o peyorativo, sino porque la inmensa mayoría anda pendiente de las hazañas de un deportista de elite dedicado a golpear con fuerza una pelota en una cancha de tenis en el marco de un prestigioso torneo internacional. Debo confesar que el tenis, la pesca y el golf me aburren soberanamente. Tal vez sea debido a mi ignorancia acerca de las reglas que rigen estas disciplinas.

El documental en cuestión repasa la vida de uno de los faraones egipcios más importantes y longevos y que desde que se empeñó en atravesar el Mar Rojo previamente separado por el poder divino a través de Moisés-Charlton Heston, en la producción Los Diez Mandamientos ha despertado el interés de propios y extraños. Me refiero a Ramsés II.

El narrador habla de las gesta militares de Ramsés II, de su reinado, del poder de Egipto sin apartarse un milímetro del guion habitual. Cuando llega el momento de hablar del gran faraón convertido en momia en esta ocasión mi interés ha cambiado de punto de vista.

Desde que fue descubierta su momia Ramsés II, ha experimentado de todo menos el descanso eterno esperado.



Debido a la exposición pública momia presentaba un deterioro tan importante que de no buscar un remedio en la ciencia moderna, podría perderse para siempre.

Una de las primeas mujeres que dirigió una expedición arqueológica en Egipto, de nacionalidad francesa fue la encargada de dictaminar el grado de deterioro de los restos del faraón y encontrar una solución. Por ello el faraón viajó hasta Paris en donde fue recibido con honores de jefe de Estado e incluso se programó que el sequito científico pasara delante del Obelisco de Ramses II que se encuentra en la capital francesa.

Sometidos sus restos a diversas pruebas el viejo faraón fue  tratado  para frenar el deterioro que presentaba al tiempo que proporcionaba  a la comunidad científica nuevos datos sobre el proceso de momificación en el antiguo Egipto.

Tanto Ramsés II como algunos de sus antepasados y sus descendientes han sido estudiados con cierto respeto y reverencia. Pero el resto de las momias egipcias de comunes mortales que únicamente pretendían pasar la eternidad de forma digna, no solo han sido despojadas de sus ajuares, sino vendidas, expuestas o convertidas en polvo pretendidamente medicinal, en combustible…

Y he aquí de nuevo el doble rasero de Occidente para tratar determinados temas. Si alguien profana una o varias tumbas en un cementerio no importa cual sea la confesión a la que pertenezca, la noticia no solo dará la vuelta al mundo, e indignará a todas la s mentes bienpensantes y mejor actuantes de nuestra civilización. Sino que pasaremos las horas mirando al cielo, en espera de las señales que indiquen que el fin del mundo ha llegado, que lo que temíamos va a pasar porque hemos enojado a los dioses al no respetar a los muertos.

Bueno a nuestros muertos claro está, a los que son muertos de primera. El resto, los que son más antiguos, los que hace siglos que dejaron este mundo terreno y con un poco de suerte han encontrado la paz eterna da lo mismo si los desenterramos, radiografiamos, cortamos cachitos para analizar, fotografiamos, trasladamos a otro país más civilizado para conservarlo…da lo mismo, no importa, todo sea en aras de la ciencia.

No fue suficiente colonizarles, convencerles de su inferioridad, convertir su tierra en el patio trasero, robarles, explotarles y matarles, todo dentro de un contexto histórico tal vez menos avanzado y salvaje, sino que ahora además turbamos su paz, su reposo eterno

Que se lo cuenten también al pobre Tuthankamon que además de ser un títere en manos de la elite sacerdotal egipcia que pretendía blindar el poder que había perdido en el reina anterior, murió muy joven y desde que se descubrió su tumba fue considerado responsable de las muertes de aquellos que directamente habían participado en la profanación de sus resto.

Tan solo basta con escuchar la palabra momia y ya nada detiene a los estudiosos. No importa si es egipcia o procede de algún lugar de la América pre colombina o de Asia. No recordamos que se trata de los restos de un ser que miles de años antes sufrió, vivió, amó y luchó como nosotros y de que le debemos el mismo respeto que esperamos para nuestros difuntos.

Tal vez por ello durante años mi concepto sobre ciertos temas científicos e históricos fuera más que dudoso.

En la década de 1980 simultaneaba mis estudios de radio con los de técnico sanitario. En cierta ocasión varias condiscípulas y yo realizamos una excursión junto con una de las profesoras a titulo personal a la provincia de Girona concretamente a la conocida localidad de Banyoles.

Tras pasar una agradable mañana y comer en un restaurante de la zona, decidimos visitar un museo del que yo no había oído hablar hasta ese día, el Museo de Ciencias Naturales conocido también como Museo Darder que constituye un claro ejemplo de que la ciencia de finales del siglo XIX y principios del XX se movía en una frontera extraña entre la colección científica y las curiosidades populares Para los que no podían desplazarse a la capital para contemplar y conocer tanto animales del país como especies exóticas, este tipo de colecciones eran un sustitutivo valido..

Inaugurado en 1916 fue una propuesta ambiciosa alumbrada al amparo de las excavaciones realizadas en aquel tiempo en un poblado lacustre del pleistoceno situado en las inmediaciones del lago de Banyoles. Los citados trabajos arqueológicos devolvieron a la superficie la mandíbula de un Neanderthal de entre 6.000-7.000 años de antigüedad y que está considerada como una referencia de la paleontología y la antropología internacional.

El primer director fue Francesc Darder i Llimona, hombre respetado, naturalista, medico, veterinario y taxidermista que durante la Exposición Universal de Barcelona de 1888 regentó una tienda-museo en la misma y en la que se mostraba los resultados de la taxidermia o naturalización, cercanos a la categoría de arte. Caber recordar por otra parte que la zoología actual debe a esta técnica buena parte de sus progresos.



Darder también fue catedrático de zoología en la Escuela Superior de Agricultura y creador del Parque Zoológico y del Museo Zootécnico de Barcelona y desarrolló una interesante labor como ictiólogo en Barcelona y Banyoles, contribuyendo a la repoblación piscícola del Lago de Banyoles.



Por ello Darder dotó al Museo de una singular colección de zoología que mostraba animales disecados en vitrinas decoradas a semejanza de sus hábitats naturales. La muestra se complementaba con una colección etnológica de parte del mundo conocido bautizada como Sala del Hombre y que incluía una momia peruana, la cabeza de un druida de Gales, la cabeza de un aborigen sueco y la de un indígena de la Isla de Pascua entre otros especímenes.


La muestra dedicada a los seres humanos se complementaba con cuatro elementos más.

En primer lugar se mostraban las pieles curtidas de un hombre y una mujer, que según figuraba en la guía del museo habían formado parte de las pruebas presentadas contra dos estudiantes de medicina de la Facultad de Barcelona que en una clara muestra de mal gusto habían encargado a un curtidor de la ciudad el trabajo. Al parecer la procedencia de las pieles humanas curtidas era más que dudosa.

En segundo lugar los visitantes podían contemplar una momia egipcia que al parecer Darder había adquirido a un proveedor de antigüedades y que fue declarada en la aduana del Puerto de Barcelona como un fardo de bacalao seco conservado en sal.


En 1999 fue descatalogada de la colección tras el dictamen en 1984 de una comisión del Govern de la Generalitat de Catalunya que certificó que se trataba de una falsificación. No obstante aunque no fuese una momia egipcia no cabía duda de que se trataba de restos humanos manipulados con alambre para garantizar la postura característica de una momificación.

Y en tercer y último lugar se podía observar el cuerpo disecado y ataviado con objetos rituales de un bosquimano, probablemente originario de Betchuana, conocido durante años como El Negro de Bañolas. Por lo visto Darder lo había comprado a unos naturalistas franceses en la Exposición Universal de París. Los citados caballeros lo habían encontrado enterrado (y que desenterraron) en la selva africana poco después de que según les contaron los porteadores de la expedición, hubiese sido degollado en castigo por alguna falta cometida en el seno de su tribu.


A finales de la década de 1990 un médico africano que visitó el museo hizo publica su indignación al comprobar que los restos del bosquimano eran reales. Durante meses la opinión pública se enfrentó al hecho de que en un lugar del mundo civilizado a punto de entrar en el siglo XXI se podía encontrar una muestra del desprecio con el que se había tratado a los pueblos colonizados durante siglos.

Tras una dura polémica ética y diplomática los restos del Cafre Bosquimano, fueron devueltos a la Organización de Estados Africanos y se procedió a su sepultura en su país de origen Botswana el 5 de octubre de 2000.



En los últimos años la opinión pública se ha enfrentado a la polémica generada a raíz de una exposición itinerante que mostraba cadáveres humanos conservados mediante la técnica de la plastinación que consistiría en la extracción de los fluidos del cuerpo y su reemplazo por polímeros de silicona. El creador de Our Body, nombre de la exposición es un médico europeo que ha afirmado que contaba con el consentimiento de los fallecidos para ser sometidos a este tratamiento final.

Tras pasar por EEUU (podemos ver parte de la exposición en una secuencia del remake de Casino Royal de la serie James Bond), Alemania y España (en Barcelona se instaló en el Museu de les Drassanes), la muestra llegó a Francia. Tras pasar por Lyon y Marsella, fue en París en donde la empresa responsable se encontró con problemas. Al parecer los 17 cuerpos humanos mostrados, hombres y mujeres, eran de origen chino y en base a la falta de respeto por el gobierno de China en materia de derechos humanos, para dos organizaciones humanitarias existían dudas más que razonables de que los fallecidos hubiesen dado su consentimiento para la plastinización de sus cuerpos. Ante la sospecha de que la procedencia de los cuerpos era poco clara, un juez aceptó la demanda y afirmó que la exposición   representaban “un atentado ilícito al cuerpo humano” y que los “cortes” de los cuerpos así mostrados, como “las coloraciones arbitrarias” y las “puestas en escena irreales” carecían de “decencia”. “El espacio que la ley asigna al cadáver es el del cementerio”, afirmando en su veredicto que “el objetivo comercial” que movía a los organizadores “atenta manifiestamente al respeto que se debe” al cuerpo.

Por tanto prohibió la exposición y dio a los organizadores un plazo de 24 horas para desmantelarla.

Los antropólogos afirman que en el momento en el que el ser humano se plantea la necesidad de rendir culto a sus muertos, de tratar a sus difuntos con reverencia y respeto, es cuando la evolución de nuestra especie experimenta un salto gigantesco hacia nuevas formas sociales. Por primera vez los seres humanos se han planteado la diferencia entre vida y muerte. Por primera vez la distancia con los primates es gigantesca.

El hecho de que contemplar los restos disecados de un ser humano de raza negra en una vitrina no me llevase a plantearme que aquella muestra estaba totalmente fuera de lugar en pleno siglo XX, el hecho de que sigamos contemplando momias egipcias o andinas como piezas de museo, el hecho de que alguien quiera sacar partido exhibiendo cuerpos humanos plastificados bajo el manido argumento de que todo se hace en aras de la ciencia y para divulgar el conocimiento, me lleva a pensar que estamos en claro momento de involución y que cualquier día volvemos a vivir en las copas de los árboles.

Eso si a este paso dejamos algún árbol en pie. En fin, que les dejo porque estoy preparando las dos últimas entradas (y no por falta de material, se lo puedo asegurar) sobre el racismo, la xenofobia y el papel que durante siglos ha jugado Occidente en el mundo.


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