Cada año en esta fecha me pregunto lo
mismo. Me pregunto como fueron capaces unos cuantos de condenar a la violencia
más absoluta a una mayoría, únicamente porque no supieron participar en el
juego de la democracia.
Cada año el 18 de julio representa para
mi ejercicio de reflexión y recuerdo. De reflexión porque trato de imaginar que
pasaba aquel día en las vidas de los que se vieron obligados a defender su
existencia porque unos cuantos decidieron tomar las armas y regar la tierra con
la sangre de toda una generación.
Lo cierto es que la Guerra Civil española
había comenzado 24 horas antes en las plazas de Ceuta y Melilla y en las Islas
Canarias. Luego el 18 de julio de 1936 la violencia se extendió a toda la
Peninsula y las Islas Baleares.
Hablar de la Guerra Civil sin haber
vivido el horror y la violencia, el dolor y la pena, la miseria y el terror no
es fácil.
Mi generación es la generación del
silencio, del pecado, de la culpa, de la oscuridad. Mi generación supo que sus
abuelos y sus padres habían vivido una guerra y una postguerra espantosas
porque tras la muerte del general se empezó a hablar de ello en voz baja, en
voz queda, con miedo.
Nadie excepto los protagonistas, unos de
buen grado y otros a la fuerza, sabe lo que pasó.
Nadie puede opinar, únicamente podemos
teorizar. Y escribir. Y desenterrar documentos, culpas y muertos.
Solo los pocos supervivientes de aquel
desastre pueden hablar y cuando lo hacen sus ojos se quedan vacíos y se vuelven
hacia el pasado con una intensidad que duele.
España se quebró en aquel 18 de julio de
1936. Se partió. Sangró. Y no se recuperó. Porque los que vencieron, no
convencieron. Simple y llanamente se lanzaron a una loca carrera de destrucción
y desastre que todavía hoy 18 de julio de 2012 resuena en nuestros caminos,
campos y cunetas.
Hubo muertos de primera, con honores y
medallas y muertos de segunda con ejecución y alevosía.
Los vencedores siempre dicen que la
violencia en la zona republicana fue atroz. Y tienen razón.
Pero olvidan porque les conviene que
fueron ellos los que se alzaron con violencia y odio contra la población civil
que después de siglos de atraso y explotación, empezó a pensar que tal vez el
mundo tenía un lugar para ellos.
Fueron los vencedores los que dieron el
pistoletazo de salida para que aquella carrera desbocada acabase en el abismo
más negro.
Fueron ellos los que no respetaron la
voluntad del pueblo soberano.
Fueron ellos los que se sorprendieron
porque no esperaban que el pueblo soberano se les enfrentase y les dijese que
no aceptaban su tutela. Cuando un pueblo prueba y huele la libertad es imposible
convencerle de que volver a la oscuridad es algo natural.
Estamos de acuerdo en que La Segunda
Republica Española no fue perfecta, en que cometió fallos. Pero debemos estar
de acuerdo en que no se le dio oportunidad alguna a la hora de mejorar los
fallos y evitarlos.
Fue más comodo afirmar que la Republica
trajo el desastre social. No. La República no engendró el revanchismo de la
clase popular hacia las clases altas. El pueblo estaba harto de siglos de
explotación y yugo, de arbitrariedad y manejo, de no ser dueños de sus vidas y
sus sueños.
Y cuando los de siempre en nombre de los
manidos principios de siempre decidieron que ya era hora de salvar el país, el
pueblo llano se plantó y dijo que no. Que no pensaban renunciar a todo lo que
habían conseguido y vivido.
La Guerra Civil Española fue la excusa
perfecta para que los dos bandos ideológicos de la vieja europa se enfrentasen
y experimentasen armas, estrategias y consignas que posteriormente durante la
Segunda Guerra Mundial convirtieron Europa en el escenario del horro con mayúsculas.
Pero Europa tras la guerra enfrentó sus
fantasmas y los exorcisó o al menos eso parece. Porque de nuevo nos encontramos
en un momento delicado y critico en todos los niveles.
España continuó enquistada en la
barbarie, retozando sobre los cadáveres, la injusticia y la sangre de los
pobres.
El régimen político de España fue tolerado
por una Europa culpable que dejó a su suerte al gobierno de la Republica.
Dentro de unas horas comenzará en ritual
que llevo a cabo cada año.
Releer varios libros que hablan sobre la
guerra civil española. El que más me interesa y al mismo tiempo me aterra es El
Arte de Matar de Jorge Reverte.
Es un libro que duele y que al mismo
tiempo resulta medicinal y catártico. Y que muchos deberían leer.
Especialmente las nuevas generaciones
herederadas de los vencedores de la guerra que defienden lo imposible porque
desde la infancia les han inculcado que ellos tienen la razón y los demás no.
Lo malo es que repiten sin entender las
consignas que les han pasado sus mayores. Y eso resulta muy peligroso en
exceso.
Lo se por experiencia. A mi me suspendían
sistemáticamente en química. Hasta que decidí aprenderme de memoria las
formulas más básicas. Y aprobé. ¿Imaginan que ahora me dedicase a manipular
productos químicos sin entender lo que hago? Pues es lo mismo.
La nueva generación heredera de los
vencedores de este despropósito llamado Guerra Civil repiten consignas sin
entender un solo ápice de las mismas y eso es peligroso muy peligroso.
Para ellos y para los que les rodeamos.
Y henos aquí de nuevo otro 18 de julio
con el panorama revuelto, con la vida desolada, con los sueños destrozados. Por
culpa de la avaricia y del ansia de poseer de los herederos de los vencedores a
los que debemos hacer justicia porque no solo ellos se han convertido en una
plaga para el pueblo. Algunos de los más reputados y sobresalientes
representantes del pueblo se han apuntado a este carro de avaricia y derroche
cumpliendo la máxima de que la izquierda es un largo camino hacia la izquierda.
Como dice el refrán “entre todos la
mataron y ella sola se murió”. Entre todos se han dedicado a desmantelar el
futuro de nuestros hijos y nuestros mayores. Se han beneficiado, aprovechado y
alimentado sin medida.
Entre todos nos han condenado a la
pesadilla más atroz. Y sinceramente…
No se como lo han hecho pero lo han
hecho. No se como ha sucedido pero ha sucedido. Nadie sabe la causa exacta pero
todos conocemos el efecto, las consecuencias. Ahora todos parecen sorprendidos.
Todos se preguntan como ha pasado. Todos plantean hipótesis que permitan
comprender el origen de este desastre. Y por mucho que nos esforcemos el daño
está hecho.
Buena parte de la población ha llegado al
límite de su resistencia. No se trata de algo tan simple como puede parecer que
nos suban los impuestos, que nos recorten los sueldos o las libertades.
Se trata nada más y nada menos de que
quienes están a nuestro servicio, quienes deben procurar y proteger nuestro
bienestar no solo no lo hacen sino que además nos faltan al respeto.
En realidad no les importamos lo más
mínimo. No contamos para ellos. No somos historias individuales que sumadas
hacen un todo magnífico y excepcional.
Solo somos cifras sin rostro ni
sentimientos a las que se puede exigir, reprobar públicamente, insultar,
golpear, prohibir, ridiculizar, explotar sin el menor signo de remordimiento.
Sin un ápice de arrepentimiento.
Estamos ahí para ser exprimidos,
utilizados, mangoneados, dirigidos, manipulados, destruidos.
Ni merecemos al parecer ni una disculpa
ni una palabra de cortesía. Así que no podemos esperar a que nos muestren un
solo gesto de respeto.
Se embarcaron ellos solitos en una
empresa a todas luces destructiva. Como una plaga arrasaron todo a su paso. Por
el mero hecho de poseer más, de tener más, de ser más.
Son depredadores de almas y haciendas. De
nuestras almas que ya no resisten más esta situación. De haciendas humildes y
que ha costado sangre, sudor y lagrimas levantarlas.
Decidieron entre todos que el mundo les
pertenecía, que era suyo. Y nada les detuvo.
Se adueñaron de cada palmo de tierra, de
cada céntimo, de cada ilusión, de cada sueño.
Y los devoraron, sin saborearlos, sin
paladearlos, de forma repugnante y atroz.
No les importa que a su paso solo quede
destrucción y dolor. No les importa que estemos inmersos en una agonía
profunda.
No les importa nada ni nadie, excepto
ellos y los suyos. Como las plagas bíblicas han arrasado a su paso lo que han
encontrado sin ofrecer a cambio una solución.
Especulan, crean balances ficticios,
elaboran planes que no llevan a ninguna parte, enmiendan o transforman las
leyes a su conveniencia.
Si las ciudades les observan con ojos de
cuencas vacías en las que antes bullían miles de ilusiones no les importa.
Si las calles son ríos secos por los que
ya no transita la corriente humana no les importa.
Si los países claman de hambre y dolor no
les importa. Nadie ni nada les importa excepto ellos mismos, que se han
autoproclamado salvadores de la humanidad.
No respetan las arrugas del rostro de los
mayores que han construido con tanto esfuerzo lo que ahora ellos se empeñan en
destruir. Si esos mayores no pueden comer, medicarse o simplemente vivir no les
importa. Tan solo cuenta el dinero extra que les hacen pagar para existir
privándoles de la dignidad que otorga los años.
No respetan las ilusiones de los más
jóvenes. Les niegan el acceso al futuro. Eso si a los jóvenes de los que
consideran inferiores. Sus jóvenes, sus cachorros pueden acceder a lo que les
apetezca que para eso son herederos de estirpes alimentadas con la sangre de los
demás.
No respetan el paso firme de los más
maduros, de los que creyeron en un futuro mejor. De los que jugaron según las
reglas del juego del respeto, el esfuerzo y la honradez.
Han construido un paraíso privado por el
que caminan saludándose satisfechos de sus logros, felices de su fortuna,
sintiéndose invencibles porque según ellos la razón les asiste.
Nunca han soportado un solo reproche ni
que nadie les reproche sus actos en voz alta.
Y si alguien se ha atrevido lo ha pagado
caro. Muy caro. Con su vida en la mayoría de los casos.
Huelen el miedo como los perros de presa
y se lanzan veloces a cazar a su victima.
Viven por encima del bien y del mal. Su
interpretación de las normas morales es pasmosa.
Aplican una doble moral, un doble rasero
para juzgar las faltas de los demás. A ellos normalmente les sale bien. A los
demás, a los otros siempre todo nos sale mal.
Reinterpretan los códigos sagrados,
leyendo entre líneas y aplicando matices que les favorezcan.
La pregunta que me hago tras contemplar
como mi mundo, un mundo que cada vez reconozco menos, se desploma, es ¿hasta
cuando lo vamos a consentir? ¿a que esperamos para plantarnos y decir basta?
¿Qué más necesitamos para comprender que todo esto es una locura mayúscula que
se les ha escapado de las manos hace décadas? ¿Cuándo diremos se acabó y
empezaremos a exigir responsabilidades?
Sinceramente no tengo la respuesta pero
tengo millones de propuestas algunas de las cuales pueden resultar poco
viables, pero si hay un problema y no aportas soluciones formas parte del
problema
1-Lorca:No me refiero al gran
Federico poeta y dramaturgo, ser humano excepcional. Me refiero a la ciudad de
la región murciana afectada por un terremoto que aunque no fuese tan
espectacular como los que conocemos a través de las películas de catástrofes,
se saldó con muertos, heridos y sobretodo damnificados.
Les vimos durante meses alojados en
tiendas de campaña gigantes, vimos como diversas zonas de Lorca se convertían
en campamentos de refugiados. Sinceramente no lo comprendo.
No hubiese sido más fácil censar los
edificios cuya construcción se había visto afectada por la crisis del ladrillo,
evaluar el estado de los mismos y ponerse manos a la obra con capital público
para terminarlos, dando empleo a los que se habían quedado sin antes del
terremoto y a los que debido a la catástrofe se enfrentaban a un futuro negro.
No hubiese sido más sencillo censar a
estos cientos de personas y contratarles para la reconstrucción de las zonas
afectadas bajo la supervisión de los expertos. De esta forma la ayuda que
pudiesen recibir en forma de alimentos y servicios básicos no resultaría una
nueva línea en los informes de asistencia social, sino tal vez una nueva línea
de esperanza que devolviese a los damnificados su dignidad.
2-Ancianos,
Jóvenes y viviendas. Resulta increíble contemplar
como nuestros gestores a la hora de remover un solo papel saben de nosotros más
detalles de los que incluso nosotros conocemos. Pero lo más increíble es
conocer el gran número de ancianos que viven solos, sin asistencia, compañía o
acceso a los servicios más básicos. En la otra cara de la moneda nos
encontramos con jóvenes que solos o en pareja desean empezar una vida
independiente pero que no han podido acceder a una vivienda, la vivienda que
según la Constitución es un derecho inalienable de todo-a ciudadano-a.
No sería más sencillo censar los
edificios cuya construcción no ha concluido, equiparlos de forma optima,
convertirlos en pequeños complejos con presencia de personal sanitario y de
rehabilitación acreditados, lo que permitiría a los mayores vivir en una zona agradable.
No sería más fácil rehabilitar los pisos
de los ancianos y permitir a los jóvenes el acceso a la vivienda,
responsabilizándoles de cualquier reparación o desperfecto, del mantenimiento
de sus viviendas.
3-Cheques
bebé y subvenciones. No se trata de que los
gestores repartan el dinero de forma paternal. Se trata de proveer a la
sociedad de bienes, de servicios que nos permitan acceder a lo que todo ser
humano merece. Una vida digna. Si se crean suficientes guarderías, parvularios
y escuelas, si se permite que los padres y las madres puedan disfrutar de la
infancia de sus hijos al tiempo que contribuyen a la producción del país, si se
redactan leyes que regulen horarios y salarios, no será necesario premiar con
ese tipo de subvenciones algo que debe ser una satisfacción y una carga.
No es necesario incentivar el crecimiento
demográfico. Únicamente se trata de utilizar la lógica y los recursos.
La lista de propuestas es larga y está a
disposición de quien la quiera. Y estoy segura de que a todos se les ocurren
ideas brillantes al respecto.
Pero para empezar necesitamos recuperar
el sentido común y la cordura y detener la caída que hemos iniciado.
Todo el mundo recuerda siempre a Gandhi y
sus postulados sobre resistencia civil, objeción y no violencia.
Con ello logró vencer a un poderoso
imperio.
Pero no podemos quedarnos con la teoría debemos
ir más allá. Y comprender que nuestra voz puede y debe ser oída, escuchada.
Nuestros gestores nos deben un respeto.
Pidámoslo educadamente. Exijámoslo con
firmeza.
El futuro nos pertenece y nadie puede
decirnos lo contrario.
Los sueños pueden ser reales o pesadillas
espantosas.
Yo prefiero sueños que se convierten en realidades
pasmosas.
Las pesadillas deben quedar en el pasado.
El futuro puede ser brillante y
excepcional. Nunca tenebroso y lamentable.
Pero ciertamente la decisión es nuestra,
personal e intransferible.
Digamos basta, plantémonos.
Es la hora de que nuestra voz sea armónica
y libre-
En pie, firmes, dignos, orgullosos,
fuertes y soñadores.
La vida nos espera. Disfrutémosla.
Un abrazo a todos los que en estos días
intentan hacer las cosas bien. A todos los que no se rinden. A todos los que
creen que todo es posible.
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