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viernes, 27 de abril de 2012

RACISMO, XENOFOBIA


Me propone mi amiga Annabel Pintó un tema para este blog que ya no siento como mío sino como vuestro. Le indigna a mi querida amiga la falta de cortesía, empatía o tolerancia, con la que tratamos a los que han llegado buscando una vida mejor.

Tratar el tema sin ofender a unos y otros, caer en tópicos, resultar paternalista o superficial, sin dar argumentos ni legitimar a los que defienden lo indefendible, sin manchar la memoria de millones de victimas, resulta empresa poco menos que imposible.

Como siempre busco material para documentarme, en este caso sobre el racismo, la xenofobia, el rechazo visceral que nos producen por muy civilizados que nos postulemos, aquellos que son diferentes a nosotros. Puede parecer que lo sabemos todo sobre el tema, que ya está todo dicho, pero no es así. Por tanto mejor informarse, antes de escribir.

Y mientras buceo entre decenas de artículos y entradas que explican de forma más o menos científica la cuestión, mi mente salta de un pensamiento a otro, de una idea a otra.

La primera y más amable es una escena de la película Mi Gran Boda Griega, escrita y protagonizada por la gran actriz Nia Vardalos. Costas Portokalos, padre de Tula se desespera ante el empeño de su hija en casarse con americano, no griego. Cuando las dos familias se conocen el fracaso es total. Costas dice que su hija ha traído a casa un “Xenó”, un extranjero.

El siguiente pensamiento, tiene relación con un artículo publicado hace muchos años por El Periódico de Catalunya en un suplemento literario, que destacaba la publicación de una historia real que sucedió en EEUU a finales del siglo XIX. Un explorador occidental viajó hasta el Circulo Polar Ártico, y entró en contacto con varios grupos de inuits (nativos americanos conocidos como esquimales).

Durante varios meses convivió con ellos, observó sus costumbres y cuando finalizó su estudio propuso a varios de los adultos que viajasen con él a la gran ciudad. Confiando en la temporalidad de su aventura y en la palabra de su nuevo amigo, aceptaron la oferta y viajaron con él de regreso a la civilización. En aquella expedición también viajaba un menor.

Cuando llegaron a una de las grandes ciudades de EEUU fueron confinados en los sótanos de un prestigioso museo. La insalubridad del recinto, la dieta, el contacto con un medio contaminado, el estrés y el agotamiento, diezmaron el grupo inuit hasta que solo quedó con vida el niño.
Las autoridades del museo, organizaron un funeral al que asistió el pequeño que durante años creyó que sus familiares habían sido enterrados. Fue bautizado como cristiano, aprendió a leer y escribir y finalmente trabajó como vigilante del citado museo.
El capitulo más amargo de este drama llegó el día que descubrió en el almacén en el que se amontonaban especímenes animales a los que se les había practicado el arte de la taxidermia, los cuerpos de sus familiares, entre los que estaba su padre, disecados y ataviados con las ropas y los enseres que habían traído de su hogar.

El escandalo fue tal que de inmediato se organizó la vuelta del desesperado joven a su hogar. Pero habían pasado tantos años desde que viajó a la gran ciudad que ya no pertenecía a los suyos y tampoco se sentía parte del mundo que le había traicionado y humillado.

La siguiente idea me lleva a recordar la noticia aparecida en forma de titular breve hace casi diez años que hablaba de la intención de varias familias afroamericanas de demandar a algunas de las compañías más poderosas de EEUU puesto que la mayoría habían nacido y evolucionado a partir de las fortunas amasadas gracias al comercio de esclavos y a los beneficios obtenidos de la explotación de la mano de obra negra.

Que el racismo, la xenofobia, el rechazo a lo diferente, la capacidad de humillar, infligir daño a los semejantes es algo común a todas las culturas está más que probado. Lo que sucede es que Occidente se ha arrogado el papel de árbitro en estas y otras cuestiones de forma que emplea un doble rasero totalmente inadmisible.

Desde que el ser humano evoluciona hacia una sociedad compleja, los individuos ajenos al grupo, despiertan recelo, temor, rechazo y odio a la comunidad. Las reacciones ante lo distinto nunca se ajustan a la pretendida racionalidad, a la complejidad intelectual de la que los humanos presumen. Y hacen aflorar nuestra parte animal.

Y es entonces cuando damos un paso más y justificamos nuestras acciones con postulados pseudo intelectuales, mandatos divinos o teorías peregrinas.

Si el mundo actual vive inmerso en una espiral de violencia y destrucción, se debe a los pasos en falso que hemos dado en épocas anteriores.

El hecho de que los países que fueron colonias se enfrenten entre sí o de forma interna se debe a la incapacidad de Occidente para liberar a sus antiguas colonias de forma organizada y consciente.

Se les conquistó bajo la premisa de que eran culturas inferiores simplemente porque no vivían como nosotros. Sus países se convirtieron en el patio trasero de los imperios y reinos occidentales, en el que se podían amontonar nuestros desechos, porque para eso éramos los amos y señores del planeta.

Se les convenció a sangre y fuego de que su cultura no era valiosa, sus credos no fueron respetados ni su forma de entender la vida y su historia o sus símbolos aunque fuesen más antiguos que los occidentales no merecieron respeto.

Se les despojó de todo lo que les resultase valioso, se les implantó una cultura y un credo extraños y lenguas más extrañas todavía. Cuando llegó la independencia, habían perdido su identidad, obedecían a reglas de comportamiento ajenas y aprendieron los peores hábitos occidentales en política y administración.

La llegada de esclavos africanos a América como mano de obra se debe a la intervención de la Iglesia Católica Española en favor de los indígenas americanos en un momento en que se registra una mortandad superior a la deseada por parte de los colonizadores. Con el fin de continuar obteniendo beneficios del Nuevo Mundo la Iglesia aconseja que se emplee mano de obra negra, puesto que los indios, una vez bautizados tienen alma y que este punto en el caso de los negros es más que dudoso.

Australia es otro caso de como Occidente transformó en infierno para sus moradores nativos una tierra milenaria. Convertida en colonia penal, Australia con el tiempo se ha transformado en un país digno de admiración. Pero su pasado, la forma en que los blancos trataron y tratan a sus aborígenes constituye un episodio demasiado reciente y doloroso para el país. Uno de sus políticos más destacados prometió en campaña electoral que en caso de ser elegido una de las cosas que haría en primer lugar sería pedir disculpas publicas a los aborígenes por el trato recibido y en particular por el robo de bebés que duró hasta entrado el siglo XX con el fin de diluir la presencia nativa a base de conversiones religiosas, reducación e inserción en la sociedad blanca.

La lista de despropósitos, desgracias y capítulos más que dolorosos es tan larga que no tendríamos tiempo de desgranarla sin sentir al mismo tiempo un desgarro continuado en el alma.

Que los indios Caribes capturaban a sus enemigos para castrarlos, engordarlos y posteriormente emplearlos como alimento es un hecho, que la Roma Imperial empleaba a sus enemigos como botines de guerra y que algunos pasaban a entretener a los ciudadanos del imperio en espectáculos sangrientos es conocido.

Pero cuando se trata de reconocer que Occidente bajo una patina de civilización, poder y racionalidad se convirtió en la peor pesadilla del resto del mundo durante siglos, resulta poco menos que imposible puesto que muchos colectivos continúan defendiendo que al fin y al cabo Occidente llevo a aquellos pueblos la civilización y el orden.

Así pues no resulta extraño que continuemos considerando enemigos potenciales a los que llegan a nuestras casas buscando de forma temporal o permanente un futuro mejor.

No entraré en la necesidad de que los recién llegados conozcan y comprendan las tradiciones, la cultura y la lengua del país de acogida, puesto que a todas luces resulta no solo un gesto de cortesía e integración sino que constituye un paso más en aras de entender la nueva realidad que les acoge.

Pero en este punto de nuevo estamos errando la teoría y fallando en la práctica. Muchos de los que llegan de América del Sur a nuestro país, lo hacen convencidos de que no encontraran dificultades idiomáticas. Y cuando chocan con la realidad su frustración es mayúscula.

Si eligen como zona de residencia cualquier parte de la Península en la que no exista un idioma cooficial no pasará nada. Pero si se deciden por Catalunya, Euskadi o Galicia comprobaran que la realidad es otra.

Aunque no deben preocuparse. Los que habitamos las zonas bilingües también estamos un poco perdidos y nos sentimos extraños en casa propia. Porque a pesar de que las leyes reconocen en la práctica la necesidad de potenciar y respetar las particularidades culturales de la zona, siempre se nos recuerda que no es así. Y lo curioso es que los que hablan de proteger el Español como lengua, olvidan que la propia constitución afirma que el idioma oficial es el Castellano, es decir que la propia Constitución confirma que el idioma del reino de Castilla se ha impuesto por fuerza de conquista y posteriormente por fuerza de costumbre al resto de las lenguas del estado.

Llegada a este punto debería regresar al planteamiento inicial. El racismo, la xenofobia, el odio visceral que nos provoca lo que resulta diferente al grupo.

Uno de los casos más recientes en la memoria colectiva ha sido el exterminio en los campos de concentración de 6 millones de judíos, miles de gitanos, rusos, eslavos, españoles, homosexuales, testigos de Jehová, comunistas, prostitutas…por parte del Tercer Reich Alemán ideado, creado, dirigido por Adolf Hitler y que durante más de 10 años convirtió Europa en el infierno de Dante. No podemos olvidar tampoco los campos de prisioneros dirigidos por el ejército japonés en el Frente del Pacífico, a las esclavas sexuales, ni los campos de internamiento para americanos de origen japonés en EEUU tras el bombardeo de Pearl Harbour. Y si damos otro salto hacia atrás tampoco podemos olvidar el exterminio de las tribus nativas americanas que finalmente se vieron confinadas en territorios vigilados o reservas.

Pero mientras continuamos elaborando ensayos sobre el tema, celebrando homenajes a esas victimas o produciendo películas tremendamente realistas, olvidamos uno de los episodios más lamentables de la historia contemporánea occidental.

Se trata de los zoológicos humanos, presentes en Occidente hasta la Segunda Guerra Mundial y que obedecían a una actitud cultural de supremacía racial. Presentados como Exposiciones etnológicas o Ciudades de Negros, llevaban a la metrópoli en directo diferentes muestras de pueblos colonizados, expuestos en escenas artificiales en el marco de ambientes reconstruidos.

Uno de los primeros antecedentes de estos zoológicos humanos es la colección de Moctezuma en México que incluía no solo gran diversidad de animales procedentes de lugares remotos del continente, sino que exhibía seres diferentes como enanos, albinos y jorobados. Algo que tampoco era ajeno a las cortes europeas que se divertían a costa de los enanos.

Pero quien abrió las puertas a este tipo de exhibiciones fue Cristóbal Colón al presentar en 1493 ante la corte castellana varios indígenas procedentes del Nuevo Mundo.

Los Medici en el Renacimiento crearon una importante colección de animales en el Vaticano que en el siglo XVI fue ampliada por el Cardenal Hipólito de Medicis con una colección humana en la que según él se escuchaban hasta 20 idiomas distintos puesto que poseía moros, tártaros, indios, turcos y africanos.

En Londres y hasta su muerte en 1815 causó sensación Saartjie Baartman de la nación namaqua y que era presentada como la Venus Hotentote.

El siguiente paso fue convertir en negocio esas colecciones humanas. El empresario circense P.T. Barrnum presentó al público en febrero de 1835 a Joice Heth una mujer de 161 años y a los siameses Chang y Eng Bunker.

Tampoco podemos olvidar a Máximo y Bartola dos niños micros encefálicos procedentes de México que bajo el nombre de Niños Aztecas o Liliputienses Aztecas fueron exhibidos en EEUU y Europa.

Pero el concepto de zoo humano no forma parte de la vida cotidiana de Occidente hasta la década de 1870 a mediados del Nuevo Imperialismo de la mano del zoólogo, domador y director de circo alemán Carl Hagenbeck.

A los 20 años se encargaba de vigilar la colección de animales salvajes de su padre. Tras varias expediciones cinegéticas en poco tiempo amplió la colección hasta convertirla en la base de una empresa de prestigio que surtía de fieras a los zoológicos de todo el mundo.

En 1874 amplia su espectro comercial y decide exhibir humanos, como “poblaciones puramente naturales, con sus tiendas, arpones y trineos y un grupo de caribúes”. Los elegidos son samoanos y lapones.

En 1876 envía una expedición a Sudan para cazar animales salvajes y personas, de la nación Nubia. Esta exposición humana de gran éxito, recorrió París, Londres y Berlín.

En la siguiente expedición el agente de Hagenbeck viaja a Labrador para traer su zoo de Hamburg Tiepark un grupo de esquimales (Inuit) del asentamiento de Hopedale.

En 1881 las actividades de Hagenbeck le llevan a la zona austral de Chile en donde secuestra a un grupo de 11 káwesqar, hombres, mujeres y niños. Confinados en jaulas, los exhibirá en varias ciudades de Europa y morirán victimas de enfermedad, inanición y vejaciones físicas y sexuales.

Lo más destacado que hizo como zoólogo fue cruzar una leona con un tigre de Bengala y vender el hibrido por dos millones de dólares al zoológico portugués de Bisiano Mazinho. En 1903 adquirió una gran extensión de terreno en Stelligen cerca de Hamburgo donde estableció su famoso zoológico en el que sus animales vivían en él como en su ambiente natural. Falleció en 1913.

Geoffroy de Saint-Hilaire probablemente se inspiró en Hagenbeck para crear su zoo humano en el Jardín de Aclimatación de Paris. En 1877 Saint-Hilarie organiza dos exhibiciones etnológicas presentando a nubios e inuits al publico con tal éxito que se duplicaron las entradas al zoo. Los parisinos acuden a ver lo que la gran prensa califica entonces de "banda de animales exóticos, acompañados de individuos no menos singulares"

En 1907 se inaugura el Jardín Tropical de París con motivo de la exposición Colonial. Se trata de un jardín didáctico que muestra a los franceses las posesiones de África y Asía sin viajar.

El Pabellón Congo destruido por un incendio provocado, forma parte de los cinco pueblos construidos. Dos millones de visitantes descubren un campamento Tuareg, en el que los rebeldes escenifican una persecución, y a los Indochinos, Malgaches, Sudaneses y congoleses.

Pero desde el principio queda claro que incluso entre los especímenes mostrados hay diferencias claras. Cuando los cosacos son invitados al Jardín Zoologico la embajada de Rusia insiste en que no sean confundidos con los negros. Y cuando Buffalo Bill llega con su espectáculo sobre el Salvaje Oeste, se instala en una zona privilegiada porque trabaja con indígenas americanos. Los liliputienses por su parte son calificados como monstruos y bestias exóticas.

Lo más dramático es la reacción de la sociedad occidental. Pocos periodistas, políticos o científicos protestan ante las precarias condiciones sanitarias, alimenticias o de alojamientos de los salvajes que acaban en muerte, como fue el caso en 1892 de los indios Kaliña poco habituados al clima francés.

El publico arroja alimentos o baratijas a los individuos expuestos, los comparan con primates o se ríen ante una mujer que tiembla de fiebre en su choza.

Con el tiempo algunos de estos grupos integran ferias ambulantes y cobran un mísero sueldo. Pero la humillación es la misma.



En 1998 se inauguró una exposición en el museo Quai Branly de París, bajo el nombre de La Invención de lo Salvaje. Se trataba de mostrar que no existen razas o jerarquías, solo seres humanos, una sola especie. El jugador francés de futbol Lilian Thuram se convirtió en el portavoz más entusiasta de la exposición con su idea de que “Los prejuicios tienen su historia”. En aquel momento las encuestas confirmaban que un 55% de los franceses creían que existían las razas, los negros corren más rápido y los blancos eran mejores en matemáticas.

Para Thuram estaba claro que no nacemos racistas, que los prejuicios son condicionados y que no se trataba de culpabilizar sino de comprender para combatir esta idea.

Durante dos años Thuram trabajó con el historiador francés Pascal Blanchard buscando el material de la exposición. Al parecer el interés de Thuran, nacido en las antillas francesas y descendiente de esclavos y que recordó con horror que cuando llegó a Francia a los ocho años supo por primera vez que significaba ser negro, surgió tras una visita al zoológico de Hamburgo. En la entrada se decía que hasta 1930 se exhibían seres humanos encerrados en jaulas junto a los animales. La última de estas exposiciones de “especímenes de sociedades exóticas” tuvo lugar en Bruselas en 1958 y cerró sus puertas ante las protestas del público.

Las campañas publicitarias de estos zoológicos humanos hablaban por ejemplo de "Caníbales australianos, machos y hembras. La sola y única colonia de esta raza salvaje, extraña, degenerada, y la más brutal jamás sacada del interior de los dominios salvajes. La más baja categoría de la humanidad"

Otro de los herederos de este triste episodio es el jugador Christian Karembeu, nacido en Nueva Caledonia y cuyos abuelos fueron expuestos en una jaula en París y Alemania en 1931 como “caníbales”.

Tal vez creamos que esto solo sucedía en grandes ciudades europeas como París, Londres, Berlín o Hamburgo. Pero Barcelona y Madrid también fueron escenario de este tipo de espectáculos.

No obstante creo que merece capitulo aparte. Así que lo dejaremos para otra entrega de nuestro blog.

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