En los últimos días los gestores de la
administración de este país han llevado a cabo una serie de anuncios públicos
advirtiendo al pueblo de la necesidad de recortes económicos y de los planes
previstos para lograr que España no requiera un rescate por parte de la Unión
Europea, que a todas luces deben llevar a la revisión de la Teoría de la Relatividad, de más de un
capitulo de la serie Star Treck y de
la saga cinematográfica Star Wars.
Lo digo más que nada porque al parecer
nuestros gestores no acaban de dominar los conceptos espacio-tiempo. No seré yo
quien les cuente como va el tema, teniendo en cuenta que me suspendieron por
activa y por pasiva la física de segundo de bachillerato y que aprobar la
asignatura en cuestión me costó sudor, lágrimas y sangre.
Todavía resuenan los ecos de protesta
ante la reforma de las universidades españolas que a todas luces debían formar
futuros profesionales desde un punto de vista más práctico y por tanto
competitivo. Hablo del Plan Bolonia.
Sobre el papel el citado Plan resultaba
atractivo. Trasladado a la realidad se anunciaba como un autentico calvario
para los estudiantes universitarios.
El programa de trabajo del citado Plan no
permite a los alumnos trabajar y estudiar como hasta ahora ha hecho muchos de
nuestros licenciados y posteriores doctorados.
Porque cursar una carrera universitaria
en la mayoría de los casos resulta un esfuerzo económico enorme para los que
optan por esta opción académica debido a la carga económica que supone la
matriculación en cualquiera de nuestras facultades y el posterior año lectivo
correspondiente.
De entrada debo decir que no he formado
parte del nutrido grupo de licenciados universitarios del país. Cuando llegó el
momento de acceder a la universidad me vi en la obligación de renunciar a ello.
Ni tenía tiempo ni dinero, siendo este último aspecto, el económico, el más
importante.
Por tanto tan solo conozco la dinámica
del acceso a la formación universitaria de oídas, gracias a los comentarios de
amigos y alumnos.
Aquellos que al parecer son conocidos
como conspiranoicos, paranoicos de la conspiración tenían claro que se trataba
del primer paso hacia la regulación del acceso a la formación universitaria
para los más humildes. Hace muchos años que el hecho de que el hijo de un
obrero cursara estudios superiores representaba el triunfo más absoluto de la
clase trabajadora, encarnada por unos abuelos poco ilustrados y unos padres cuya
formación era básica y rudimentaria.
Pero el Plan Bolonia ha puesto las cosas
en su sitio. Si tienes que trabajar y estudiar al mismo tiempo, lo más probable
es que te rindas incluso antes de haber saltado a la pista académica. En caso
de que no te rindas fácilmente tus días y tus noches se convierten en un todo
estresante y agotador.
Al contrario de lo que podría parecer las
nuevas tecnologías no facilitan demasiado las cosas, sino que las enredan mucho
más. Los profesores se comunican a través de internet, los trabajos se cuelgan
en la red, los foros virtuales son una selva espesa y todo ello contribuye a un
estado permanente de tensión física y mental.
Cuando llega el momento de trabajar en
grupo la cosa no mejora porque a la aparente modernidad del sistema hay que
añadirle la peculiaridad humana de cada alumno.
Pero lo más terrible es que la base académica
de los futuros profesionales, los conocimientos que deberían adquirir en la
escuela y posteriormente el instituto son a todas luces escasos y si el alumno
en cuestión no hace gala de una curiosidad innata y de un apetito desmesurado
por saber y conocer, los conocimientos impartidos en el aula universitaria
suenan poco menos que a chino mandarín.
Antes de hablar de la reforma del sistema
universitario se debería planificar mejor el programa de trabajo de los alumnos
desde que inician su camino académico.
Soy consciente de que mi generación vivió
un tiempo de marcada politización y abuso excesivo del dogmatismo a su paso por
las aulas. Yo estudié España como un conjunto de 52 provincias puesto que se
incluían Ceuta, Melilla y el Sahara occidental. A partir de ahí ya pueden
hacerse una idea de la época de la que hablo.
Pero también debemos recordar que aprendíamos
a leer de tal forma que comprendíamos perfectamente el texto analizado. En la
actualidad aquellos que en teoría saber leer y escribir se limitan a unir
sonidos, letras, silabas y palabras y por tanto no existe una garantía clara de
que hayan comprendido nada del texto en cuestión.
Dedicábamos un tiempo a la lectura en voz
alta, al dictado, al análisis morfológico y sintáctico, al vocabulario y a la
ortografía, la geografía, la historia, la aritmética, las ciencias naturales.
Por más que lo intento no comprendo el
criterio empleado a la hora de confeccionar el temario de los libros de
consulta que deben manejar nuestros estudiantes más jóvenes.
Pero el desastre es tal que cuando hablas
de ciertos temas contemplas desolada la cara de pasmo de tus interlocutores. La
mayoría de las noticias que manejamos en los medios de comunicación son el
resultado de un largo proceso histórico que nuestros futuros profesionales
desconocen por completo.
Soy consciente de que mi generación ha
vivido cosas extraordinarias pero las que les ha tocado vivir a nuestros jóvenes
no lo son menos.
Si en clase comento los antecedentes de
la Organización de Naciones Unidas, debo remontarme a la Primera Guerra Mundial
y posteriormente a la llamada Sociedad de Naciones. Pues nada, si quiero que
alguien comprenda las dinámicas actuales me veo obligada a abordar ciertos
aspectos de la historia contemporánea que daba por supuesto que se conocían.
No hace mucho una joven estudiante de medicina
me confesaba que no conocía la existencia del gas mostaza. Si el uso de esa
primera arma química se hubiese limitado a la Primera Guerra Mundial no habría
problema, pero por desgracia ese fue el primer paso de una industria presente
en los conflictos posteriores incluidos los de este nuevo siglo.
En las últimas semanas ha sido noticia la
sentencia del Tribunal Supremo Francés que rectifica la decisión del Parlamento
francés en cuanto a condenar la negación del genocidio del pueblo armenio. Si
no fuese porque ciertos intelectuales turcos han estado a punto de enfrentarse
a una condena en los tribunales de su país por afirmar que el pueblo armenio
fue victima de genocidio o porque la decisión del Parlamento francés dio lugar
a un periodo de tensiones diplomáticas entre Ankara y Paris, no tendría mayor
relevancia. Sin olvidar que no hace muchos días se publicaba en la prensa la
situación de los descendientes de los asesinados.
Si hablamos del Tribunal Internacional de
Crímenes Contra la Humanidad debemos hablar de la guerra de Los Balcanes, en la
década de los 90 del siglo pasado, sin olvidar precedentes como la Primera
Guerra Mundial o el enfrentamiento entre serbios y bosnios allá por el 1400 y
pico y que dio lugar a que los bosnios atacados sistemáticamente por los
serbios recibiesen ayuda del Imperio Turco Otomano a cambio de abrazar la fe
del Islam.
Si hablamos del conflicto soterrado del Tíbet
debemos rescatar las promesas hechas por el gobierno británico en 1906 sobre la
protección del Tíbet en caso de ser invadido por parte de China. Y no podemos
olvidar la invasión del Tíbet y el exilio de su máximo representante Su
Santidad El Dalai Lama que ha renunciado a la independencia del país.
Si hablamos de la tensiones creadas por
la política de Irán en los últimos años, debemos recordar que los limites de
los países de la zona obedecen a una partición arbitraria llevada a cabo por
Occidente en la década de los años 30 sobre el mapa y que no obedecía en ningún
momento a la realidad étnica y cultural de sus habitantes.
Si vemos que la cotización del oro en los
mercados internacionales en los últimos años ha experimentado un incremento
notable, debemos recordar que desde el año 1922 Winston Churchill Ministro
Británico del Exchequer, Hacienda, adopta el patrón oro para la cotización
internacional de la libra esterlina y de paso podemos comprender las
reticencias británicas a entrar en el sector Euro.
La lista de detalles que a pesar de
pertenecer al pasado mundial, son el precedente de muchas de las crisis
actuales es enorme. No se trata por tanto de que nuestros estudiantes los
conozcan de memoria pero si de que sepan donde y como encontrar la información,
la documentación que les permita trabajar mejor su programa de estudios.
El sistema educativo ha convertido en
rehenes de las luchas políticas a los estudiantes. No les ha obligado a ser
curiosos, a amar la lectura. Saben leer, unir letras pero no comprenden nada de
lo que han leído. No saben sacar conclusiones. Su capacidad de análisis es
escasa y su vocabulario en ocasiones limitado.
En un tiempo en el que las nuevas tecnologías
deberían contribuir a una mayor rapidez a la hora de encontrar los elementos
que nos lleven a nuevas soluciones y resultados más brillantes nada de eso se
ha conseguido.
Hace unas horas en el programa nocturno
de Televisión Española 24 horas que dedica su tiempo a analizar la actualidad a
tiempo real, los sesudos colaboradores han concluido que los estudiantes que
accedan a la universidad deben ser aquellos que realmente no sean conflictivos,
aprovechen el tiempo y los recursos que la administración pone a su disposición
y que en definitiva lo merezcan. Que no todos deben o necesitan ir a la
universidad. Ha faltado poco para que afirmen que deben asistir a clase pulcros
y bien peinados.
La conclusión más inmediata ha sido que
la formación profesional deja mucho que desear actualmente. Pues claro. Porque
desde hace muchas décadas quien optaba por la Formación Profesional, era
sospechoso como mínimo de ser tonto de remate, un perdedor y un triste que como
no daba para más pues acababa formándose para trabajar en sectores manuales,
industriales. Así que hemos dejado que esa rama académica más practica y
necesaria cayese en el olvido.
Pero cabe recordar que tan necesario es
un medico o un abogado como un electricista, un lampista o un técnico en maquinaria.
Así que no contentos con el Plan Bolonia
ahora el gobierno presenta una serie de medidas económicas que darán al traste
seguramente con el futuro de los profesionales que deberían formar parte en los
próximos años de la sociedad española. Para ello no solo se propone un aumento
de las tasas de matriculación sino también una penalización económica para
aquellos estudiantes que deban repetir alguna asignatura. Y ya para rematar la
jugada imagino que se revisaran de nuevo las becas de estudio.
Queda claro que solo aquellos que tengan
la economía resuelta, los hijos y los nietos de la elite social, podrán acceder
a la formación universitaria.
En el sector profesional en el que me
muevo desde hace muchas décadas aquellos que tuvieron la suerte y el privilegio
de acceder a la universidad suelen mirar por encima del hombro a los que nos
hemos formado a un nivel académico más práctico.
Dudo mucho que los primeros profesionales
de la radio tuviesen una formación universitaria específica. Simplemente se
trataba de gente con mucho valor y gran curiosidad por una nueva forma de
comunicar.
No hace mucho alguien me dijo que
resultaba evidente que a pesar de mi experiencia, probada y amplia, carecía de pedigrí,
de un renombre profesional. Y tenía razón. No obstante tengo un nombre, el que
me impusieron mis padres al nacer y que figura en mi Documento Nacional de
Identidad. De eso no me cabe duda. Que haya desarrollado mi actividad
profesional en medios modestos y que el mundo no conozca mi existencia aunque
sea cierto sinceramente no me quita el sueño.
Pero como no puedo aportar un diploma un
titulo que acredite que he formado parte de la elite universitaria de este país
para muchos compañeros de profesión no me he ganado todavía el derecho a ocupar
mi pequeña parcela laboral. Prácticamente para ellos estoy aquí de prestado.
No obstante, como ya saben no me rindo. Aquí
estoy y aquí seguiré mientras cada mañana me despierte con la ilusión de
pertenecer a este medio. Y sinceramente si logro sobrevivir al panorama laboral
actual y llego a los 67 años y me jubilo en primer lugar habré fastidiado al
FMI porque seguiré viva y reclamaré lo que me pertenece y luego si las sucesivas administraciones no han
dinamitado del todo el sistema universitario, reclamaré una de las plazas
reservadas a los miembros de la tercera edad, estudiaré contra reloj y me
licenciaré.
Así tendré un diploma más para enmarcar y
de paso podré decir a mis detractores que si, que ya tengo nombre que no estoy
de prestado y que el lugar que ocupo me lo he ganado a pulso.
Lo único que espero es que los que logren
estudiar una carrera universitaria recuperen la curiosidad, la capacidad de análisis
y el amor por la lectura. Porque a pesar de las nuevas tecnologías la base
intelectual de nuestra sociedad, se encuentra en los libros que otros
escribieron hace siglos y se encontrará en los libros que algunos escribirán en
el futuro y que ya espero impaciente para disfrutarlos.
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