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viernes, 20 de abril de 2012

LA UNIVERSIDAD Y YO




En los últimos días los gestores de la administración de este país han llevado a cabo una serie de anuncios públicos advirtiendo al pueblo de la necesidad de recortes económicos y de los planes previstos para lograr que España no requiera un rescate por parte de la Unión Europea, que a todas luces deben llevar a la revisión de la Teoría de la Relatividad, de más de un capitulo de la serie Star Treck y de la saga cinematográfica Star Wars.

Lo digo más que nada porque al parecer nuestros gestores no acaban de dominar los conceptos espacio-tiempo. No seré yo quien les cuente como va el tema, teniendo en cuenta que me suspendieron por activa y por pasiva la física de segundo de bachillerato y que aprobar la asignatura en cuestión me costó sudor, lágrimas y sangre.

Todavía resuenan los ecos de protesta ante la reforma de las universidades españolas que a todas luces debían formar futuros profesionales desde un punto de vista más práctico y por tanto competitivo. Hablo del Plan Bolonia.

Sobre el papel el citado Plan resultaba atractivo. Trasladado a la realidad se anunciaba como un autentico calvario para los estudiantes universitarios.

El programa de trabajo del citado Plan no permite a los alumnos trabajar y estudiar como hasta ahora ha hecho muchos de nuestros licenciados y posteriores doctorados.

Porque cursar una carrera universitaria en la mayoría de los casos resulta un esfuerzo económico enorme para los que optan por esta opción académica debido a la carga económica que supone la matriculación en cualquiera de nuestras facultades y el posterior año lectivo correspondiente.

De entrada debo decir que no he formado parte del nutrido grupo de licenciados universitarios del país. Cuando llegó el momento de acceder a la universidad me vi en la obligación de renunciar a ello. Ni tenía tiempo ni dinero, siendo este último aspecto, el económico, el más importante.

Por tanto tan solo conozco la dinámica del acceso a la formación universitaria de oídas, gracias a los comentarios de amigos y alumnos.

Aquellos que al parecer son conocidos como conspiranoicos, paranoicos de la conspiración tenían claro que se trataba del primer paso hacia la regulación del acceso a la formación universitaria para los más humildes. Hace muchos años que el hecho de que el hijo de un obrero cursara estudios superiores representaba el triunfo más absoluto de la clase trabajadora, encarnada por unos abuelos poco ilustrados y unos padres cuya formación era básica y rudimentaria.

Pero el Plan Bolonia ha puesto las cosas en su sitio. Si tienes que trabajar y estudiar al mismo tiempo, lo más probable es que te rindas incluso antes de haber saltado a la pista académica. En caso de que no te rindas fácilmente tus días y tus noches se convierten en un todo estresante y agotador.

Al contrario de lo que podría parecer las nuevas tecnologías no facilitan demasiado las cosas, sino que las enredan mucho más. Los profesores se comunican a través de internet, los trabajos se cuelgan en la red, los foros virtuales son una selva espesa y todo ello contribuye a un estado permanente de tensión física y mental.

Cuando llega el momento de trabajar en grupo la cosa no mejora porque a la aparente modernidad del sistema hay que añadirle la peculiaridad humana de cada alumno.

Pero lo más terrible es que la base académica de los futuros profesionales, los conocimientos que deberían adquirir en la escuela y posteriormente el instituto son a todas luces escasos y si el alumno en cuestión no hace gala de una curiosidad innata y de un apetito desmesurado por saber y conocer, los conocimientos impartidos en el aula universitaria suenan poco menos que a chino mandarín.

Antes de hablar de la reforma del sistema universitario se debería planificar mejor el programa de trabajo de los alumnos desde que inician su camino académico.

Soy consciente de que mi generación vivió un tiempo de marcada politización y abuso excesivo del dogmatismo a su paso por las aulas. Yo estudié España como un conjunto de 52 provincias puesto que se incluían Ceuta, Melilla y el Sahara occidental. A partir de ahí ya pueden hacerse una idea de la época de la que hablo.

Pero también debemos recordar que aprendíamos a leer de tal forma que comprendíamos perfectamente el texto analizado. En la actualidad aquellos que en teoría saber leer y escribir se limitan a unir sonidos, letras, silabas y palabras y por tanto no existe una garantía clara de que hayan comprendido nada del texto en cuestión.

Dedicábamos un tiempo a la lectura en voz alta, al dictado, al análisis morfológico y sintáctico, al vocabulario y a la ortografía, la geografía, la historia, la aritmética, las ciencias naturales.

Por más que lo intento no comprendo el criterio empleado a la hora de confeccionar el temario de los libros de consulta que deben manejar nuestros estudiantes más jóvenes.

Pero el desastre es tal que cuando hablas de ciertos temas contemplas desolada la cara de pasmo de tus interlocutores. La mayoría de las noticias que manejamos en los medios de comunicación son el resultado de un largo proceso histórico que nuestros futuros profesionales desconocen por completo.

Soy consciente de que mi generación ha vivido cosas extraordinarias pero las que les ha tocado vivir a nuestros jóvenes no lo son menos.

Si en clase comento los antecedentes de la Organización de Naciones Unidas, debo remontarme a la Primera Guerra Mundial y posteriormente a la llamada Sociedad de Naciones. Pues nada, si quiero que alguien comprenda las dinámicas actuales me veo obligada a abordar ciertos aspectos de la historia contemporánea que daba por supuesto que se conocían.

No hace mucho una joven estudiante de medicina me confesaba que no conocía la existencia del gas mostaza. Si el uso de esa primera arma química se hubiese limitado a la Primera Guerra Mundial no habría problema, pero por desgracia ese fue el primer paso de una industria presente en los conflictos posteriores incluidos los de este nuevo siglo.

En las últimas semanas ha sido noticia la sentencia del Tribunal Supremo Francés que rectifica la decisión del Parlamento francés en cuanto a condenar la negación del genocidio del pueblo armenio. Si no fuese porque ciertos intelectuales turcos han estado a punto de enfrentarse a una condena en los tribunales de su país por afirmar que el pueblo armenio fue victima de genocidio o porque la decisión del Parlamento francés dio lugar a un periodo de tensiones diplomáticas entre Ankara y Paris, no tendría mayor relevancia. Sin olvidar que no hace muchos días se publicaba en la prensa la situación de los descendientes de los asesinados.

Si hablamos del Tribunal Internacional de Crímenes Contra la Humanidad debemos hablar de la guerra de Los Balcanes, en la década de los 90 del siglo pasado, sin olvidar precedentes como la Primera Guerra Mundial o el enfrentamiento entre serbios y bosnios allá por el 1400 y pico y que dio lugar a que los bosnios atacados sistemáticamente por los serbios recibiesen ayuda del Imperio Turco Otomano a cambio de abrazar la fe del Islam.

Si hablamos del conflicto soterrado del Tíbet debemos rescatar las promesas hechas por el gobierno británico en 1906 sobre la protección del Tíbet en caso de ser invadido por parte de China. Y no podemos olvidar la invasión del Tíbet y el exilio de su máximo representante Su Santidad El Dalai Lama que ha renunciado a la independencia del país.

Si hablamos de la tensiones creadas por la política de Irán en los últimos años, debemos recordar que los limites de los países de la zona obedecen a una partición arbitraria llevada a cabo por Occidente en la década de los años 30 sobre el mapa y que no obedecía en ningún momento a la realidad étnica y cultural de sus habitantes.

Si vemos que la cotización del oro en los mercados internacionales en los últimos años ha experimentado un incremento notable, debemos recordar que desde el año 1922 Winston Churchill Ministro Británico del Exchequer, Hacienda, adopta el patrón oro para la cotización internacional de la libra esterlina y de paso podemos comprender las reticencias británicas a entrar en el sector Euro.

La lista de detalles que a pesar de pertenecer al pasado mundial, son el precedente de muchas de las crisis actuales es enorme. No se trata por tanto de que nuestros estudiantes los conozcan de memoria pero si de que sepan donde y como encontrar la información, la documentación que les permita trabajar mejor su programa de estudios.

El sistema educativo ha convertido en rehenes de las luchas políticas a los estudiantes. No les ha obligado a ser curiosos, a amar la lectura. Saben leer, unir letras pero no comprenden nada de lo que han leído. No saben sacar conclusiones. Su capacidad de análisis es escasa y su vocabulario en ocasiones limitado.

En un tiempo en el que las nuevas tecnologías deberían contribuir a una mayor rapidez a la hora de encontrar los elementos que nos lleven a nuevas soluciones y resultados más brillantes nada de eso se ha conseguido.

Hace unas horas en el programa nocturno de Televisión Española 24 horas que dedica su tiempo a analizar la actualidad a tiempo real, los sesudos colaboradores han concluido que los estudiantes que accedan a la universidad deben ser aquellos que realmente no sean conflictivos, aprovechen el tiempo y los recursos que la administración pone a su disposición y que en definitiva lo merezcan. Que no todos deben o necesitan ir a la universidad. Ha faltado poco para que afirmen que deben asistir a clase pulcros y bien peinados.

La conclusión más inmediata ha sido que la formación profesional deja mucho que desear actualmente. Pues claro. Porque desde hace muchas décadas quien optaba por la Formación Profesional, era sospechoso como mínimo de ser tonto de remate, un perdedor y un triste que como no daba para más pues acababa formándose para trabajar en sectores manuales, industriales. Así que hemos dejado que esa rama académica más practica y necesaria cayese en el olvido.

Pero cabe recordar que tan necesario es un medico o un abogado como un electricista, un lampista o un técnico en maquinaria.

Así que no contentos con el Plan Bolonia ahora el gobierno presenta una serie de medidas económicas que darán al traste seguramente con el futuro de los profesionales que deberían formar parte en los próximos años de la sociedad española. Para ello no solo se propone un aumento de las tasas de matriculación sino también una penalización económica para aquellos estudiantes que deban repetir alguna asignatura. Y ya para rematar la jugada imagino que se revisaran de nuevo las becas de estudio.

Queda claro que solo aquellos que tengan la economía resuelta, los hijos y los nietos de la elite social, podrán acceder a la formación universitaria.

En el sector profesional en el que me muevo desde hace muchas décadas aquellos que tuvieron la suerte y el privilegio de acceder a la universidad suelen mirar por encima del hombro a los que nos hemos formado a un nivel académico más práctico.

Dudo mucho que los primeros profesionales de la radio tuviesen una formación universitaria específica. Simplemente se trataba de gente con mucho valor y gran curiosidad por una nueva forma de comunicar.

No hace mucho alguien me dijo que resultaba evidente que a pesar de mi experiencia, probada y amplia, carecía de pedigrí, de un renombre profesional. Y tenía razón. No obstante tengo un nombre, el que me impusieron mis padres al nacer y que figura en mi Documento Nacional de Identidad. De eso no me cabe duda. Que haya desarrollado mi actividad profesional en medios modestos y que el mundo no conozca mi existencia aunque sea cierto sinceramente no me quita el sueño.

Pero como no puedo aportar un diploma un titulo que acredite que he formado parte de la elite universitaria de este país para muchos compañeros de profesión no me he ganado todavía el derecho a ocupar mi pequeña parcela laboral. Prácticamente para ellos estoy aquí de prestado.

No obstante, como ya saben no me rindo. Aquí estoy y aquí seguiré mientras cada mañana me despierte con la ilusión de pertenecer a este medio. Y sinceramente si logro sobrevivir al panorama laboral actual y llego a los 67 años y me jubilo en primer lugar habré fastidiado al FMI porque seguiré viva y reclamaré lo que me pertenece y luego si  las sucesivas administraciones no han dinamitado del todo el sistema universitario, reclamaré una de las plazas reservadas a los miembros de la tercera edad, estudiaré contra reloj y me licenciaré.

Así tendré un diploma más para enmarcar y de paso podré decir a mis detractores que si, que ya tengo nombre que no estoy de prestado y que el lugar que ocupo me lo he ganado a pulso.

Lo único que espero es que los que logren estudiar una carrera universitaria recuperen la curiosidad, la capacidad de análisis y el amor por la lectura. Porque a pesar de las nuevas tecnologías la base intelectual de nuestra sociedad, se encuentra en los libros que otros escribieron hace siglos y se encontrará en los libros que algunos escribirán en el futuro y que ya espero impaciente para disfrutarlos.




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