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domingo, 6 de mayo de 2012

TIERRA DE FUEGO


Es sin duda alguna uno de los puntos más alejados de Occidente y al parecer uno de los territorios que todavía no se conoce con total exactitud. La primera vez que los europeos llegaron fue en 1520 con la expedición de Hernando de Magallanes, que probablemente bautizó esta como Tierra del Fuego debido a las grandes hogueras  en torno a las cuales se agrupaban los nativos: Shelk’nams (Onas), Yamanas (Yaganes), Alakalufes y Haush.

Durante más de tres siglos la corona española no se molestó en explorar o asentarse en la zona debido al difícil acceso que presentaba. En todo ese tiempo y de forma esporádica pasaron por allí expediciones inglesas, francesas y holandesas, además claro está de las españolas.

. Aunque durante el siglo XVII la corona española llevó a cabo varios intentos de colonización, no fue hasta que el capitán Fizt Roy acompañado en su segunda expedición por Charles Darwin a bordo del Beagle descubrió entre 1826 y 1830 una nueva ruta interoceánica, el Canal de Beagle. En 1869 el primer asentamiento fue una misión de pastores anglicanos dirigida por el reverendo T. Bridges en la zona del Canal Beagle.

Bridges eligió una bahía que los nativos llamaban Ushuaia (bahía que mira al poniente o bahía hermosa) situada en la costa sur de Isla Grande. En 1884 una expedición militar argentina creo la Subprefectura que dio lugar a la actual capital de provincia.

Del norte se ocuparon los salesianos que en 1893 se instalaron en la desembocadura atlántica del Rio Grande. La misión se llamó Nuestra Señora de La Candelaria y en 1921 constituía un centro de comercio tan importante que se convirtió en una capital de gran renombre.
Desde el momento en que Magallanes llegó al territorio la opinión general de los marinos y viajeros que viajaban hasta allí era unánime: Tierra de Fuego era un infierno barrido por el viento y rodeado por los glaciares de la Antártida. Los marinos más veteranos cuando se adentraban en la zona admitían no haber conocido nada igual.

En el diario del naturalista Charles Darwin que a los 22 años navegó durante un lustro a bordo del bergantín Beagle el paso por Tierra de Fuego podemos leer que “Tierra del Fuego tiene un clima horroroso, uno de los peores del mundo... El Beagle tuvo que luchar durante un mes con un mar borrascoso al intentar bordear el cabo de Hornos. Una gran ola abatió sobre el barco arrancando uno de los botes...".
Pero otras descripciones de la época hablan también de la belleza de “islas vírgenes y frondosas, de lagos cristalinos cuyo clima recuerda al del Norte de Inglaterra”.

Los europeos con el tiempo continuaron mostrando el desprecio por las culturas nativas de Tierra de Fuego del que han hecho gala en todas las latitudes por las que han pasado y se han establecido.

De la etnia Aush que muchos confunden con los Selk’nam sabemos que probablemente fueron los primeros habitantes de la zona pero que fueron empujados hasta el sur-este. Su economía, su vida cotidiana y sus mitos giraban en torno a la caza de focas.

También fueron los primeros en desaparecer totalmente: en 1910 tan solo quedaba una tribu compuesta por el padre, la madre y dos hijas. Uno de los estudiosos de la cultura Aush Lucas Bridges confesó en 1899 que si hubiese sabido que quedaban tan solo 60 indigenas no se hubiera molestado en aprender su idioma. Durante siglos los Aush temian a los onas puesto que estos les habían empujado hacia la parte más meridional de territorio.

Los onas que se autodenominaban "selk’nam"(hombres de a pie o gente del norte), se dividían en tres grupos: panikas (Pampa Norte), herska (bosques del sur) y chonkoyuka (de la sierra frente Bahia Inutil) y eran básicamente cazadores de guanacos. Su estructura social se centraba en una mitología compleja en la que destacaba la lucha entre el sol y la luna y que les dotaba de una cosmovisión que adquiría su punto más importante en el rito del hain.

El ocaso de los Onas llegó hacia 1880 cuando los estancieros, la mayoría de origen ingles iniciaron la colonización del territorio. Los Onas despojados de su hogar, las extensas llanuras de Tierra de Fuego, y sin posibilidad de cazar su sustento, rompieron las cercas con las que los colonos demarcaron sus tierras y cazaron las ovejas que estos criaban. Castigados por los colonos, los onas quemaron casas y atacaron campamentos.

Esta fue la excusa para que los señores ancestrales de la Tierra de Fuego fuesen cazados, exterminados, victimas de un genocidio conocido y olvidado, ignorado. Los colonos emplearon a asesinos a sueldo y contaron con el apoyo del ejército regular argentino.

Los Onas se defendieron con valentía pero sus arcos y flechas resultaban insuficientes ante la efectividad de las pistolas y los rifles. Los que sobrevivieron acabaron en las misiones salesianas. De cazadores pasaron a ser criados inscritos por consejo de los misioneros salesianos y los funcionarios como adoptados, tanto adultos como niños.

Por otra parte cuando una expedición chilena de 1879 informó de importantes yacimientos de oro en las arenas de los principales ríos de Tierra de Fuego, se desató un nuevo episodio de fiebre del oro y se registró la llegada masiva de extranjeros que buscaban una forma rápida de hacer fortuna. Pero el oro pronto se acabó y los colonos continuaron con sus explotaciones ganaderas.

Los campamentos mineros habían sido atacados en diversas ocasiones y las tensiones entre colonos y nativos llevaron a estos últimos a enfrentamientos graves entre clanes.

Para evitar que los nativos atacasen de nuevo a los ganaderos, estos además de contar con el apoyo del ejército, contrataron a asesinos a sueldo a los que pagaban ocho libras por cabeza. Y digo cabeza porque los cazadores enviaban los cráneos de los indios al Museo Antropológico de Londres. Capataces y peones ingleses, escoceses, irlandeses e italianos, fueron los "cazadores de indios" que pusieron el precio de una libra por testículos y senos y media libra por cada oreja de niño.

Los asesinatos múltiples de selk’nams fueron planificados por diversos cazadores, entre los que destacó por méritos propios el rumano Julio Popper. Sus enfrentamientos con los nativos le llevaron a perseguirles, matarles y robarles sus pertenencias con el fin de crear una colección propia de objetos que exhibía en un álbum de fotos, en los que se incluía la secuencia completa del ataque llevado a cabo por Popper y su grupo en la zona de San Sebastián. Lo más inquietante es que el 5 de marzo de 1887 Popper impartió una conferencia en el Instituto Geográfico Argentino de Buenos Aires, sobre las incursiones sobre la población selk’nam.

En la misma época en que Popper cazaba a los nativos en Tierra de Fuego, otra expedición enviada por el gobierno argentino a cargo del oficial Ramón Lista en 1886 pasó a la historia por la forma despiadada en que se condujeron los soldados a sus ordenes y que se saldó con el asesinato a sangre fría de unos 28 selk’nam cerca de San Sebastian.

En la lista de matanzas documentadas oficialmente destacan las siguientes:

25-11-1886. Playa de San Sebastian. 28 muertos. Documentada y consignada en el diario de bitácora de la misión de exploración. Lista desembarcó en la playa y el mismo día se encontró con una tribu ona. Al intentar hacerlos prisioneros los nativos se resisten y el capitán ordena abrir fuego matando a 27 individuos. Un salesiano que les acompaña recrimina a Lista su acción y este amenaza al religioso con fusilarlo. Días después encuentran a un joven ona escondido en las rocas y armado con un arco y una flecha. Le asesinan de 28 disparos.

Primera década del siglo XX..

1- Playa de Springhill Una tribu ona encuentra una ballena varada en la playa y proceden a despiezarla y comérsela. En un solo día gran parte de la tribu muere: la ballena había sido inoculada con veneno.

2- Punta Alta. 25 muertos. Una tribu ona resiste durante casi un día el asedio de los estancieros y sus empleados hasta que mueren todos.

3- Masacre en Playa Sto. Domingo. 300 muertos. Alejandro McLennan invita a una tribu ona a la que había atacado anteriormente a un banquete para sellar la paz. Durante la comida se sirve vino en abundancia. Cuando los nativos se han emborrachado, especialmente los hombres, McLennan se aleja y ordena a sus ayudantes ocultos en las colinas que abran fuego.

4- Lugar no precisado.Un inmigrante italiano que recorre el terreno buscando yacimientos auríferos descubre los cuerpos de 80 onas todos con signos de disparos masivos.

Pero no solo Julio Popper, Ramón Lista o Alexander McLennan forman parte de esta ilustre lista de asesinos de nativos en Tierra de Fuego. También destacan Alejandro Cameron, Samuel Hyslop, John McRae, Montt E. Wales y alguíen conocido como Mister Bond.

Para garantizar el éxito de cada expedición los cazadores de indios no se limitaban a emplear armas de fuego. Contaban con la eficaz ayuda de mastines traídos de Europa.

El uso de perros en este tipo de acciones no era nuevo. En la mayoría de barcos negreros estaba presentes perros adiestrados en atacar y devorar con vida a los esclavos que podían representar un problema para la tripulación y la seguridad de los barcos.

En el caso de Tierra de Fuego, los cazadores dejaban libres a los peligrosos mastines para rodear los campamentos nativos y hacer salir a los que se hubiesen escondido persiguiéndolos hasta que se encontraban frente a los cañones de los rifles. En el caso de los niños o los ancianos simplemente hacían presa del cuello y estos se desangraban rápidamente.

El éxito de la cacería era mayor si una nativa estaba embarazada y era capturada. Con una bayoneta le abrían el vientre, arrancaban el feto y tanto a la madre como al bebé le cortaban las orejas. Por ello recibían una recompensa mayor.

En el caso de que los adultos huyesen a algún lugar de difícil acceso, los niños capturados eran inoculados con agentes patógenos como la viruela y se les dejaba volver a los bosques. Esto significaba que los adultos morirían por contagio.

Este método ya se había llevado a cabo con éxito en 1763 cuando Lord Jeffrey Amherst, comandante general británico en el transcurso de la guerra entre Gran Bretaña y Francia por la posesión de Quebec obsequio a un grupo de nativos con gran numero de mantas procedentes del pabellón de enfermos de viruela del hospital de Massachusetts. Antes de un mes la tribu se había extinguido por completo.

Pero no solo Argentina jugó un papel destacado en la extinción de los nativos de Tierra de Fuego. Chile también aportó su parte en este macabro balance.

La creación en la década de 1890 de la Sociedad Explotadora de Tierra de Fuego, fue el principio del fin para las tribus nativas.

En 1884, menos de cuatro años después, la ocupación de la Tierra del Fuego abarcaba la practica totalidad de los territorios selk’nam, lo que provocó la desaparición de sus zonas de caza, de asentamiento, de ceremonias sagradas y de transito. Pero lo que realmente les llevó a la desesperación fue la perdida de su fuente de alimentación, el guanaco eliminados por los hacendados.

Para seguir alimentándose y tal como hicieron las tribus en Argentina, se dedicaron no solo a cazar ovejas sino también a robarlas para criarlas. El enfrentamiento entre selk’nam y koliots (hombres blancos en lengua nativa) no se hizo esperar.

Las autoridades siempre se posicionaron junto a los ganaderos. Los accionistas de la Sociedad Exploradora de Tierra del Fuego ocultaron siempre los hechos a la opinión pública. Los nativos que sobrevivían a las incursiones acababan en el sur de la zona amparados por las misiones salesianas en donde irremediablemente enfermaban especialmente de tuberculosis. Los responsables de las misiones no cesaban en su denuncia de los hechos y en la exigencia de envío de material farmacéutico y médico. De nuevo los indígenas se vieron en mitad de un conflicto, en esta ocasión entre el gobernador Manuel Señoret que apoyaba a los ganaderos y el jefe de las misiones salesianas Jose Fagnano.

Años más tarde la justicia chilena ante el clamor popular instruyó un sumario (1895-1904) dirigido por el juez Seguel que concluyó que las cacerías humanas en Tierra de Fuego no eran un mito, que las capturas masivas de indígenas y su posterior traslado a Punta Arenas había sucedido, y que las autoridades civiles habían sido cómplices de los ganaderos.

El proceso judicial solo culpó a algunos operarios de las estancias que quedaron en libertad pocos meses después. A pesar de que los autores intelectuales de los hechos imputados eran conocidos y se había confirmado su participación, nunca fueron procesados:

Mauricio Braun reconoció haber financiado algunas campañas y haber contratado a Alejandro Cámeron. José Menendez (suegro de Braun) era conocido por sus inversiones en la zona y admitió haber actuado con gran severidad contra los nativos contratando a un viejo conocido de los onas de Argentina, Alexander McLennan que había participado en la matanza de Cabo Peñas, que acabando con 17 indigenas. Los nombres de otros estancieros también salieron a la luz, Rodolfo Stubenrauch y Peter H. Mac Clelland así como la implicación del gobernador Señoret y funcionarios como José Contardi que nunca velaron por el cumplimiento de la ley.

Finalmente, tras los enfrentamientos directos, se dio paso a un segundo plan: erradicar a todos los indígenas existentes en la isla para ser enviados a la misión de Dawson. En aquella apartada isla, los indígenas sucumbieron rápidamente frente al avance de la colonización. A las innumerables mermas de población ocasionadas por las verdaderas cacerías de que fueron objeto a manos de las estancias, debía agregarse los estragos provocados por el contagio de diversas enfermedades, las que en definitiva terminaron por ocasionar un daño tanto o mayor que las cacerías humanas dirigidas. De acuerdo a los datos de las fuentes, más de 1500 almas en tan sólo 40 años murieron a causa de contagios y proliferación de enfermedades propias de las poblaciones colonizadoras.
Entre la primera mitad del siglo XIX y la primera década del siglo XX fue común entre los barcos que navegaban por la costa de Tierra del Fuego practicar el tiro contra los indigenas que se reunían junto a las hogueras que dieron nombre al territorio. Desde los barcos se avistaban los asentamientos, se ajustaba el tiro y se hacía blanco. Puesto que las tripulaciones no desembarcaban y continuaban su viaje se deconoce el número aproximado de victimas que esta actividad pudo causar.

Los selk’nam también formaron parte de la Exposición Universal de París. Un empresario y ballenero conocido como Maitre secuestró a once nativos y los llevó a Europa. Una familia entera fue introducida en una jaula de hierro. De los once dos murieron en el viaje de ida, dos murieron en la jaula de hambre y maltrato. Uno de ellos llamado Calafate se fugó en Francia y logró llegar a Montevideo. Los seis restantes fueron entregados al doctor Bulmes que los embarcó de regreso. Solo cuatro llegaron a la misión salesiana de Punta Arena.

En 1898 el gobernador de Tierra de Fuego, Coronel Godoy envió dos familias Ona a la Exposición Nacional de Buenos Aires. Les alojaron en una gran tienda y durante las horas de visita el publico contemplaba el expectaculo exótico de seres ataviados con ropas y enseres de la edad de piedra.


EPILOGO

En 2006 el Museo de La Plata en Argentina, mostraba en sus vitrinas restos de los nativos asesinados en las matanzas, cuyos cuerpos habían sido en muchas ocasiones desenterrados y descarnados.

Otra parte de la colección de huesos humanos procedía de un grupo de nativos que durante años vivió en el Museo y fue estudiado en vivo. Muchos de ellos murieron en el museo y se procedió a su esqueletización y posterior exhibición. Un grupo de estudiantes de antropología intenta desde hace mucho tiempo documentar cada caso y hacer que los restos exhibidos regresen a su lugar de origen.

En 2004 el Censo de Argentina dio como resultado que se reconociesen como onas descendientes de primera generación unos 391 onas, ningúno de los cuales reside en comunidades indígenas. Se calcula que en la segunda mitad del siglo XXI ya no quedará nadie vivo que hable la lengua nativa.

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