Hola de nuevo a todas y a todos! Cuantos
días sin contaros nada! Y no es que no tenga un millón de cosas para compartir
creedme. Lo que sucede es que como dijo Ortega y Gasset “Yo no soy sino yo y
mis circunstancias” y mis circunstancias al igual que las vuestras me llevan a
desarrollar un ritmo frenético que en ocasiones me hace desear que el día
tuviese más horas para finalizar mis tareas de forma ordenada y tranquila.
Pero como dijo otro filosofo “lo que no
puede ser no puede ser y además es imposible”. Así que de nada sirve lamentarse
en exceso.
En fin que en estas y otras reflexiones
andaba yo estos días cuando ayer viví una historia que a pesar de no ser
importante, de que no aparecerá en las portadas de los diarios ni en las redes
sociales ni en ninguna plataforma informativa, me obligo a pensar en el mundo
que hemos construido.
La protagonista se llama Flora. Tiene
unos ojos grandes y preciosos que te observan con mucha atención. Sus orejas
son largas y están siempre alerta descifrando los sonidos del mundo que la
rodea. Su cuerpo, cálido, tierno y delicado muestra las señales del hambre.
Puedes notar sus huesos delicados a través de su piel, recubierta por un pelaje
gris perla precioso y agradable al tacto.
Al parecer Flora llegó en la Navidad
pasada a un hogar en el que la voluntad y los deseos de los niños son más
importantes que la lógica y el sentido común. La niña de la casa deseaba tener
un compañero de juegos vivo. Y alguien de su familia tuvo la brillante idea de regalárselo.
Flora no hace ruido, es muy coqueta y
limpia, solo necesita para vivir lechuga, zanahorias, un poco de pienso
especial para los de su especie y agua para hidratarse.
Probablemente con el tiempo Flora, por
ser tan discreta y silenciosa, se ha convertido en una molestia para su joven
dueña. No emite ruiditos ni sonidos atractivos como una videoconsola, no corre detrás
de ti, si le lanzas un palito no sale disparada a cogerlo y traértelo, no imita
sonidos. No obstante en las pocas horas que pude observar a Flora, me inundó
una ternura tan grande y una tranquilidad aun mayor con solo verla que no puedo
describir y que me sorprendió positivamente.
Me gustó conocer a Flora. Por su mirada
inteligente, por su fragilidad, por su discreción, por su agradecimiento.
La encontraron en el patio interior del
lugar en el que trabajo unas compañeras a primera hora de la mañana. Temblando,
asustada y como os he dicho hambrienta y deshidratada y con muestras evidentes
de que en las últimas semanas no la habían cuidado debidamente.
Mis compañeras al mismo tiempo que
habilitaban una caja de cartón para que Flora se sintiese un poco más segura, y
compraban una jugosa y tierna lechuga sin olvidar que también necesitaba agua
para saciar su sed, iniciaron una actividad detectivesca digna de elogio.
Finalmente la joven dueña de Flora
apareció. Y nos contó que sus padres le habían dicho que se había escapado pero
que lo que al parecer había sucedido era que la habían abandonado a su suerte
en el patio interior.
Flora fue afortunada porque a pesar de
que no hay presencia felina en la zona, si que podemos hablar de compañías
dudosas como las ratas de ciudad y las agresivas gaviotas, que con el tiempo
han conquistado los cielos de Barcelona y cada vez que les parece llevan a cabo
razzias de castigo y vuelos de intimidación entre humanos y demás animales de
ciudad.
La joven propietaria de Flora renunció a
su custodia y entregó a sus salvadoras la jaula y uno de sus juguetes. El
siguiente paso consistió en encontrar antes de este fin de semana un nuevo
hogar para Flora. Estoy segura de que la misión culminará con éxito. Por cierto
Flora es un conejo hembra.
La reflexión que me ha ocupado en las
últimas horas aunque es simple me ha llevado a desarrollar varios puntos.
Para empezar los padres de la joven ex
propietaria de Flora, han cometido el error más grande que se puede cometer.
Enseñar a su hija que los animales son juguetes y que por tanto una vez que se
rompen o ya no nos interesan podemos deshacernos de ellos con total
tranquilidad, como quien saca la basura de casa cada noche sin sentir
remordimiento o culpa alguna.
Por otra parte le han enseñado que no es
necesario afrontar responsabilidades en la vida. Si hacemos algo y sale mal,
con negar la evidencia está solucionado el tema.
Así que las reglas de juego que empleamos
en nuestra vida cotidiana en el mundo que hemos construido están regidas
básicamente por el egoísmo, la falta de empatía, la falta de sensibilidad, la
incapacidad para aceptar responsabilidades.
Todo y todos somos prescindibles y remplazables.
No importa si se trata del ámbito familiar, del entorno laboral o de las
relaciones personales o sentimentales.
Si algo no funciona se tira, se abandona
y ya está pasamos al siguiente nivel. Si una mascota crece y nos molesta o ya
no resulta graciosa se abandona en una cuneta, un patio interior o en el peor
de los casos se le mata y ya está. Total son irracionales, no sienten, padecen
o sufren. El ser humano es el rey de la Naturaleza y el resto de los animales
están a su servicio.
Si un anciano se convierte en una carga,
porque ya no es autónomo, porque necesita nuestra atención, nuestro afecto y
cuidados, se le abandona en una gasolinera o se le ingresa en un centro y a
otra cosa mariposa.
Si un niño resulta conflictivo o molesto
se le conceden todos los caprichos y se acepta su chantaje emocional. Es menos
cansado que enseñarle la diferencia entre el bien y el mal, entre lo correcto y
lo incorrecto.
No queremos problemas, no queremos
responsabilidades. No las toleramos. No las aceptamos.
Si un político es corrupto sabemos que el
castigo que la ley le tenga reservado será menos duro de lo que merezca.
Si un banquero mete la mano en la caja de
la empresa y arruina a los clientes, a los ahorradores y de paso al país, se le
concede una ayuda publica y adelante con las hachas. No será el primero ni el
último.
Si una selección de futbol gana una cifra
escandalosa y moralmente reprobable por participar en un torneo importante, a
pesar de llenarse la boca diciendo que representan al país en cuestión, puede
que incluso no paguen impuestos por sus ganancias en su propio país. Tributaran
en el país anfitrión porque el gobierno así lo ha acordado. No se preguntarán
de donde sale el dinero que paga la fiesta de bienvenida retransmitida al mundo
a través de cadenas y plataformas que harán su agosto con el evento.
Si un país está al borde de la quiebra, a
punto de colapsarse económicamente, el gobierno de turno con la excusa de “quien
bien te quiere te hará llorar” eliminará de un plumazo el estado del bienestar,
aumentará los impuestos entre los más desfavorecidos, ahogará las esperanzas de
futuro de los más jóvenes pero no tocará una sola coma de los presupuestos
dedicados a su lucimiento y proyección.
Si un ministro ha formado parte de una
empresa dedicada a la fabricación de bombas racimo, de las de verdad, de las
que matan niños y civiles en general no nos entrará empacho alguno.
Si un gabinete presidencial gasta más de
lo que debería en eventos, comunicaciones, sistemas informáticos, mientras los
pacientes de algunos hospitales han sido advertidos de que las dietas
prescritas no incluyen agua y que son los familiares los que deben hidratar a
los pacientes, no pasa nada.
Si un joven permanece recluido en un
centro de menores que no le ayudará a reinsertarse y que seguramente le
permitirá doctorarse en delitos más importantes en la edad adulta, también verá
como la crisis le afecta y el gobierno que gasta a manos llenas en eventos
absurdos le dirá que ya no le servirán la merienda. Parece ridículo e incluso
digno de chiste pero es real. Es cierto, se ha decretado.
La lista de agravios de los poderosos
contra la base que les sustenta es muy grande, extensa y pesada. Tanto que
parece que la llevemos todos a cuestas sobre nuestras pobres espaldas.
El futuro es incierto y negro. Pero con
ejemplos como el que se le ha dado a esta niña con respecto a su mascota, a la
pobre Flora, es mucho más aterrador.
Si no respetamos las cosas más sencillas
de la vida, si no aprendemos desde el principio que las bases de la convivencia
deben respetarse, estamos perdidos.
Todo empieza con una mascota un ser vivo
abandonado a su suerte porque es prescindible. La lección es clara, somos
depredadores de vidas y bienes y todo vale para obtener beneficios. Es lo mismo
que dijo Maquiavelo “el fin justifica los medios”.
EPILOGO
No olvidemos que para mayor lucimiento de
la final de la Eurocopa en Kiev han sido sacrificados mediante medios
aterradores más de 40.000 perros.
No olvidemos que tras el atroz incendio
de Valencia, Albacete y Murcia y los incendios que están por venir, las vidas
animales, las que garantizan el equilibrio de la naturaleza pueden contarse por
cientos de miles.
No olvidemos que cada temporada de caza
termina con el abandono y asesinato de cientos de galgos y otros perros de
presa que ya no resultan útiles.
No olvidemos que con cada vertido toxico
y contaminante en ríos, lagos, mares y océanos, las perdidas animales son
terribles.
No olvidemos que las mascotas no son
juguetes, que no deben ser compradas, que no deben ser abandonadas, que no
somos sus dueños, que no nos pertenecen, que son más generosas con nosotros de
lo que merecemos.
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