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martes, 28 de agosto de 2012

ASISTENCIA SANITARIA:MI MADRE TIENE PAPELES PERO PARECE QUE NO IMPORTA


Hola familia! Que tal estáis? Unos, imagino que acabando las vacaciones, otros a punto de empezarlas y muchos preocupados por lo que nos pueda deparar el próximo otoño que como todos los otoños dicen que será caliente e intenso pero que al parecer este año lo será todavía más.

Yo estoy a punto de acabar mis vacaciones, preocupada por el futuro y os confesaré que un poquito cansada.

Los últimos días han sido complicados para mi pequeña familia. Y cuando digo pequeña no exagero. Somos tres. Mis padres y yo. A ellos les conocéis ya porque os he hablado de ellos en ocasiones anteriores. A mi creo que ya me vais conociendo un poco mejor.

En las últimas semanas como ya sabréis el gobierno de este país se ha dedicado en cuerpo y alma a dejarnos muy claro que nuestras vidas en los próximos meses serán más tristes y duras de lo que hasta ahora lo han sido.

A pesar de que está muy claro que el Estado en realidad es el pueblo soberano y que el gobierno es simplemente un gestor que debe velar por los intereses de los habitantes del país al parecer nuestro ejecutivo no tiene claro el rumbo a seguir y nos conduce por un valle de lágrimas a bandazos sin ahorrarnos dolor, sufrimiento e incertidumbre.

Entre algunas de las ideas gestadas y alumbradas por el Gobierno de España han destacado dos en particular.

La primera fue la de negar el pan y la sal a aquellas personas que estuviesen desempleadas desde hace mucho tiempo.

Y digo desempleadas porque me niego a llamarles parados. No están en paro, porque no cesan de buscar un empleo, de saltar por el aro que cada administración les pone delante con el fin de lograr unos céntimos que les permitan a ellos y a sus familias simplemente comer.

Estas personas no están en paro ni han perdido su trabajo. Simplemente se les ha aplicado una pausa forzada en su historia laboral y alguien les ha dejado sin trabajo porque ha destruido el medio que les permitía subsistir.

No me gusta que digan que estas personas se han “quedado en paro”. No. Les han quitado su trabajo. Es así de simple y llano.

Y negarles un subsidio, negarles la posibilidad de alimentarse y alimentar a los suyos es una canallada de proporciones incalculables.

Negarles ese subsidio de 400 euros, ahora de 450 euros, porque dicen los miembros del ejecutivo que de esta forma se verán obligados a buscar trabajo es condenarles a una muerte lenta y silenciosa.

Pero lo más indignante, lo que resulta más descabellado, es que el gobierno considere que está contribuyendo a que estas personas se acomoden en la indolencia y no resulten productivas y se dediquen a vivir del Estado.

Se les olvida que ellos y ellas también son el Estado porque han contribuido con sus impuestos y su esfuerzo a que esta maquinaria inútil y obsoleta, anticuada y opresora siga en pie.

El gobierno, cualquier gobierno no está dando nada a nadie, simplemente está retornando a quien lo necesita parte del dinero que en su día dieron a las arcas publicas para contar en caso de necesidad con algo que les garantizase un sustento mínimo.

Nadie se plantea perder su empleo. Nadie se plantea vivir una situación que se eterniza en el tiempo y te arrastra hasta el borde del abismo. Nadie quiere vivir de la caridad de los demás porque en realidad un subsidio por desempleo es algo que te has ganado con creces.

Lo peor es abroncar y ridiculizar a estas personas, humillarles verbalmente, señalarles como los responsables de esta carrera suicida.

Lo peor es que nadie ni la actual oposición ni el actual ejecutivo acepten sus responsabilidades.

Porque las tienen. Y no me refiero a los casos de enriquecimiento fraudulento, vamos de corrupción política, que agonizan al final de las vías muertas de nuestros juzgados.

Me refiero a que en lugar de cesar esta estúpida partida económica a gran escala y que a todas luces nos viene grande, continúan obcecados en seguir los dictados que llegan desde Berlín.

Me refiero a que en lugar de rebajar sus sueldos, renunciar a las dietas que les corresponden por ley, de viajar de cuatro en cuatro en el mismo coche oficial, de animar a la primera familia del país a gestos reales de austeridad, continúan pidiendo, exigiendo al pueblo soberano que prácticamente deje de respirar para que el Estado, esta maquinaria despiadada e inhumana, siga viva a pesar de los males que la aquejan.

La segunda medida que ha despertado la indignación de la opinión pública ha sido la de decretar que aquellas personas venidas de otras latitudes en busca de un futuro más digno que el que les esperaba en sus países de origen, sean excluidas del sistema sanitario publico.

El problema no lo han generado estas personas. El problema lo han generado hace mucho tiempo algunas lumbreras dotadas de una falta de sentido común pasmoso.

No hace muchos años llegó a mis manos una guía editada por colectivos inmigrantes para ilustrar a los recién llegados en su nueva aventura.

Uno de los puntos que más llamó mi atención, fue el hecho de que con solo figurar en el padrón municipal, sin necesidad alguna de acreditar que les esperaba un puesto de trabajo legal, podían ser titulares de la tarjeta azul la tarjeta que les daba acceso a la sanidad publica.

Las lumbreras que alumbraron esta posibilidad en aquel momento no tuvieron presente que la economía mundial podía sufrir un revés brutal como el que ha sufrido en los últimos años.

Y las matemáticas no engañan. Sino ingresamos en las arcas sanitarias, estás no dan abasto para atender a la población que requiera asistencia medica.

Durante un tiempo este pequeño problema no se hizo patente puesto que eran muchos los que seguían formando parte de la población activa y tampoco eran tantos los que utilizaban el sistema sanitario sin aportar nada a cambio.

La crisis económica y laboral ha dejado expuesto el problema en toda su crudeza.

Por tanto si eres un parado de larga duración pierdes el derecho a acceder a la sanidad publica y si eres emigrante sin papeles ni trabajo por lo visto también.

Y los terceros en discordia son los profesionales de la sanidad que decidieron dedicar sus vidas a sus semejantes.

Por tanto ahora se ha puesto en marcha una campaña que podríamos comparar a la desobediencia civil que Gandhi convirtió en punto principal de su lucha por la independencia de la India del Imperio Británico, y los profesionales de la medicina publica se han comprometido a que nadie se quede sin asistencia médica.

No obstante me gustaría contaros que existe otro sector de la población que no aparece en las estadísticas porque al en teoría tiene papeles y derechos pero que no goza de la atención y el respeto que merece.

 Hace dos semanas mi madre que como sabéis es una enferma gran dependiente afectada de Alzheimer se desmayó en casa. Perdió el conocimiento. Mientras intentaba recuperarla, llamé al servicio del 061 urgencias médicas de la ciudad de Barcelona en donde resido. No ha sido la primera vez que los profesionales de este servicio han atendido a mi madre con una profesionalidad y una empatía sin límites. Incluso uno de sus equipos pasó una Nochebuena atendiendo a mi madre.

La ambulancia que fue asignada a mi madre llegó en menos de 7 minutos. Los profesionales de guardia por lo que deduje no eran médicos. No obstante realizaron los primeros controles y descubrieron que mi madre presentaba una baja saturación de oxigeno en sangre.

Me consultaron sobre la posibilidad de trasladarla al Centro de Asistencia Primaria para realizar una valoración más profunda, pero puesto que mi madre está considerada como paciente de riesgo y muy frágil, rogué que consultasen con la persona responsable del área en ese momento sobre la posibilidad de enviar un médico que llevase una valoración domiciliaria y prescribiese algún tratamiento.

La persona responsable de la guardia estuvo de acuerdo con mi petición y aunque no nos aseguró cuando podría pasar el médico solicitado para la valoración domiciliaria nos tranquilizó sobre el proceso a seguir.

En menos de 10 minutos una doctora llegó a nuestro domicilio y procedió a valorar el estado de mi madre. La solución era simple tres dosis de antibióticos de los que ella tolera porque presenta un cuadro de alergia farmacológica múltiple y la solicitud de una nueva valoración mediada la semana.

El tratamiento funcionó y la valoración fue positiva.

Una semana más tarde, el pasado miércoles 22 de agosto de 2012 el día amaneció para mi familia no demasiado tranquilo. Mi madre presentaba de nuevo dificultades respiratorias y décimas de fiebre.

Decidí que lo mejor sería observar atentamente su evolución y que si no mejoraba en las siguientes horas solicitaría una visita medica a domicilio.

Su estado empeoró lentamente. A las 18:50h llamé al Centro de Asistencia Primaria y solicité la presencia de un médico. La recepcionista tomó nota del problema y dijo que pasaba la llamada a la consulta.

Fueron 10 minutos interminables escuchando como el teléfono sonaba al otro lado de la línea y como nadie respondía a mi llamada.

Finalmente a las 19:01 recibí una llamada.

DOCTORA.- (tono de voz “osea” para los que me leéis desde América “niña fresa”) Hablo con la paciente……?

YO.-(intentando mantener la calma) No puede ponerse en este momento

DOCTORA.- Llamo desde el Centro de Asistencia Primaria…¿que le ocurre a la paciente?

YO.- Buenas tardes doctora, soy la hija de la paciente. Ella no puede hablar porque es una afectada de Alzheimer con pérdida severa de la capacidad de comunicación…

DOCTORA.- Oh vaya…¿y que le sucede?

(Se lo conté con todo detalle os lo puedo asegurar)


DOCTORA.- Que lastima que llame a esta hora, es que sabe yo ya he acabado mi turno y ahora es competencia del 061.

YO.- Pues si que lo siento pero sabe desconozco los protocolos horarios de la atención domiciliaria.

DOCTORA.-Porque claro es que sería lo suyo que el 061 la atendiese…

YO.-Pues mire si le parece cuelgo y llamo al 061 lo digo porque mi madre está bastante mal y no quiero perder más tiempo.

DOCTORA.- No mujer no me refiero a eso…¿está muy lejos del Centro de Asistencia su domicilio?

YO.- A su paso creo que en 6 minutos está aquí…

DOCTORA.- Vale…dígame como llegar…¿Por qué puedo ir a pie no?

(Y se lo conté con todo lujo de detalles. Al cabo de diez minutos estaba en casa)

DOCTORA.- Hola soy la doctora….

(No lo hubiese adivinado ni en un millón de años)

YO.- Adelante, pase, estamos en el dormitorio

DOCTORA.- Hola Rafaela…

YO.- No le puede responder…

DOCTORA.-Oh vaya que lastima…¿y entonces que dice que le pasa?

(Se lo cuento de nuevo)

DOCTORA.-¿Puedo auscultarla?

YO.-Por supuesto, ahora le ayudo…

(El examen no superó el minuto)

DOCTORA.- Pues si…está un poquito mal…le recetaré unos antibióticos…

YO.-Permita que le enseñe la lista de fármacos que puede tomar…es alérgica múltiple…

DOCTORA.- Ah vaya…a ver…

(Suena el móvil de la doctora, y su carita se ilumina)

DOCTORA.- Si, ahora bajo, estoy haciendo este domi (diminutivo ridículo que aplican a las visitas domiciliarias) no, no tardo en bajar…

(La doctora cuelga la llamada)

DOCTORA.- Yo creo que con esto…oh vaya ¿tiene un bolígrafo? Es que me lo he dejado en la consulta…

(Le doy un bolígrafo para que pueda extender la receta)

 DOCTORA.- Como le decía con estas pastillas creo que todo irá bien…y si no mejora llame al 061 y que la lleven al hospital…

YO.-Espero que no sea necesario porque en pleno agosto y con los recortes en sanidad en el hospital lo puede pasar peor…además mañana la enfermera pasará a visitarla porque quiere controlar una llaga que tiene en el coxis..

DOCTORA.- Bueno usted decidirá que hacer…

YO.-Gracias por todo…Y por esta nueva visita.

DOCTORA.-¿Ya había venido antes?

YO.-Si el año pasado…

DOCTORA.- Que memoria…en fin que tengan una buena noche

(La acompaño a la puerta y me abstengo de decirle que el año pasado la visita que realizó fue del mismo tipo y que días más tarde me trató en consulta de forma poco amable porque todavía no utilizaba la receta electrónica)

La noche fue larga y amarga. A mi madre le costaba respirar, se le iba la vida, la fiebre le aumentó a 39º5…

A primera hora de la mañana llamé al Centro de Asistencia Médica para que me pasaran con la enfermera que horas después tenía previsto visitar a mi madre para comentarle la incidencia.

Me dijeron que ya le pasarían aviso y que no pidiese una nueva consulta hasta que la enfermera viniese a casa y valorase la situación.

La enfermera llegó a casa a las 12:00 del mediodía. Tranquila y sonriente. Nadie le había pasado aviso de la incidencia, nadie le había dicho que yo la había llamado.

Mi madre estaba otra vez en pleno cuadro febril, le costaba respirar, no respondía a mi voz, parecía una muñeca rota.

La enfermera primero valoró la llaga del coxis y cambió el tratamiento. Luego llamó al Centro de Asistencia y pidió explicaciones sobre porque nadie le había comunicado mi llamada. Insistió en que le pasaran el móvil de la doctora asignada a visitar domiciliarias esa mañana.

Llamó desde casa, expuso el caso, rogó, suplicó, se rebajó y la doctora le dijo que no pasaría a visitar a mi madre puesto que hacía menos de 12 horas que ya la habían visitado y que si la familia hubiese avisado a primera hora…pero que ella estaba saturada de domicilios. Además ¿Qué edad tenia la paciente? Pues más claro todavía. Si ella venía a casa la enviaría al hospital y punto.

La enfermera colgó desolada. No hizo falta que hablásemos. La doctora se negaba a visitar a mi madre.

El resto del día y de la noche no fueron mejores. Fueron dramáticos y desesperantes. Comprobar que la fiebre no bajaba, que la respiración de mi madre era dificultosa resultó una agonía.

El viernes 24 de agosto a primera hora de la mañana llamé al Centro para solicitar visita domiciliaría. Estuvieron a punto de hacer la misma jugada del día anterior, con la gravedad de que quien toma esas decisiones arbitrarias es una administrativa no una profesional cualificada.

Me negué en redondo. Incluyeron el nombre de mi madre en la lista de visitas programadas.

Me pasaron con la enfermera. Al explicarle el curso de la noche, se alarmó. Me dijo que entre visita y visita intentaría hablar con la doctora de guardia pero que no tenía demasiada esperanza porque era la misma del día anterior.

Mientras recibía esa llamada, salí a comprar fruta y alimentos para mi familia. Sabía que el día sería largo.

Una hora más tarde la enfermera me llamó. La doctora de mala gana había accedido al saber que yo había comentado a la enfermera que si persistía en negar asistencia a mi madre, mi siguiente paso sería denunciarla ante el juzgado de guardia.

Llegué a casa 15 minutos después y para mi sorpresa mi padre me informó que la doctora había intentado hacer una valoración telefónica pero que como no obtuvo la información precisa dijo que finalmente pasaría.

Fueron dos horas largas y amargas. Hasta que al final se presentó en casa.

Joven, arrogante, orgullosa, furiosa porque una simple enfermera y la hija de una paciente la hubiesen obligado a aceptar el caso.

Os aseguro que en todo momento hice gala de un aplomo que me permitió contestar a sus preguntas con calma.

Al parecer había hablado con su colega y estaba de acuerdo con el diagnostico. Era necesario dejar que el antibiótico hiciese su curso. Y quería dejar claro que estaba allí para que yo me quedase tranquila. Y en caso de no mejorar mi madre tenía que ir al hospital porque allí tenían mejores medios que en casa.

Me sonó a monologo del Club de la Comedia. En pleno mes de agosto, en pleno proceso de recortes sanitarios, con demoras espectaculares en urgencias…en el hospital le darían una mejor atención a mi madre.

Poco le faltó pedir un recipiente con agua como Pilatos para lavarse las manos porque la decisión era mía. Dependía de lo que quisiera para mi madre.

Y acompañada imagino que por otro doctor igual de joven y orgulloso se marchó de casa y dio por finalizada su visita domiciliaria a una paciente afectada de Alzheimer, de 72 años, con una crisis respiratoria grave y un cuadro febril intenso.

El fin de semana ha sido una batalla dura y titánica para intentar que mi madre se recuperase.

Y contra todo pronóstico lo ha hecho. Es una campeona.

Atrás quedan unos días frustrantes, que me han llevado a sentir una furia intensa y un dolor más intenso si cabe.

Hoy por la mañana he pasado por el Centro de Asistencia Primaria para recoger unas recetas que me ha preparado la enfermera.

Nadie había anotado las incidencias en la ficha de mi madre. No constaba en ninguna parte que ha padecido una crisis severa.

Nadie ha informado a la enfermera de lo que ha sucedido.

Tampoco espero que nadie decida pasar por casa para ver como evoluciona mi madre.

Porque la sanidad publica está en horas bajas, porque se aplican recortes económicos salvajes, porque no hay personal suficiente para atender a la población.

Pero sobre todo porque dos doctoras jóvenes, orgullosas, que no comprenden lo que es el sufrimiento humano, que no respetan la angustia de la familia de una enferma, que consideran que porque es mayor y crónica ha perdido la partida, no han hecho demasiado bien su trabajo.

Está claro que la medicación prescrita era la adecuada. Y está claro que mi madre la ha asimilado correctamente.

Pero eso no era suficiente. Un tono de voz más amable, un gesto más suave, una mirada más humana hubiese aliviado nuestro sufrimiento.

Solo pedíamos eso. Solo pedía esos minutos reconfortantes para ella. Solo les rogué un poco de ternura para alguien tan frágil y vulnerable.

Pero no se lo dieron, no me lo dieron. No quisieron.

Ignoro porque decidieron que querían ser doctoras. Porque estudiaron una carrera tan dura y larga.

Solo espero que con los años descubran que no todo esta en los libros. Solo espero que la vida les humanice la mirada y que les haga menos orgullosas, menos altaneras, menos pagadas de si mismas.

Y por si alguien cree que no respeto a la profesión médica se equivoca.

Estoy en este mundo porque muchos y muchas profesionales me han dedicado su precioso tiempo y me han ayudado a salvar escollos que parecían imposibles.

Y también os diré que antes de dedicarme a la radio y a la comunicación yo también vestí el uniforme sanitario como Técnico Sanitario Especializada en Dietética y Nutrición.

Así que se lo que son las guardias largas, las dietas para post-operatorios, lo mucho que os disgusta la comida hospitalaria, se lo que es preparar cinta, lo que es trabajar en pleno verano a más de 60º ambiente, se lo que es coordinar al personal de cocina…tengo una ligera idea de lo que sucede en el sistema sanitario y de la responsabilidad que supone cuidar de los demás, de que vivan, de que gocen de una buena salud.

Por motivos personales, colgué el uniforme y me abracé a la radio como un clavo ardiendo.

En la radio no puedo matar a nadie, no puedo equivocar la dosis de un medicamento, no tengo esa gran responsabilidad sobre mis hombros.

¿Soy cobarde? Tal vez. Pero no me importa. Me siento en paz cada noche.

 Me han contado algunos amigos médicos que el mito del juramento hipocrático es un mito de Hollywood y que no se estila ya. Una lastima. Porque algunos deberían recordarlo antes de entrar en consulta o en quirófano. Sería estupendo para todos. Especialmente para los pacientes.

JURAMENTO HIPOCRATICO

El juramento hipocrático es un juramento público que hacen los que se gradúan en medicina ante los otros médicos y ante la comunidad. Su contenido es de carácter ético, para orientar la práctica de su oficio, es también el juramento que se basa a partir de la responsabilidad del ser humano y conciencia de ella.

Durante casi dos mil años la medicina occidental y árabe estuvo dominada teóricamente por una tradición que, remontándose al médico griego Hipócrates (siglo V a. C.), adoptó su forma definitiva de la mano de Galeno, un griego que ejerció la medicina en la Roma imperial en el siglo II. Según la tradición, fue redactado por Hipócrates o un discípulo suyo. Lo cierto es que forma parte del corpus hipocráticum, y se piensa que pudo ser obra de los pitagóricos. Según Galeno, Hipócrates creó el juramento cuando empezó a instruir, apartándose de la tradición de los médicos de oficio, a aprendices que no eran de su propia familia. Los escritos de Galeno han sido el fundamento de la instrucción médica y de la práctica del oficio hasta casi el siglo XX.

A partir del Renacimiento, época caracterizada por la veneración de la cultura grecolatina, el juramento empezó a usarse en algunas escuelas médicas, y esa costumbre se ha ido ampliando, desde el siglo XIX, en algunos países, y desde la Segunda Guerra Mundial en otros, aunque es completamente ignorada en muchos. Aun cuando sólo tenga en la actualidad un valor histórico y tradicional, allí donde se pronuncia, el tomarlo es considerado como un rito de pasaje o iniciación después de la graduación, y previo al ingreso a la práctica profesional de la medicina.

En el período clásico de la civilización griega sobresalió el arte de curar. Aunque seguía contemplando principios religiosos, la curación ya no estaba orientada por la magia, sino por lo clínico. En esa época se escribió el primer escrito ético relacionado con el compromiso que asumía la persona que decidía curar al prójimo; el compromiso del médico era actuar siempre en beneficio del ser humano, y no perjudicarlo.

El contenido del juramento se ha adaptado a menudo a las circunstancias y conceptos éticos dominantes de cada sociedad. El Juramento hipocrático ha sido actualizado por la Declaración de Ginebra de 1948. También existe una versión, muy utilizada actualmente en facultades de Medicina de países anglosajones, redactada en 1964 por el doctor Louis Lasagna.

Texto del juramento hipocrático clásico

Juro por Apolo, médico, por Esculapio, Higía y Panacea y pongo por testigos a todos los dioses y diosas, de que he de observar el siguiente juramento, que me obligo a cumplir en cuanto ofrezco, poniendo en tal empeño todas mis fuerzas y mi inteligencia. Tributaré a mi maestro de Medicina el mismo respeto que a los autores de mis días, partiré con ellos mi fortuna y los socorreré si lo necesitaren; trataré a sus hijos como a mis hermanos y si quieren aprender la ciencia, se la enseñaré desinteresadamente y sin ningún género de recompensa. Instruiré con preceptos, lecciones orales y demás modos de enseñanza a mis hijos, a los de mi maestro y a los discípulos que se me unan bajo el convenio y juramento que determine la ley médica, y a nadie más. Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y a mi entender, evitando todo mal y toda injusticia. No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a nadie cosa semejante; me abstendré de aplicar a las mujeres pesarios abortivos. Pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza. No ejecutaré la talla, dejando tal operación a los que se dedican a practicarla. En cualquier casa donde entre, no llevaré otro objetivo que el bien de los enfermos; me libraré de cometer voluntariamente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitaré sobre todo la seducción de mujeres u hombres, libres o esclavos. Guardaré secreto sobre lo que oiga y vea en la sociedad por razón de mi ejercicio y que no sea indispensable divulgar, sea o no del dominio de mi profesión, considerando como un deber el ser discreto en tales casos. Si observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí la suerte contraria.

Versión del juramento hipocrático de la Convención de Ginebra

Ha habido varios intentos de adaptación del juramento hipocrático a lo largo de la historia. En 1945, se redactó un juramento hipocrático en la convención de Ginebra, con el texto siguiente:

En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad. Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento del que son acreedores. Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones. Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí. Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos. No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase. Tendré absoluto respeto por la vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad. Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor.

Versión del Juramento Hipocrático de Louis Lasagna

Una versión del juramento muy utilizada actualmente, sobre todo en países anglosajones, es la versión redactada en 1964 por el Doctor Louis Lasagna, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts. El texto, en su traducción al castellano, dice así:

Prometo cumplir, en la medida de mis capacidades y de mi juicio, este pacto. Respetaré los logros científicos que con tanto esfuerzo han conseguido los médicos sobre cuyos pasos camino, y compartiré gustoso ese conocimiento con aquellos que vengan detrás. Aplicaré todas las medidas necesarias para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobretratamiento y del nihilismo terapéutico. Recordaré que la medicina no sólo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico. No me avergonzaré de decir «no lo sé», ni dudaré en consultar a mis colegas de profesión cuando sean necesarias las habilidades de otro para la recuperación del paciente. Respetaré la privacidad de mis pacientes, pues no me confían sus problemas para que yo los desvele. Debo tener especial cuidado en los asuntos sobre la vida y la muerte. Si tengo la oportunidad de salvar una vida, me sentiré agradecido. Pero es también posible que esté en mi mano asistir a una vida que termina; debo enfrentarme a esta enorme responsabilidad con gran humildad y conciencia de mi propia fragilidad. Por encima de todo, no debo jugar a ser Dios. Recordaré que no trato una gráfica de fiebre o un crecimiento canceroso, sino a un ser humano enfermo cuya enfermedad puede afectar a su familia y a su estabilidad económica. Si voy a cuidar de manera adecuada a los enfermos, mi responsabilidad incluye estos problemas relacionados. Intentaré prevenir la enfermedad siempre que pueda, pues la prevención es preferible a la curación. Recordaré que soy un miembro de la sociedad con obligaciones especiales hacia mis congéneres, los sanos de cuerpo y mente así como los enfermos. Si no violo este juramento, pueda yo disfrutar de la vida y del arte, ser respetado mientras viva y recordado con afecto después. Actúe yo siempre para conservar las mejores tradiciones de mi profesión, y ojalá pueda experimentar la dicha de curar a aquellos que busquen mi ayuda.

Una fórmula para hoy del Juramento de Hipócrates. Encontrada en la página de la Universidad de Navarra.

YO JUROen la presencia del Todopoderoso y delante de mi familia, mis maestros y mis colegas que, según mi capacidad y mi juicio, guardaré este Juramento y cada una de sus Cláusulas:


TENDREa todos los que me han enseñado este arte el mismo afecto que a mis padres, y con su mismo espíritu y entrega impartiré a otros el conocimiento del arte médico. Con diligencia seguiré al día los avances de la Medicina. Sin discriminación y en la medida en que ello no ponga en peligro la atención que debo a mis otros pacientes, trataré a todos los que soliciten mis servicios y buscaré, cuando así lo requiera el beneficio de mi paciente, el consejo de colegas más competentes.

SEGUIREel método de tratamiento que, según mi capacidad y juicio, me parezca mejor para beneficio de mi paciente, y me abstendré de toda acción dañosa o malintencionada. Nunca prescribiré ni administraré a ningún paciente, aun cuando me lo pidiere, una medicina en dosis letal, y nunca aconsejaré cosa semejante; ni haré nada, por acción u omisión, con el propósito directo y deliberado de acabar con una vida humana. Tendré el máximo respeto a toda vida humana desde el momento de la fecundación hasta el de la muerte natural, y rechazaré el aborto que destruye intencionadamente una vida humana única e irrepetible.

CON PUREZA, SANTIDAD Y BENEFICENCIA dirigiré mi vida y practicaré mi arte. A no ser que sea necesario para la prudente corrección de un peligro inminente, nunca trataré a mis pacientes ni haré ninguna investigación sobre ningún ser humano sin el válido consentimiento informado del sujeto o de su protector legal pertinente, con tal que la investigación tenga por finalidad la mejora de la salud de ese individuo. A cualquier lugar al que vaya a atender a los pacientes, iré para beneficio de ellos, me abstendré de toda acción voluntaria maliciosa o abusiva, y jamás seduciré a ningún paciente.

TODO LO QUE, CON OCASIÓN de mi práctica profesional o sin relación con ella, pueda ver u oír de la vida de mis pacientes y que no deba ser divulgado, no lo diré a nadie, consciente de que de todo ello deberé guardar secreto.

MIENTRAS GUARDE inviolado este Juramento, que se me conceda disfrutar de vida, y practicar el arte y la ciencia de la Medicina con la bendición del Todopoderoso y el respeto de mis colegas y de la sociedad. Pero si quebrantara y violara este Juramento, que lo contrario sea mi destino.

 

EPILOGO

Se que llegará el día en que mi madre tendrá que partir.

Se que llegará el día en que tendré que enfrentarme con esa realidad.

Se que no estoy preparada para ello.

Porque la quiero, porque me importa, porque es mi madre, mi amiga, mi socia.

Solo espero que llegado el momento quien nos acompañe como miembro de la profesión médica comprenda nuestro dolor y nuestra perdida y contribuya a que su partida sea suave y tranquila.

 

Y espero también que los políticos recuerden cada vez que aprueben una partida destinada a su comodidad y beneficio, que el Pueblo Soberano es quien les mantiene en sus sillones y que le deben un respeto.

Aunque tengo más fe en que el cambio climático se solucione de la que tengo en la clase política de este país. De los demás países no opino. Del mio si. Y es triste y desolador el panorama al que nos enfrentamos.

1 comentario:

  1. Hola Blanca!

    Estem connectades entre micros i ara també, teclejant experiències. Ànims, ens veiem a classe!

    Petons.

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