Llevo dos noches dispersa, pensativa,
meditabunda y particularmente triste.
Tras un encontronazo del tipo “tren bala
japonés embiste a coche modelo micro machine” me siento agotada.
A pesar de estar alerta, de pasar el
tiempo controlando la velocidad y la dirección del viento, no he visto las
señales. He sido incapaz.
Ahora mi cuerpo y mi mente están
envueltos en una niebla densa y espesa que no me permite ver el camino a
seguir.
Así que he decidido quedarme quieta en la
cuneta y esperar a que la niebla se disperse para pueda mi camino sin tropezar
en exceso con los socavones que encuentre.
Mientras estoy sentada en la cuneta al
abrigo de un árbol escucho los sonidos de la noche. Escucho a mi corazón.
Son muchas las decisiones que debo tomar
y son muchos los cambios a realizar.
No es la primera vez que la niebla invade
mi camino.
No es la primera vez que me siento así.
Es como visionar un episodio de una serie
de baja calidad en un canal en el que siempre repiten las mismas producciones.
Creo que lo mejor será cambiar de canal.
Lo mejor será convertirme en guionista de esta parte de mi vida y adecuar la
acción al ritmo que yo quiera marcar y no al ritmo que otros quieran marcarme.
Escucho a mi corazón que me dice que soy
más fuerte de lo que creo.
Que en otras ocasiones he sobrevivido al
desastre y que esta no será una excepción.
Simplemente se trata de soltar lastre
primero y tomar impulso hasta volar.
Llevará tiempo. Exigirá esfuerzo y
disciplina. Pero lo lograré.
De lo único que estoy segura es que mis
principios están intactos. Sigo siendo fiel a mis convicciones.
Sentirse traicionada duele y muestra
claramente cuan vulnerable eres.
La traición es una forma de asesinar los
sueños de alguien de forma certera y no tan rápida como sería deseable.
La falta de honestidad es moneda de
cambio habitual en nuestros días.
Lo que unos llaman crítica constructiva
en realidad se llama ataque despiadado y furibundo.
Daniel en el foso de los leones. Así me
he sentido. Vulnerable, pequeña, rabiosa y frustrada.
Ser el centro de un juicio rápido sin
testigos que te defiendan, sin abogado y en base a unas normas arbitrarias ha
sido demoledor y triste.
Lo terrible es que esta no es la primera
vez y aunque debería estar acostumbrada no lo consigo.
Es en momentos como estos cuando acuden a
mi mente frases dichas por otros más sabios que yo en circunstancias parecidas.
Alguien dijo que lo que no te mata te
hace más fuerte. Eso espero porque estoy cansada de tantas puñaladas.
Katy Scarlata O’Hara, Una gran mujer del
mundo de la literatura, un personaje femenino de ficción dijo que mañana sería
otro día. Tenía razón porque si no mal asunto.
El gran Rocky Balboa dijo que nada acaba
hasta que tu no decides que ha acabado.
Un policía que luchaba contra el crimen
en la ficción dijo que la lealtad está por encima excepto del honor.
Oh lo siento. Excepto el primero
Frederick Nietzsche el resto de mis filósofos de cabecera están censados en el
universo paralelo de la ficción.
No obstante so más certeros incluso que
los filósofos profesionales, reales porque sencillamente han nacido de las
vivencias de gente extraordinaria que al crearles, al darles vida sobre el
papel les han prestado sus conclusiones personales.
Así que es cierto. Lo que no me mata, me
hará más fuerte.
A cada día desastroso le sigue una nueva
oportunidad de enmendar los fallos.
Puesto que no he dicho la última palabra
esto no ha acabado.
Y la conclusión más firme. Que la
lealtad, mi lealtad es para los que se han ganado mi respeto.
Y que mi honor, una palabra que en estos
tiempos no utilizamos demasiado o si lo hacemos es porque nos suena a algo
grande e interesante que puede darle mayor lucimiento a nuestro curriculum,
como decía que mi honor merece el respeto y la consideración que procuro darle
a los demás.
Para empezar he soltado lastre en una
forma típica en mi, el arrebato del momento. No soy persona de términos medios.
Ya os lo dije. Soy como Baroja. Filias y fobias. Lo que amo y lo que detesto.
Lo que respeto y lo que desprecio.
Y por una vez no me ha temblado el pulso
ni me he sentido mal.
Puesto que al parecer no puedo aportar
nada valioso, he decidido sentada en la cuneta al abrigo de este árbol mientras
espero que la niebla se disipe y me deje ver el camino que tomaré el que está
en el centro de esta bifurcación.
No me preocupa quien me siga, ni quien
opine, ni quien se atreva a juzgar.
Ya he escuchado demasiadas veces el mismo
argumento. Así que por una vez en silencio tomaré la maleta y seguiré mi
camino. No el de otros, ni un camino prestado o previamente marcado. Será el
mío, personal, propio e intransferible.
Corro el riesgo de estrellarme en pleno
vuelo. Lo acepto.
Corro el riesgo de desorientarme en pleno
vuelo. Lo asumo.
Corro el riesgo de no encontrar lo que
busco. No me inquieta.
Ayer eliminé de mi plan de vuelo el
lastre que creo que me impedía volar.
El tiempo dirá si me he equivocado.
Pero al fin y al cabo el error será mio.
Los demás que asuman los suyos.
Solo espero que en su vuelo nadie les
haga daño, que no pierdan el norte que están tan seguros de conocer.
Solo espero que nadie les arranque las
plumas o que les ate las alas.
Solo espero que nunca experimenten la
angustia que me atenaza en este momento.
Que la experiencia les haga mejores seres
humanos que yo.
Que la vida les trate bien.
Que nadie pisotee sus sueños.
Que recuerden que …la honestidad es algo
importante…que nadie esta a salvo de los vientos repentinos… que nadie es una
roca en si mismo…y que cuando escuchen doblar las campanas no pregunten por
quien doblan. Lo hacen por cada uno de nosotros.
Gracias por la atención, gracias por la
paciencia, gracias simplemente por todo y por nada.
Mañana será otro día en que por fortuna
descubriré que soy más fuerte y no he muerto.
Mañana escucharé doblar las campanas pero
en esta ocasión no serán por mi.
Todavía no, aun no. Llegará el momento
pero no es este.
Son tiempos extraños en lo que hemos
perdido la capacidad de comprender y valorar.
Son tiempos extraños en lo que la palabra
dada no tiene valor.
Son tiempos difíciles en los que los
valores no se enseñan porque suenan a algo anticuado.
No me importa. Siempre he sido un poco
anticuada.
Y a estas alturas soy demasiado vieja
para cambiar.
Al perro viejo no le puedes enseñar
nuevos trucos.
Por lo menos a la que suscribe.
No tengo la paciencia y la agilidad
suficiente. No me interesa.
Quien pueda y quiera leer entre lineas que lo haga.
Se que lo entendereís a la perfeccíón.
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