Periódicamente y dicho sea de paso sin éxito
alguno, intento poner cierto orden en mis cosas. Eliminar documentos que ya no
son útiles, conservar algunos artículos de prensa (si, todavía leo prensa
escrita) que puedan convertirse en material para mi trabajo, reorganizar mi
amplia pero descontrolada biblioteca…Insisto en que no suelo tener éxito y que
no parece una operación de limpieza doméstica sino que recuerda a las
actividades infantiles junto a la orilla del mar que consisten en llenar un
cubo de plástico de brillante color, de arena o de agua y trasladarla unos
metros más allá, sin un propósito ni un resultado aparente. Dicen los expertos
que esas actividades forjan el carácter. Pues será que yo no jugué lo
suficiente con la arena de la playa y el agua del mar.
Yo más bien lo considero un ejercicio de
arqueología vital que te permite conocer y estudiar tu evolución en las últimas
semanas o meses gracias a la observación y el análisis de todo tipo de papeles,
notitas, post-its, etiquetitas, tarjetas, notas en pedazos de papel…
Esta mañana además de encontrar el
ejemplar del desaparecido periódico Público del Sábado 12 de junio de 2010 y
que recogía en sus páginas noticias importantes: El Inicio del Mundial de
Futbol en Sudáfrica, la llegada de la Selección Española de Futbol a Sudáfrica y
algo tan poco interesante como la puesta en marcha de la Reforma Laboral a
cargo del Ministerio de Trabajo dirigido por el entonces ministro Celestino
Corbacho, que entre otros puntos contemplaba el pago de solo 20 días por año,
la flexibilización en el despido para fomentar el empleo y a todo esto podíamos
leer que los sindicatos afirmaban que si el Gobierno de Rodríguez Zapatero no
moderaba sus propuestas que a todas luces atentaban contra la dignidad de la
clase obrera convocarían una huelga general.
El hallazgo de este ejemplar
atrasado, me ha llenado de absurda satisfacción puesto que me permite seguir
sosteniendo ante mis detractores, el discurso de que la situación actual se
empezó a gestar en el tiempo del Mundial de Sudáfrica y que por tanto durante
dos años aquellos que dicen velar por nuestro bienestar han estado un poco
dispersos y menos efectivos aún.
Pero huelgas aparte la noticia que me ha
llamado la atención ha sido un breve de 2007. Adoro las noticias breves. Me
encantan. Están situadas en el lateral de la página, de forma discreta, sin
hacer ruido, sin brillar. Pero si les echas un vistazo y tienes paciencia en la
mayoría de los casos se convierten en titulares. En el caso de esta noticia breve de 2007
tuvo una vida breve pero intensa. Bueno breve, breve tampoco.
Se trataba de que finalmente una postal
navideña había llegado a su destino, nueve décadas después de salir de las
manos de su remitente. Se trataba de la felicitación navideña enviada en
diciembre de 1914 por una niña que residía en Nebraska a sus primos naturales
de Arkansas. La postal se había perdido en el laberinto del tiempo y el espacio
durante nueve décadas. Noventa años. Tela marinera. Si señor.
Lo que realmente me ha llamado la
atención es que en nuestro tiempo resulta poco menos que impensable e
incomprensible. Estamos acostumbrados a la inmediatez, a
la rapidez, a la información instantánea.
Hace pocos meses me vi en la
necesidad de certificar una carta con carácter urgente. Una vez satisfecho el
importe de la gestión la funcionaria de correos me entregó una pegatina con una
clave y una dirección de internet que me permitía si así lo deseaba conocer
puntualmente la localización de mi envío y de paso asegurarme que el servicio
urgente era realmente urgente.
En 2012 la comida es instantánea, los
mensajes de teléfono instantáneos, los emails instantáneos, las relaciones instantáneas,
las citas rápidas, el ritmo de las ciudades acelerado, nuestro pulso desbocado,
nuestra mente un torbellino. No nos damos un respiro. No sabemos disfrutar de
las pequeñas cosas. No podemos perder el tiempo porque así ganamos tiempo y lo
curioso es que cuando lo ganamos luego no sabemos que hacer con él.
Así que el hecho de que una carta llegase
a su destino nueve décadas más tarde de lo previsto resulta poco menos que
imposible de creer. Nos parece más el argumento de una novela de ciencia
ficción que algo posible.
En este momento en este preciso instante
en el que escribo esto, estoy tentada de redactar una nota, meterla en una
botella y lanzarla al mar. Pero creo que no lo haré porque más que llevar a
cabo un gesto romántico y rebelde contra la prisa estaría contribuyendo a contaminar
el mar un poquito más.
Y no me lo perdonaría. Porque cuando contemplo la luna
llena reflejada en el mar, puedo sentir que el tiempo se ha detenido, que nada
importa, que el espacio infinito me visita y que puedo flotar sin prisa, en
calma, en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario