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jueves, 19 de abril de 2012

RECORTES SANITARIOS, RECORTES EN EDUCACIÓN, RECORTES EN EL FUTURO


Acabo de llegar de la farmacia con la medicación que la doctora de cabecera ha prescrito a mis padres, dos jubilados enfermos crónicos y cuyas pensiones son no contributivas y de chiste.

Ella es una gran dependiente diagnosticada de Alzhéimer y él un hipertenso, diabético y otras cositas que desde hace seis años intenta no perder sus piernas debido a graves problemas cardiocirculatorios.

Desde que levantaron un palmo del suelo, sus vidas no han sido sencillas. La única palabra que han conocido ha sido trabajo, trabajo duro. La única meta que les consolaba en aquellas jornadas interminables de trabajo era futuro, seguridad.

Han contribuido como la mayor parte de su generación a que el país pudiese marchar. Nunca se han metido en líos, han respetado las normas y la única excentricidad registrada en sus ordenadas existencias fue aprender a conducir, aprobar el examen que les facultaba para ello y comprarse un coche con el que hacer pequeñas excursiones dominicales.

Siempre han procurado que la nevera estuviese llena, las facturas pagadas, asegurarse de que yo recibía la formación académica a la que ellos no accedieron y poco más.

Emigraron de su tierra, Córdoba, en un intento de encontrar una vida mejor. Vivieron realquilados, alquilados, contratados y posteriormente compraron una vivienda acogedora y bonita.

La primera vez que viajaron, en serio, fue en la década de los 70. Organizaron unas vacaciones estivales de una semana a la isla de Mallorca.
La primera vez que viajaron a lo grande fue en 1989. Los tres visitamos buena parte de Europa en un viaje inolvidable. Hasta esa fecha los viajes más memorables de la familia fueron al Sur para visitar a los abuelos y algún fin de semana a Andorra para cambiar de aires.

La primea señal de que las cosas no saldrían como estaba planeado llegó en la década de los 80 del siglo pasado.

Como suele suceder con los que llegan por primera vez a un lugar extraño, una escuela o un club, España intentaba encajar en la Unión Europea. Los ancianos de la tribu comunitaria dejaron claro al nuevo miembro que debía cambiar muchos aspectos de su economía, industria y agricultura si quería ser uno de ellos. Porque Europa solo podía tener una velocidad de crecimiento.

Y España obedientemente lo hizo. El gobierno de Felipe González Márquez, dijo que se cumplirían los objetivos. Bueno olvido decir que sería el pueblo llano quien si o si los cumpliría. Empezó la llamada Reconversión Industrial que resultó ser el desmantelamiento de buen número de industrias de diversos sectores a las que no se les dio oportunidad de modernizarse y mejorar. Simplemente se les entregó el cuchillo para que practicasen el Harakiri sin contemplar la posibilidad de que alguien les practicase el misericordioso seputo.

Uno de los sectores afectados en el que trabajaba mi padre fue la metalurgia. De la noche a la mañana hombres maduros y curtidos en mil turnos y esfuerzos, se encontraron pasando el tiempo en las colas del INEM más conocido como el paro.

Conociendo el temperamento de mi padre, mamá pensó que tal vez las cosas irían mejor si creaban un pequeño negocio que permitiese el sustento de la familia. Capitalizaron el subsidio de desempleo y la indemnización que la ley dictó en el caso de mi padre. Mamá abandonó su puesto de trabajo como limpiadora en una escuela municipal y toda la familia, es decir nosotros tres, nos implicamos en el proyecto.

Fueron años duros, pero lo logramos. El capital inicial para comprar género nos lo prestaron de forma generosa y altruista varios amigos de la familia. Y nos pusimos en marcha. Funcionó.

Volvíamos a ser productivos para la sociedad. Nadie nos regalaba nada. Nos gustaba trabajar.

Yo alterné mis estudios con la administración del negocio y la atención al público. Cuando llegó el momento no pude acceder a la universidad porque no resultaba fácil disponer de tiempo y dinero para ello. Vaya por adelantado que no es un reproche. Las circunstancias nos obligan siempre y determinan el rumbo de nuestra vida.

Años después nos vimos obligados a liquidar el negocio. No era una cuestión de dinero. Lográbamos nuestros objetivos. Pero papá según el médico no resistiría mucho más tiempo el esfuerzo de cargar cajas de género que pesaban lo suyo.

Y de nuevo el equipo funcionó. Éramos tres adultos que podíamos ajustarnos el cinturón. Nuestro hogar estaba pagado y nos pertenecía. Todo parecía razonable. Hasta que descubrimos que papá obtendría una jubilación de chiste. Durante su vida laboral en la metalurgia había cotizado en régimen general a la Seguridad Social pero los últimos años se había convertido en autónomo y eso hizo que nuestras expectativas fuesen bastante terribles.

Pero tampoco esta vez nos rendimos. Mamá encontró trabajos diversos a través de una empresa de contratación temporal, al tiempo que se dedicaba a la economía sumergida, cosiendo ropa en casa.

Yo por mi parte después de una larga jornada de clase en una escuela pública dedicada a la formación de personal sanitario, subsistía recorriendo la ciudad como profesora particular, pasando a limpio tesis de fin de carrera a máquina, escribiendo artículos en una revista y aceptando todo lo que me permitía no agravar más la económica familiar.

Durante otro periodo de tiempo fui carnicera y más tarde secretaria de dirección en una editorial de arte. Mi puesto de trabajo se le asignó a una amiga del dueño unas navidades. Fue un momento duro porque al menos yo no tenía cargas familiares al ser soltera y no tener hijos. Pero al mismo tiempo dos de mis compañeros padres de familia perdieron también su trabajo.

Luego trabajé en un hospital privado de Barcelona como jefa de dietética y cocina. En pleno mes de agosto era más agradable el calor de la calle que el de la cocina pero al fin y al cabo era una posibilidad de trabajar y sobrevivir. La empresa para la que trabajaba tenía la curiosa formula de pagarte las horas extras en días de fiesta. Su propietario es un conocido personaje del mundo de la hostelería y el deporte.

Cuando decidieron no renovar mi contacto laboral de nuevo me dediqué a trabajos temporales mal pagados y peor llevados pero que seguían manteniéndome a flote.

Un buen día mamá encontró trabajo como empleada de fincas urbanas en una portería cercana a casa, lo que representaba un ingreso fijo mensual sin necesidad de invertir en transporte y la posibilidad de que papá le echase una mano con la limpieza y las guardias.

Yo continué estudiando en esta ocasión en el campo de la comunicación y aceptando más trabajos temporales.

Pocos meses antes de que mamá llegase a la edad de jubilación nuestras vidas cambiaron ya para siempre. Fue diagnosticada de Alzheimer. Como logramos llegar al momento final en el que solicitar su pensión de jubilada no logro comprenderlo. Fue un ejercicio agotador de fortaleza, disimulo y aparente normalidad. No solo por lo que respectaba a lograr que la empresa no detectase fallos y que nuestros planes muriesen, sino por lo que respectaba a ella.

Me alegra saber que hasta que sus funciones cognitivas se deterioraron definitivamente no supo nunca lo que le sucedía. Papá y yo nos negamos a que fuese consciente de la magnitud de los hechos. Teníamos claro que por ella íbamos a llegar hasta el final de nuestra resistencia.

Y lo logramos. Su solicitud de jubilación fue aceptada. Posteriormente nos enfrentamos a un largo proceso de tribunales médicos, evaluaciones por parte de trabajadores sociales y yo personalmente viví el momento más amargo, al convertirme ante un tribunal en la tutora de mi madre comprometiéndome a cuidarla y protegerla en todo momento.

Con el tiempo mamá ha perdido su capacidad de comunicación verbal, pero no su sentido del humor y su capacidad de mostrar afecto. Depende de nosotros para todos los procesos vitales del día a día. Necesita que la alimentemos, hidratemos, velemos su sueño, le proporcionemos frescor en verano y calor en invierno, cuidemos de sus rutinas y su paz. Y lo hacemos encantados. Pero sin ayuda profesional. Intuyendo e improvisando a cada paso. No recibimos ayuda económica, ni asistencia social. Nunca llegamos a tiempo para que los escasos presupuestos lleguen a nuestras manos. La atención médica cuando la solicitamos es buena pero está sujeta a la saturación del sistema sanitario actual.

Si se encuentra enferma o detectamos que su piel se ha llagado, me encargo de todo, porque en mi caso los médicos y el personal ambulatorio confían en mi criterio nacido de la experiencia laboral como profesional del sector.

Nadie programa visitas periódicas a domicilio porque no hay personal. Debemos cruzar los dedos esperando que no suceda nada grave. Aun así nos hemos enfrentado a crisis respiratorias, neumonías, virus gástricos, cuadros de fiebre intensa de madrugada, Nochebuenas con el personal del 061 en casa intentando estabilizarla, días de Navidad en el hospital, crisis de hiperglicemia con ingreso hospitalario…

Papá por su parte está cansado y triste. Sus huesos no resisten el esfuerzo que debe realizar a cada jornada. Pero no se rinde.

Los dos hemos ganado en experiencia vital pero hemos perdido algo precioso. El a su compañera del alma. Yo a mi madre. No obstante cabe decir que a nosotros si que nos sitúa y ubica, nos reconoce y muestra cada día que nos quiere y comprende lo que hacemos.

Por otra parte papá lucha desde hace seis años para conservar sus piernas. Un diagnostico tardío le ha provocado ulceras y heridas que no desaparecen y que cuando se curan dan paso a otras nuevas. Nadie acude a casa para curarle. Soy yo quien dos veces al día o las que haga falta me encargo de sus apósitos y vendas.

Incluso se ha hecho el seguimiento de las lesiones gracias a la cámara de mi teléfono móvil. Así se ha llevado a cabo el diagnostico.

Y ahora nos cuentan los que han echado a perder una de las pocas cosas que funcionaban en el país, la sanidad publica que para hacer frente a las exigencias de Bruselas y evitar un rescate como el de Grecia, Irlanda o Portugal, debemos apretar más el cinturón.

Esta vez le ha tocado a los medicamentos. Los jubilados abonarán al mes entre 8 y 18 Euros. Las pensiones no contributivas, los parados de larga duración sin ayudas y quienes perciben una ayuda para evitar la exclusión social, no pagaran. Las rentas de más de 18.000 Euros pagaran un 10% más lo que les situará en el 50% y las pensiones de más de 100.000 Euros anuales pagaran un máximo de 60 Euros. En Catalunya además deberán abonar 1 Euro por receta según ha dicho hoy el Conseller de Sanitat para “evitar el abuso de las prescripciones”.

Al mismo tiempo hemos sabido que los expresidentes de gobierno experimentarán una bajada de sueldo que no obstante les permitirá cobrar 75.000 Euros anuales (cobraban 79.000 Euros). Este ajuste se ha llevado a cabo al incrementarse el número de expresidentes en uno más José Luis Rodríguez Zapatero. Para ello se ha reducido lo dotación individualizada de Adolfo Suarez, Felipe González y José María Aznar. Y en otro orden de cosas se ha consignado una partida de 3,7 millones de Euros para el sueldo que perciben durante dos años los exministros y los exsecretarios de estado.

Por otra parte el Govern de La Generalitat de Catalunya no edificará nuevas guarderías por falta de recursos dicen que “debido a los súper recortes del Gobierno central en educación”. Tampoco se han salvado las tasas universitarias y el gobierno central puede plantearse eliminar carreras con baja matriculación. En la ciudad de Barcelona en Sant Martí 982 pisos que presentan aluminosis no podrán rehabilitarse por falta de ayudas y  los desahucios se han incrementado en un 60% tras el inicio de la crisis. Sin olvidar que RENFE propone a Fomento un aumento de 0,10 Euros por billete de Cercanías desde Mayo. Este incremento al parecer no afectará a Catalunya cuyos servicios de Cercanías y Regionales están gestionados por la Generalitat desde 2010 (pero denles tiempo y ya verán).

Así que me perdonarán si me indigna que cierta operación practicada a cierto personaje relevante de España haya costado 4.500 Euros, sin contar lo que costó el viaje de uno de sus médicos y tres escoltas a la profunda y salvaje África. Comprenderán que me cabree el pollo montado por el tema de Repsol YPF que al fin y al cabo no es una empresa pública. Comprenderán que me parezca escandaloso que los expresidentes cobren ese sueldo o que los exministros y exsecretarios de estado tengan dos años asegurados de sueldo por tan solo cuatro de trabajo.

 Y comprenderán que no comprenda que el dinero invertido en estos años en rescatar las 17 toneladas de oro y plata en forma de monedas halladas por la compañía norteamericana Odissey en el lugar del naufragio del Nuestra Señora de la Merced, pagar al gabinete jurídico de Tampa Florida experto en estos temas y el uso de cuatro aviones de carga del ejercito español para traer de vuelta el tesoro no sirva para nada. Estoy de acuerdo que esas monedas tienen un componente histórico importante pero no sería más práctico guardar una parte de las monedas como parte del patrimonio y el resto venderlo poco a poco para intentar reflotar la maltrecha economía del país.

Tal vez esta interpretación resulte a todas luces simplista y poco acertada, pero creo que el oro y la plata son más útiles si puedes convertirlos en bienes de primera necesidad. Recordemos lo que le sucedió al rey Midas, que fue tal su ansia por poseer oro que los dioses hicieron que todo cuanto tocase fuese transformado en el metal noble. Todo incluyendo comida, bebida y también familia y amigos.

En fin si me lo permiten les dejo que mi madre me espera. Porque ella a pesar de todo no ha protagonizado un documental, no puede hablar de bicicletas, cucharas y manzanas y no ha creado una fundación. Ella es una simple jubilada con una pensión de chiste, casada con un jubilado con una pensión de chiste y ambos son responsabilidad de quien suscribe, que por su parte también tiene sus  problemas físicos y compagina su familia con el trabajo y la necesidad de escribir.

Suerte para todos porque de momento las cartas que el croupier nos reparte a todas luces indican que la partida será accidentada y dramática.

Sinceramente no es justo. No me lo parece. Pero ya sabemos que la justicia nunca ha estado del lado de los pobres.

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