No se si es
porque mi alma anda más sensible de la cuenta, o porque la primavera me afecta,
o por vaya usted a saber porque, pero tengo estos días la lágrima y la pena y
la indignación y la impotencia más a flor de piel que nunca.
Ayer Sábado de Gloria fue un día
especialmente lacrimoso, de esos días que cuando te preguntan si lloras dices
que no, que tienes los ojos irritados y por eso lagrimeas.
El inicio de mi pequeña penitencia, fue
la visión anual de los Tambores de Calanda, de ese romper el silencio, de ese
sentir colectivo que emula el temblor que experimentó la tierra cuando dicen
que Jesús, el Cristo expiró, tras encomendar su espíritu a Dios.
Hay pasajes del Nuevo Testamento que
siempre recuerdo con especial intensidad. El primero relacionado con la matanza
de inocentes que ordenó el Rey Herodes para evitar que aquel del que hablaban
las profecías no le quitase el trono cuando fuese un hombre, y que dice “gritos
y grandes lamentos se escucharon en Rama. Raquel está llorando a sus hijos y no
quiere que la consuelen porque ya no existen”.
El segundo se refiere a la Crucifixión de
Jesús el Nazareno, enemigo público de Roma y que tras dejar a su Madre María en
buenas manos, y entregar su espíritu a su Padre, expiró. Y fue entonces cuando
el cielo se oscureció, la tierra tembló y el velo del templo se rasgó de parte
a parte.
En esas andaba yo, recordando el velo del
templo rasgado de parte a parte y escuchando como los Tambores de Calanda
rompían el silencio, cuando empezó mi momento lacrimoso.
Cuando ya pensaba que me había recuperado
un poquito, me encontré de frente con un magnífico documental sobre la Segunda
Guerra Mundial y la caída de Bélgica y de Francia ante el poder arrollador del
Ejercito Alemán. No puedo con ello. Lo siento. No he vivido esa época. Pero no
soporto, no logro superar la sensación de pánico y parálisis que me produce
escuchar las sirenas que alertaban a la población civil de peligro de
bombardeo. Es como si mi cuerpo y mi mente burlasen la barrera del tiempo y
pudiesen estar allí, junto a los que sufrieron aquellos ataques. Y como siempre
lo que más me sigue doliendo son los niños y los ancianos. Sus caras, sus
cuerpos pequeños y vulnerables, sus caras arrugadas, su mirada perdida en el
abismo, sus cuerpos frágiles. El futuro y el pasado hechos añicos, atacado,
mutilado, asesinado.
Un poco más tarde le llegó el turno, como
si se tratase de un sorteo grotesco, a otro documental en el que escuché las
historias más terribles, los llantos más amargos, vi las caras de la derrota,
de la desesperación, del dolor, de aquellos que están perdiendo sus hogares
porque no pueden satisfacer las cuotas de la hipoteca que acordaron con el
banco para disfrutar de la seguridad de un hogar propio.
Por tanto, en esta confesión leemos entre
líneas que no importó el objetivo final, sino alimentar y enriquecer a todos
los que participan del proceso de la construcción de edificios, a base de
comisiones, regalos, promesas, cifras, de intenciones poco claras y resultados
más que conocidos.
Lo peor es que nadie asume su
responsabilidad, nadie dice que actuó de forma incorrecta, nadie reconoce que
se saltó las normas, que faltó a la ética. Se limitan a decir que no obligaron
a los compradores a comprar. Tienen razón. Nadie obligó a nadie a comprar nada,
a contratar una hipoteca, a entrar en una sucursal bancaria y ponerse en manos
de gente que abusó de su confianza y de sus sueños.
Decía un filósofo que la Docta Ignorancia
consistía en reconocer públicamente que habías cometido un error. El mal estaba
hecho pero por lo menos aunque fuese de forma simbólica asumías tu
responsabilidad.
Nuestra sociedad ha llegado a un punto en
que no asume errores, ni responsabilidades. En el que cargamos nuestra culpa en
las espaldas más débiles, dejamos a nuestro paso la devastación más terrible y
nos trasladamos con nuestro afán devorador a otros pagos. El beneficio que
obtenemos será temporal, pero lo disfrutaremos con fruición, con orgullo y con
alegría inconsciente. Somos como las plagas bíblicas que arrasan a su paso todo
lo que encuentra y solo dejan desolación y amargura.
No hace falta asumir la responsabilidad.
Ya pagará otro por nosotros. Al fin y al cabo siempre podremos contar con un
resquicio legal por el que colarnos o si en el peor de los casos la ley cae
sobre nosotros la condena, el castigo será una broma de mal gusto.
La otra cara de la moneda en el día de
ayer fue un reportaje sobre el aumento del mercado del lujo en todo el mundo y
en España en particular. El pasado año este sector ganó unos 4.500 millones de
Euros tirando por lo bajo. Lo siento pero como soy de letras y siempre he
tenido con el dinero la misma relación que con un pariente lejano (sabes que
existe pero no le has visto) esta y otras cifras parecidas me marean. Me
producen una angustia tan grande, que no puedo respirar o pensar con claridad.
Oro, joyas, coches de alta gama, casas, apartamentos, viajes, barcos, yates,
amarres de puerto, fiestas, vestuario, complementos…todo vale para hacer notar
al mundo que las cosas te van bien, aunque sea a costa de la sangre, el sudor y
las lágrimas de otros.
Incluso una conocida diseñadora de
complementos confeccionados con piel noble, confesaba que había creado una
línea low cost, que ofrecía piezas a partir de 1.000 Euros. Así que comprendí
que posiblemente era cierto lo que me había comentado un compañero de profesión
acerca de un jugador de futbol.
En estas cuitas andaba cuando en forma
breve se informaba de la situación de 14 personas que fueron detenidas el año
pasado en Bahrein porque se manifestaron pidiendo un régimen político más
democrático. Uno de los encarcelados lleva 59 días en huelga de hambre. Su hija
ha sido puesta en libertad en las últimas horas tras ser detenida por protestar
por la situación de su padre, acusada de golpear a un funcionario.
Al parecer las protestas de hace un año
llevaron a suspender el Gran Premio de Fórmula 1 en ese país. Pero por lo visto
el gran gurú de la Formula y los corredores profesionales que participan se
plantean celebrarlo este año, porque a todas luces la democracia en el país ha
mejorado. Pues mira tú que bien. Que deben ser los mismos, que corren en un
circuito construido en el desierto, con iluminación nocturna y que como parece
que pasaron un poquito de frío cuando lo estrenaron, el desierto de noche es lo
que tiene, pues la organización les dijo que para el año siguiente no habría
problema, porque instalarían un sistema de calefacción bajo el trazado.
Y ya rematando el horror esta mañana de
Domingo de Resurrección leía que 25 mujeres indonesias que trabajaban como
empleadas domésticas en Arabia Saudí, han sido condenadas a muerte y que 22
mujeres más han sido absueltas de sus cargos y expulsadas del país. Por lo
visto Indonesia ha enviado una delegación para tratar los asuntos relacionados
con estas mujeres y no se si de otros 1700 ciudadanos indonesios que
actualmente están en prisión en Arabia Saudí. Creo recordar que es el mismo
país que condenó recientemente a una mujer porque en su afán por romper las
normas se empeñó en conducir un coche.
Cuando pensaba que concluiría de una
forma menos dolorosa el Sábado de Gloria, encontré una cadena de televisión que
programó La Vida Es Bella de Roberto Benigni, el antaño considerado payaso y
que con esa cinta demostró que la vida no era tan bella. Al parecer Benigni
escribió el guion después de escuchar tras muchos años de silencio las
experiencias de su padre durante la Segunda Guerra Mundial. Y ahí ya no pude
más, y me desbordé. Lo siento. Pero no pude más y lloré.
Porque recordaba las sirenas de Francia,
la desesperación de los que perdían sus casas, la falta de escrúpulos de los
que nos han vendido, la exaltación del lujo y la lujuria, vi a los niños que
trabajan en las minas para que otros disfruten de la sangre de la tierra, me
indigne ante la falta de solidaridad de los que con su ejemplo podrían hacer
más, me ahogó la impotencia de sentirme tan chiquita y no poder hacer nada y me
desoló el saber que en este mundo tan solo por nacer mujer soy ciudadana de
segunda clase.
Que no se atrevan a decir que no sirvió
para nada nada. Porque más de 2000 años después sus palabras todavía consuelan
y se repiten. Y que los que se arrogan la potestad de administrar el consuelo
que dejó al mundo recuerden que son falibles, humanos e imperfectos. Que no
están por encima del bien y del mal. Y que cada vez que se sitúan junto a los
que rompen una y otra vez las reglas, están condenándose eternamente.
No insistáis en usar guantes blancos para
golpearnos, porque acabarán manchados con nuestra sangre y aunque los lavéis
como intentáis lavar vuestras conciencias, que dudo que tengáis, cada golpe
resuena en el universo como un grito.
Habláis de amnistía fiscal, de reforma
laboral, de déficit presupuestario, de prima de riesgo, de desahucios, de
despido libre, de exigencia de los mercados, de letra pequeña, de austeridad,
de globalización, de internacionalización, de daños colaterales, de
neoliberalismo…
Asumid vuestra locura, vuestro egoísmo,
vuestra falta de escrúpulos. Porque no engañáis a nadie. Tan solo a vosotros
mismos. Y los que les amparáis y arropáis recordad que como tampoco estáis
libres de culpa, no podéis arrojar ni una sola piedra.
Cada cual que asuma su culpa y su responsabilidad. Yo hace tiempo que he asumido las mías, de forma intima y personal, sin animo de ofender o faltar, pidiendo disculpas por lo que haya hecho mal. Y no por ello me siento mejor. Pero si como dijo el poeta si “más ligera de equipaje y desnuda como los hijos de la mar”. Preparada para la lucha. Lista para la marcha.
Cada cual que asuma su culpa y su responsabilidad. Yo hace tiempo que he asumido las mías, de forma intima y personal, sin animo de ofender o faltar, pidiendo disculpas por lo que haya hecho mal. Y no por ello me siento mejor. Pero si como dijo el poeta si “más ligera de equipaje y desnuda como los hijos de la mar”. Preparada para la lucha. Lista para la marcha.
Porque cuando la plaga desaparece,
siempre descubres que ha quedado un esqueje, una semilla, una esperanza. Y eso
no podéis comprarlo ni destruirlo. Eso hay que ganárselo a pulso y los de
siempre, los humildes, los de abajo, nos hemos ganado la esperanza a golpes.
Cuando llegue el momento podremos
saborearla y empezar de nuevo. ¿Podéis decir vosotros lo mismo? Lo dudo.
Sinceramente lo dudo.
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