En los últimos
meses los pensionistas, los jubilados españoles han vivido pendientes de la
situación económica del país ligada de forma incuestionable a la situación
económica de la Unión Europea.
Después de
trabajar duramente, de luchar a brazo partido, de afrontar las situaciones más
adversas, la gran mayoría ha visto como su capacidad adquisitiva, la idea de un
futuro seguro, de recibir atención y cuidados en los últimos años de su vida se
ha transformado en una pesadilla.
Todavía resuena en nuestros oídos las
palabras de la cabeza visible del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde
afirmando que para que Europa la crisis actual, uno de los aspectos que debería
modificarse fuera el de las pensiones, recortándolas más aún, y retrasar la
edad de jubilación de los ciudadanos y ciudadanas.
Y es que al
parecer la clase obrera se ha empeñado en vivir demasiado tiempo y por tanto resulta
una carga a todas luces insoportable para esta travesía en la que los gobiernos
se han embarcado. Una vez más la clase obrera, hace gala de una falta de
consideración intolerable, hacia la sociedad que le acoge al insistir en vivir
y respirar y no morirse cuando debieran.Llegados a este punto y teniendo en cuenta que mi generación no podrá jubilarse hasta los 67 años, me ha picado la curiosidad sobre el origen de este sistema de pensiones que para la mayoría es tan necesario y que para una selecta minoría resulta prescindible por no decir expoliable, evidentemente en aras del bien común.
No se como funciona en otros países pero al parecer en España el primer Seguro Social se estableció en 1900, la Ley de Accidentes de Trabajo y el Instituto Nacional de Previsión datan de 1908, el Retiro Obrero de 1919, el Seguro Obligatorio de Maternidad es de 1923, el Seguro de Paro Forzoso en 1931, el Seguro de Enfermedad en 1942 y el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI) en 1947.
Tengo no solo
la sospecha sino la certeza debido a la innata capacidad para elaborar teorías
conspirativas con la que los obreros, la clase baja llegamos al mundo que en
las primeras décadas del siglo pasado nadie tenía idea de tales avances
sociales. Avances teóricos y sobre el papel, claro está.
Sospecho
también que los patronos, la oligarquía, los dueños de las vidas de los obreros
probablemente conocían esta lista de derechos laborales y que no figuraba en su
agenda diaria una labor pedagógica y divulgativa.
Ahora parece
algo normal contratar un Plan de
Pensiones que garantice que nuestra economía al llegar al momento de la
jubilación y dado el panorama, será más o menos aceptable, que nos permitirá
contar con el dinero necesario para simplemente vivir o mejor dicho sobrevivir.
Pero resulta
que al tiempo que nacen estas leyes de cobertura económica para los obreros
también nacen las llamadas Mutuas
con las que los afectados contratan ciertas cuotas que complementaran su
economía al finalizar la vida laboral. Sin olvidar que posteriormente estas
Mutuas también ofrecen asistencia médica y sanitaria a los obreros y sus
familias.
El tema de las
pensiones, la obligación de cumplir la ley y las lagunas de la Hacienda Publica
en la época del General es tan parecido a un ovillo de lana elaborado con
restos de otros ovillos y que más que un ovillo es una maraña difícil de
convertir en material apto para la hilatura, tanto que en 1963 se crean las Bases para
La Seguridad Social convirtiéndose en 1966
en la Ley General de la Seguridad Social
vigente desde enero de 1967.
Con la llegada
de la Democracia y la Transición, se llevan a cabo una serie de compromisos
llamados Pactos de la Moncloa en los
que todos los partidos políticos de forma unánime se comprometen a proteger por
encima de todo, pase lo que pase y soplen los vientos que soplen las pensiones
y el derecho de los ciudadanos y las ciudadanas a que el final de sus vidas sea
digno, puesto que habrán contribuido a ello con su esfuerzo. El 16 de noviembre
de 1978 contemplando Los Pactos de La Moncloa como el referente principal se
lleva a cabo la primera reforma de las pensiones en nuestro país. Pero nadie contaba con la iluminación de un grupo de gurús económicos que dio a luz la creación del Euro como moneda única de la Unión Europea. Nadie contaba con que la avaricia y el egoísmo de ciertos grupos sociales daría lugar a una crisis económica que primero sacudió a EEUU y rápidamente cruzó el Atlántico afectando a una Europa que en realidad no es tan solida como afirman los que se empeñan en mantener con vida a este monstruo político a todas luces agonizante. Nadie imaginó que los que gobernaban al principio de la crisis no tenían idea alguna de como gestionarla. Nadie pensó que nuestro mundo, nuestro pulcro mundo, el mundo en el que no pasaba nada, porque esas cosas siempre pasan en países peor estructurados, estallaría haciéndose añicos.
Y enfrentados a
la magnitud del desastre, confirmado el diagnostico de que el barco Unión
Europea de los Afamados Astilleros Berlín-París se había estrellado contra un
iceberg del tamaño de una galaxia, decidieron no parar maquinas para evaluar el
alcance del choque e intentar tapar las vías de agua hasta encontrar una
solución. No. Decidieron, que para eso son Dioses Soberbios, entrar en rumbo de
colisión, exigiendo a la sala de máquinas más potencia, más vapor, más
esfuerzo.
Solo les falta que
dejemos de respirar, que la base que les sustenta y les ha enriquecido
desaparezca elegantemente si es que se puede esperar que la clase obrera sea
elegante en algún momento, para que reaparezcan como los artífices de una gran
empresa digna de pasar a la historia.No han pedido disculpas ni lo harán, no han admitido públicamente sus errores, no han pensado siquiera en llevar el barco a puerto más seguro y tratar de salvar el mobiliario y parte del equipaje y evidentemente a la tripulación y el pasaje.
Se han dedicado
a culparse unos a otros y como críos de parvulario decir que ellos no han sido,
que ha sido otro. Pero esto no es el parvulario, no se trata de quien se ha
comido el almuerzo de quien o de quien ha cogido sin permiso el osito de
peluche de otro. Esto es mucho más serio, más grave y más dramático.
Para rematar la
faena, para apuntillar a las victimas, la Sra. Christine Lagarde, nos ha pegado
una bronca monumental a los curritos, a la base, a los sufrientes y dolientes,
porque seguimos vivos y pidiendo lo nuestro.
La gran idea
hecha palabra de la Señora Lagarde es que el envejecimiento de la población,
derivado de una mayor esperanza de vida, provoca un riesgo financiero. Por
tanto la solución será retrasar la edad de jubilación, porque atención retrasar la edad de jubilación prolonga el
periodo de acumulación de recursos jubilatorios y acorta el periodo de uso de
los mismos.
La traducción
más sencilla es que si seguimos trabajando hasta la extenuación y la muerte,
los que manejan el cotarro seguirán enriqueciéndose y si por ejemplo se les
ocurre que nos jubilemos a los 90 años no tendremos tiempo de recibir el equivalente
a lo trabajado. Los que gobiernan podrán disfrutar de lo que han acumulado a
costa de nuestro esfuerzo, no tendrán necesidad de compartirlo y ya está.
Lo curioso es
que la Sra Lagarde lo ha dicho y al parecer no se le ha parado el pulso, ni se
ha despeinado ni ha sufrido un desmayo al leer el discurso. Como una campeona
imagino que sigue acudiendo cada mañana a su lugar de trabajo y sin inmutarse
continua pensado en nuevas formulas para disfrutar de la vida. Sin ruborizarse,
sin sentir vergüenza propia y ajena. Propia por decirlo y ajena por representar
a un colectivo que propone tal salvajada.
¿Se puede ser
más….? En fin no encuentro un adjetivo adecuado porque la lista de adjetivos
para calificar tamaña brutalidad intelectual, ideológica y administrativa, se
han acumulado en mi cerebro de pobre obrera hasta formar un coagulo de tamaño
considerable y mis funciones racionales se han paralizado dejando paso a las
funciones más animales y primitivas.
A principios
del siglo XX los gobiernos en un ataque de mala conciencia, paternalismo e
intento de acallar a los molestos movimientos obreros emergentes diseñaron los
planes de jubilación de los ciudadanos y ciudadanas. Tenían claro que nunca
obrero alguno llegaría a cobrar ese subsidio porque en esa época y otras
posteriores la esperanza de vida era menor y si alguien llegaba a cumplir
cuarenta años ya era un anciano, una anciana desgastado, desencantada,
destrozado, apenada.
Pero como decía
Don Hilarión en la zarzuela La Verbena
de La Paloma, las ciencias avanzan que es una barbaridad y la masa obrera
empezó a comer mejor, a tomar medicinas, a preocuparse por el ocio y la cultura,
a vivir. Y he aquí que ahora los obreros incluso llegan a los 90 años y se
atreven a seguir respirando y además cobran pensión de jubilación, comen, viajan,
se inscriben en la universidad, están vivos.
Hace unas horas
la Sra Lagarde ha felicitado al gobierno español por la valentía mostrada al
anunciar las medidas económicas que nos permitirán permanecer en Europa y de
paso contribuir a que esta estructura agonizante continúe con sus estertores.
Las medidas que
el gobierno ha ideado y que como si se tratase de un folletín por entregas, se
parecen más al entrenamiento de un aizkolari con la diferencia de que el tronco
empleado para practica tan ancestral será nuestra vida y menguadas haciendas.
Continúan como
si de una real y absolutista testa coronada se tratase, afirmando que el Estado
son ellos. Ahora solo les falta añadir que tan solo deben rendir cuentas a la
Historia y a Dios.
No han
comprendido y nosotros tampoco, que el Estado somos todos, especialmente los
que contribuimos con nuestro esfuerzo a mantener engrasada la maquinaria. La incógnita
más inmediata reside en saber cuando se quebrarán nuestras espaldas
definitivamente de tanto soportar el peso de los errores de aquellos que se
arrogan el papel de faro de la civilización contemporánea.
Lo único que
puedo decir a titulo personal es que no cuenten conmigo. Formo parte de este
esperpento global y no abandonaré el barco porque al fin y al cabo soy una
romántica. Pero de eso a dejar de respirar, a morirme cuando a sus señorías les
resulte práctico, a no presentar batalla, ni a decir lo que pienso en cada
momento, a no reclamar si estoy viva para entonces lo que me pertenezca como
jubilada, va un abismo.
No señor, por ahí
no paso. El derecho al pataleo, a mostrar mi desacuerdo es sagrado y es lo único
que me han dejado. Así que les advierto que no estoy dispuesta a entregarme sin
montar bronca o armar jaleo.
Con todo mis
respetos Señora Lagarde podría por ejemplo plantearle a los que como usted
contemplan al resto del mundo desde su atalaya que se bajen los sueldos, las
comisiones, la jubilación, las dietas, los privilegios, que renuncien a tanto
viaje, reunión, comisión, discurso grandilocuente, elaboración de teorías alejadas
de la realidad y demás menesteres que a todas luces son la verdadera causa del
desastre...
Bajen a la
calle, trabajen con sus propias manos, cómanse el pan gracias al sudor de su
frente, no a costa del esfuerzo de los demás.
Y las bases,
los que sois el motor real del mundo, teniendo en cuenta que conocéis perfectamente
vuestras obligaciones, pedid, exigid que os respeten, reclamad vuestros
derechos,. Al fin y al cabo la ley os los reconoce. Son vuestros, los tenéis.
Nunca lo olvidéis. Ahora es el momento porque dentro de unos meses será
demasiado tarde.
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