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viernes, 22 de junio de 2012

QUERIDO MR DONALD TRUMP, DEAREST MR DONALD TRUMP


Cuando un animal que vive en libertad, enferma o simplemente envejece, las leyes de la naturaleza son claras e inexorables. Su final está próximo.

Los seres vivos nacemos, crecemos, nos reproducimos o no, envejecemos y finalmente nos llega la muerte.

En ese momento y de acuerdo con las leyes de la naturaleza empezará un proceso, necesario por muy desagradable que nos resulte.

Ese cuerpo muerto desaparecerá tras un proceso más o menos largo de degradación. Para ello una serie de animales desde los más diminutos hasta los más grandes, aprovecharán cada porción del ser que ha finalizado su ciclo hasta que finalmente este desaparezca y no quede un solo átomo que recuerde su paso por la tierra.

A pesar de que estos animales sean tan desagradables cumplen su función y nunca salvo casos extremos traspasarán las normas más elementales que la Naturaleza ha dictado desde el principio de los tiempos.

En el mundo de los humanos las cosas no son tan simples. Uno de los signos más evidentes de la evolución de nuestra sociedad fue la aparición de rituales de enterramiento que han variado a lo largo de los siglos y en función de la cultura de cada latitud.

Respetamos o al menos lo intentamos a nuestros muertos. Les enterramos con reverencia. Les brindamos homenajes sentidos. Les recordamos siempre. La muerte no solo es una parte, la parte final del proceso. Es también una oportunidad para que los vivos muestren su grandeza a través del homenaje que rinden al desaparecido.

Pero los humanos como somos a pesar de lo que creemos sobre nosotros mismos una de las especies más imperfectas de la Tierra, nos comportamos peor que los animales que tan molestos nos resultan, los carroñeros.

Cuando tenemos la certeza de que alguien de nuestra especie está acabado socialmente, de que esta a punto de quedarse tendido en la cuneta de la vida, cuando sabemos que su vida no vale mucho para nadie ni siquiera para él mismo, nos lanzamos en picado, buscando las sobras, buscando sus despojos.

Nuestro vuelo es raso y agresivo, nuestras intenciones nada loables. El que ha caído no recibe demasiada ayuda para levantarse de nuevo.

Y así es como está España. Tras las últimas noticias del día de hoy sobre el rescate o no rescate económico tan ensalzado la semana pasada, tras saber que de momento tendremos que esperar un poco más para que nos llegue el oxigeno salvador en forma de dinero rápido, tras escuchar una vez y otra los despropósitos de nuestros gestores, de nuestros representantes ante el resto del mundo, ahora sabemos que somos como un animal herido de gravedad, que intenta por todos los medios encontrar un refugio que le permita sanar y evitar que los cimarrones, los perros salvajes vestidos con traje y corbata le despedacen y engullan sus despojos.

Hasta septiembre nuestro futuro será mucho más incierto que nunca porque nos han traicionado y nos han dejado solos, heridos de gravedad en medio de tierra de nadie esperando un rescate que de momento no llega.

Expuestos a la arbitrariedad de los mercados financieros, todos intentarán derribarnos y acabar con nuestras expectativas.

En los últimos días los medios de comunicación se han hecho eco de las palabras pronunciadas por uno de esos depredadores económicos en una entrevista.

Es uno de los hombres más ricos del mundo. Muy rico. Pero parece que no tiene suficiente.

Me refiero a Donald Trump, el magnate norteamericano, que afirma que España está en venta y anima a los carroñeros de siempre a tomar porciones enteras de nuestro país a placer, por nada.

No muestra Mr. Trump un solo ápice de respeto por los que habitamos esta gran parcela que según él está en venta.

Al parecer su idea de hacer negocios y seguir engrosando su capital consiste no solo en depredar a quien está gravemente herido sino también en humillar a los benditos y sufridos habitantes del país.

Le ha contado al mundo el Señor Trump sin empacho ni titubeo que España es una ganga, que somos un país de mercadillo. Que el único inconveniente es que tal vez quienes nos compren deban pasar un tiempo con nosotros, pero que resulta un sacrificio nimio comparado con las promesas de amasar nuevas fortunas.

Con estas afirmaciones Mr Trump no solo se retrata ante el mundo como lo que es un hombre de negocios sin escrúpulos, sino como una persona que respeta muy poco o nada al resto de los mortales que no tengan en su cuenta corriente una cifra de más de seis ceros.

Lo malo no es que Mr Trump opine así. Lo malo es que nadie del gobierno español le ha pedido explicaciones o ha elevado una queja pública.

Pero claro, poco podemos esperar de quienes nos gobiernan si para justificar la situación actual, prefieren no asumir públicamente sus responsabilidades y optan por lanzar mensajes tan desafortunados como que España no es Uganda.

Y ahí si que Uganda ha reaccionado de forma rápida y elegante recordando que su economía se recupera a buen paso y que no necesitan rescates de nadie.

Querido Mr Trump, tal vez le parecemos un país atrasado y moribundo. Pero le aseguro que seguimos en pie. Que a pesar de nuestras diferencias internas y de nuestra peculiar forma de ver el mundo seguimos vivos y con ganas de pelea.

Por fortuna quienes nos representan no constituyen la verdadera esencia de España.

Mi gente es laboriosa, inteligente, dinámica. Mi gente no se asusta por nada puesto que como dice el refrán “Hemos hecho guardia en peores garitas”. Se lo puedo asegurar.

¿Qué usted quiere hacer negocios en este país? Estupendo. Nos gusta crear industria. Pero por favor no nos menosprecie ni nos insulte. Tenemos muchos defectos porque somos humanos pero le aseguro que el número de virtudes que nos adornan es importante.

Lo que pasa es que no nos merecemos los gestores que tenemos. En absoluto. Somos buena gente y no merecemos lo que nos está pasando.

Solo queríamos un poco de tranquilidad, algún ahorro para la vejez y trabajar en paz. Ver como nuestros hijos crecen sanos y felices, inquietos y curiosos.

Solo queríamos eso. Pero nuestros gestores que tampoco nos respetan demasiado se han empeñado en esquilmarnos el alma.

Y mire usted, en ese punto han dado en hueso. Porque otra cosa no, pero capacidad de resistir las peores tormentas de la historia, capacidad de levantarnos y seguir en pie nunca nos ha faltado.

No somos un mercadillo (con todo respeto a quienes se ganan la vida honradamente en esos espacios tan populares como necesarios para los menos dotados económicamente), no somos un bazar en el que encontrará gangas. En absoluto.

Baje de sus torres maravillosas y camine por alguna de nuestras ciudades y lo verá. Comprobará que somos la leche. Que a poco que recordemos que podemos con todo lo lograremos.

La gente del Mediterráneo somos así. Una mezcla de trigo, vid y aceite que nadie puede detener.

Mr Trump ¿se ha parado a pensar el flaco favor que le hace a sus compatriotas con ese tipo de declaraciones poco respetuosas y humillantes para con mis compatriotas?

Me imagino que no. Le digo esto de buen talante. Para que piense un poco la próxima vez que dirá en público.

Porque la gente de aquí no dirá que ha sido usted quien se ha expresado así.

Mi gente dirá que ha sido “un americano, un yankee” el que lo ha dicho.

Y por fortuna usted no es el exponente máximo de lo que representan los EEUU y los millones de seres que habitan ese gran país.

Por razones personales me siento muy cercana a EEUU. Y con el tiempo he aprendido que los norteamericanos son personas solidarias, generosas, firmes, solidas, curiosas, inquietas, sensibles y especiales.

Su país es y ha sido el país de las oportunidades. Pero no solo de las oportunidades económicas. Sino de las oportunidades personales.

¿Acaso ha olvidado que cuenta la leyenda que al pie de la Estatua de la Libertad se puede leer “Envíame a tus pobres”?

¿Acaso olvida que su país es grande porque su gente es grande de espíritu y corazón?

Su conducta, sus palabras, su forma de ver la vida, no solo me producen escalofríos y nauseas.

Me produce una tristeza infinita porque de un solo golpe no solo ha humillado a mi gente y a mi país, simplemente porque le parecemos prescindibles. De un solo golpe ha herido en lo más profundo a su gente y su país.

Y le aseguro que su gente, su país no se merecen una imagen tan triste.

Únicamente merecen gran respeto y afecto.

Le parecerá extraño pero sabe aprendí ingles, con una profesora de Chicago y si alguien me habla de grandes ciudades del mundo pienso en las que forman el espíritu americano de costa a costa.

Respeto mucho a todos y cada uno de los que viven, sueñan y construyen EEUU cada día, de sol a sol.

El resto de los mortales sabemos que lo que los políticos decidan o hagan no representa en absoluto a las gentes que son la esencia de un país. Y eso ocurre con los EEUU. Tal vez la política de sus gobiernos no sea comprendida o compartida. Pero eso no representa al pueblo de los EEUU. En absoluto.

Como tampoco lo que han hecho los políticos de mi país, los gestores de esta Piel de Toro representa  al pueblo.

Así que Mr. Trump, sinceramente recuerde antes de expresar sus opiniones lo que dijo un filósofo: Si no puedes mejorar el silencio calla o traducido "If you aint got nothin nice to say, then don't say anything at all".

Y si viene por aquí, no suba a la torre más alta. Camine por las vías más concurridas, escuche lo que dice el pueblo.
Verá que no estamos en venta, que seguimos resistiendo la tormenta, que somos grandes, que somos cabezotas, que no nos rendimos, que caemos y nos levantamos y que si, en efecto, somos diferentes. Y ahí reside nuestra grandeza. En que somos el fruto de la evolución de culturas milenarias.

Queridos amigos de los EEUU, God bless all of you, God bless, care, protect and help all of us!

Es una suerte que los pueblos no sean el reflejo de los que en teoría les representan.

Y aviso a navegantes, carroñeros y aprovechados. Este conjunto de seres maravillosos, que habitan La Piel de Toro no está  muerto  ni en venta.

Estamos vivos y más que nunca. Ahora solo falta que nos lo creamos.

Recordad que dijo el poeta “Caminante no hay camino se hace camino al andar”.

Así que animo y a caminar, que sentados no conseguiremos nada.


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