Cuando un animal que vive en libertad,
enferma o simplemente envejece, las leyes de la naturaleza son claras e inexorables.
Su final está próximo.
Los seres vivos nacemos, crecemos, nos
reproducimos o no, envejecemos y finalmente nos llega la muerte.
En ese momento y de acuerdo con las leyes
de la naturaleza empezará un proceso, necesario por muy desagradable que nos
resulte.
Ese cuerpo muerto desaparecerá tras un
proceso más o menos largo de degradación. Para ello una serie de animales desde
los más diminutos hasta los más grandes, aprovecharán cada porción del ser que
ha finalizado su ciclo hasta que finalmente este desaparezca y no quede un solo
átomo que recuerde su paso por la tierra.
A pesar de que estos animales sean tan
desagradables cumplen su función y nunca salvo casos extremos traspasarán las
normas más elementales que la Naturaleza ha dictado desde el principio de los
tiempos.
En el mundo de los humanos las cosas no
son tan simples. Uno de los signos más evidentes de la evolución de nuestra
sociedad fue la aparición de rituales de enterramiento que han variado a lo
largo de los siglos y en función de la cultura de cada latitud.
Respetamos o al menos lo intentamos a
nuestros muertos. Les enterramos con reverencia. Les brindamos homenajes
sentidos. Les recordamos siempre. La muerte no solo es una parte, la parte
final del proceso. Es también una oportunidad para que los vivos muestren su grandeza
a través del homenaje que rinden al desaparecido.
Pero los humanos como somos a pesar de lo
que creemos sobre nosotros mismos una de las especies más imperfectas de la
Tierra, nos comportamos peor que los animales que tan molestos nos resultan,
los carroñeros.
Cuando tenemos la certeza de que alguien
de nuestra especie está acabado socialmente, de que esta a punto de quedarse
tendido en la cuneta de la vida, cuando sabemos que su vida no vale mucho para
nadie ni siquiera para él mismo, nos lanzamos en picado, buscando las sobras,
buscando sus despojos.
Nuestro vuelo es raso y agresivo,
nuestras intenciones nada loables. El que ha caído no recibe demasiada ayuda
para levantarse de nuevo.
Y así es como está España. Tras las
últimas noticias del día de hoy sobre el rescate o no rescate económico tan
ensalzado la semana pasada, tras saber que de momento tendremos que esperar un
poco más para que nos llegue el oxigeno salvador en forma de dinero rápido,
tras escuchar una vez y otra los despropósitos de nuestros gestores, de
nuestros representantes ante el resto del mundo, ahora sabemos que somos como
un animal herido de gravedad, que intenta por todos los medios encontrar un
refugio que le permita sanar y evitar que los cimarrones, los perros salvajes
vestidos con traje y corbata le despedacen y engullan sus despojos.
Hasta septiembre nuestro futuro será
mucho más incierto que nunca porque nos han traicionado y nos han dejado solos,
heridos de gravedad en medio de tierra de nadie esperando un rescate que de
momento no llega.
Expuestos a la arbitrariedad de los
mercados financieros, todos intentarán derribarnos y acabar con nuestras expectativas.
En los últimos días los medios de
comunicación se han hecho eco de las palabras pronunciadas por uno de esos
depredadores económicos en una entrevista.
Es uno de los hombres más ricos del
mundo. Muy rico. Pero parece que no tiene suficiente.
Me refiero a Donald Trump, el magnate
norteamericano, que afirma que España está en venta y anima a los carroñeros de
siempre a tomar porciones enteras de nuestro país a placer, por nada.
No muestra Mr. Trump un solo ápice de
respeto por los que habitamos esta gran parcela que según él está en venta.
Al parecer su idea de hacer negocios y
seguir engrosando su capital consiste no solo en depredar a quien está
gravemente herido sino también en humillar a los benditos y sufridos habitantes
del país.
Le ha contado al mundo el Señor Trump sin
empacho ni titubeo que España es una ganga, que somos un país de mercadillo. Que
el único inconveniente es que tal vez quienes nos compren deban pasar un tiempo
con nosotros, pero que resulta un sacrificio nimio comparado con las promesas
de amasar nuevas fortunas.
Con estas afirmaciones Mr Trump no solo
se retrata ante el mundo como lo que es un hombre de negocios sin escrúpulos,
sino como una persona que respeta muy poco o nada al resto de los mortales que
no tengan en su cuenta corriente una cifra de más de seis ceros.
Lo malo no es que Mr Trump opine así. Lo
malo es que nadie del gobierno español le ha pedido explicaciones o ha elevado
una queja pública.
Pero claro, poco podemos esperar de
quienes nos gobiernan si para justificar la situación actual, prefieren no
asumir públicamente sus responsabilidades y optan por lanzar mensajes tan
desafortunados como que España no es Uganda.
Y ahí si que Uganda ha reaccionado de
forma rápida y elegante recordando que su economía se recupera a buen paso y
que no necesitan rescates de nadie.
Querido Mr Trump, tal vez le parecemos un
país atrasado y moribundo. Pero le aseguro que seguimos en pie. Que a pesar de
nuestras diferencias internas y de nuestra peculiar forma de ver el mundo
seguimos vivos y con ganas de pelea.
Por fortuna quienes nos representan no
constituyen la verdadera esencia de España.
Mi gente es laboriosa, inteligente, dinámica.
Mi gente no se asusta por nada puesto que como dice el refrán “Hemos hecho
guardia en peores garitas”. Se lo puedo asegurar.
¿Qué usted quiere hacer negocios en este
país? Estupendo. Nos gusta crear industria. Pero por favor no nos menosprecie
ni nos insulte. Tenemos muchos defectos porque somos humanos pero le aseguro
que el número de virtudes que nos adornan es importante.
Lo que pasa es que no nos merecemos los
gestores que tenemos. En absoluto. Somos buena gente y no merecemos lo que nos
está pasando.
Solo queríamos un poco de tranquilidad, algún
ahorro para la vejez y trabajar en paz. Ver como nuestros hijos crecen sanos y
felices, inquietos y curiosos.
Solo queríamos eso. Pero nuestros
gestores que tampoco nos respetan demasiado se han empeñado en esquilmarnos el
alma.
Y mire usted, en ese punto han dado en
hueso. Porque otra cosa no, pero capacidad de resistir las peores tormentas de
la historia, capacidad de levantarnos y seguir en pie nunca nos ha faltado.
No somos un mercadillo (con todo respeto
a quienes se ganan la vida honradamente en esos espacios tan populares como
necesarios para los menos dotados económicamente), no somos un bazar en el que
encontrará gangas. En absoluto.
Baje de sus torres maravillosas y camine
por alguna de nuestras ciudades y lo verá. Comprobará que somos la leche. Que a
poco que recordemos que podemos con todo lo lograremos.
La gente del Mediterráneo somos así. Una
mezcla de trigo, vid y aceite que nadie puede detener.
Mr Trump ¿se ha parado a pensar el flaco favor
que le hace a sus compatriotas con ese tipo de declaraciones poco respetuosas y
humillantes para con mis compatriotas?
Me imagino que no. Le digo esto de buen
talante. Para que piense un poco la próxima vez que dirá en público.
Porque la gente de aquí no dirá que ha
sido usted quien se ha expresado así.
Mi gente dirá que ha sido “un americano,
un yankee” el que lo ha dicho.
Y por fortuna usted no es el exponente
máximo de lo que representan los EEUU y los millones de seres que habitan ese
gran país.
Por razones personales me siento muy
cercana a EEUU. Y con el tiempo he aprendido que los norteamericanos son
personas solidarias, generosas, firmes, solidas, curiosas, inquietas, sensibles
y especiales.
Su país es y ha sido el país de las
oportunidades. Pero no solo de las oportunidades económicas. Sino de las oportunidades
personales.
¿Acaso ha olvidado que cuenta la leyenda
que al pie de la Estatua de la Libertad se puede leer “Envíame a tus pobres”?
¿Acaso olvida que su país es grande
porque su gente es grande de espíritu y corazón?
Su conducta, sus palabras, su forma de
ver la vida, no solo me producen escalofríos y nauseas.
Me produce una tristeza infinita porque
de un solo golpe no solo ha humillado a mi gente y a mi país, simplemente
porque le parecemos prescindibles. De un solo golpe ha herido en lo más
profundo a su gente y su país.
Y le aseguro que su gente, su país no se
merecen una imagen tan triste.
Únicamente merecen gran respeto y afecto.
Le parecerá extraño pero sabe aprendí
ingles, con una profesora de Chicago y si alguien me habla de grandes ciudades del
mundo pienso en las que forman el espíritu americano de costa a costa.
Respeto mucho a todos y cada uno de los
que viven, sueñan y construyen EEUU cada día, de sol a sol.
El resto de los mortales sabemos que lo
que los políticos decidan o hagan no representa en absoluto a las gentes que
son la esencia de un país. Y eso ocurre con los EEUU. Tal vez la política de
sus gobiernos no sea comprendida o compartida. Pero eso no representa al pueblo
de los EEUU. En absoluto.
Como tampoco lo que han hecho los políticos
de mi país, los gestores de esta Piel de Toro representa al pueblo.
Así que Mr. Trump, sinceramente recuerde
antes de expresar sus opiniones lo que dijo un filósofo: Si no puedes mejorar
el silencio calla o traducido "If you aint got nothin nice to say, then don't say anything at all".
Y si viene por aquí, no suba a la torre
más alta. Camine por las vías más concurridas, escuche lo que dice el pueblo.
Verá que no estamos en venta, que seguimos resistiendo la tormenta, que somos grandes, que somos cabezotas, que no nos rendimos, que caemos y nos levantamos y que si, en efecto, somos diferentes. Y ahí reside nuestra grandeza. En que somos el fruto de la evolución de culturas milenarias.
Verá que no estamos en venta, que seguimos resistiendo la tormenta, que somos grandes, que somos cabezotas, que no nos rendimos, que caemos y nos levantamos y que si, en efecto, somos diferentes. Y ahí reside nuestra grandeza. En que somos el fruto de la evolución de culturas milenarias.
Queridos
amigos de los EEUU, God bless all of you, God bless, care, protect and help all
of us!
Es una suerte que los
pueblos no sean el reflejo de los que en teoría les representan.
Y aviso a navegantes,
carroñeros y aprovechados. Este conjunto de seres maravillosos, que habitan La
Piel de Toro no está muerto ni en venta.
Estamos vivos y más que nunca.
Ahora solo falta que nos lo creamos.
Recordad que dijo el
poeta “Caminante no hay camino se hace camino al andar”.
Así que animo y a
caminar, que sentados no conseguiremos nada.
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