Me enamoré de él cuando yo tenía 19 años. Pero como suele pasar él amaba a otra y como suele pasar él tampoco era correspondido.
Aunque
la diferencia de edad entre nosotros es muy importante (él nació en 1897 y yo
en 1965) mi amor no ha hecho sino aumentar y permanece fiel desde el principio.
Desde
el primer momento en que le vi, que le escuché, mi alma quedó prendada de su
persona, de la pasión con la que expresa cada una de sus ideas, de su
vehemencia, su pasión.
En
todos estos años no he logrado comprender porque ella, la mujer objeto de su
amor, no le ama, porque no sabe ver el tesoro que alberga ese maravilloso
corazón, porque únicamente le considera un buen amigo, mientras yo le amo en
silencio y a distancia.
Pero
el amor es así, no tiene término medio. Si amas y te corresponden todo a tu
alrededor desaparece y la vida cobra un nuevo sentido.
Si
amas y no te corresponden, te sientes el ser más desdichado del universo y nada
tiene sentido. Si la sensatez te asiste pondrás distancia entre tu amad@ y tú.
Si no disfrutas de ese momento de lucidez, pasarás la vida esperando
que quien no te corresponde mude sus sentimientos o ya en una salida
desesperada y poco recomendable empeñarás el resto de tu existencia en amarle
como amig@ y como dijo el poeta “beberás veneno por licor suave”.
El
objeto de mi amor nunca alcanzará la dicha junto a ella, no porque no sea
inteligente, agradable, educado, inspirado, atento, amable, culto e ilustrado o
sensible, sino porque es feo, no es hermoso, su rostro no en encaja en las
normas que regulan la idoneidad estética en sociedad.
Es
alto, fuerte, atlético, elegante, pero no es guapo, no es atractivo. Y ya está.
Punto. No hay más que comentar.
Me
enamoré de él por su capacidad de crear espacios mágicos con las palabras, por
su alma de poeta rebelde, por una aparente dureza que en verdad trata de
proteger su ternura, su infinita capacidad de amar, su anhelo de ser amado.
Me
enamoré de él porque somos almas gemelas. Porque le comprendo tanto que me
duele.
Y es
que yo tampoco he encajado nunca en las normas estéticas que dicta la sociedad.
No
soy la única, no soy única. Somos muchos. Durante la niñez algún rasgo algún
pequeño detalle nos hace destacar entre la multitud y a partir de ese momento,
nuestra vida cambia.
Y
por más que nos empeñemos en pasar desapercibidos y en aceptar que las cosas no
serán fáciles para nosotros porque nuestro envoltorio nunca será atractivo,
siempre encontraremos a alguien en nuestro camino que no escatimará esfuerzos
en arruinarnos la vida.
Será
alguien que sí encaja en ese canon de belleza que ha decretado la sociedad y que
por tanto encuentra todas las puertas abiertas. O en su defecto será alguien
que consciente de pertenecer al grupo ni fe@ ni guap@ sino todo lo contrario se
somete voluntariamente a las órdenes de quien triunfa y hace el trabajo sucio,
en lo que se refiere a humillar a los menos “atractivos”.
La
adolescencia es una de las peores etapas de la vida de un ser humano. Ya no
eres un@ niñ@ pero tampoco eres un@ adult@. Te exigen cosas pero no te dan
libertad. Esperan mucho de ti pero no te dicen en que consiste esa gran
esperanza. Tu cuerpo crece, se ensancha, es una revolución hormonal
desesperante, tu voz aparece y desaparece como el Guadiana de forma que en
ocasiones suenas como un pato y en otras como Barry White o Cher.
Al
llegar a la edad adulta se supone que estas preparad@ pero pronto descubres que
no es así.
Y lo
que es peor sigues sin encajar en el mundo, en los parámetros estéticos. Así
que aceptas que no serás la reina de la popularidad y pasas desapercibida.
Dicen
que para los hombres es diferente. Que les va bien en la edad adulta. No
recuerdo lo que fui en otra vida y es evidente que no soy un hombre. Por tanto no
me atreveré a opinar sobre cómo se sienten ellos o cómo les va.
A
estas alturas de la vida, la gente me resulta igualmente maravillosa tenga un físico
envidiable o no. Me enamora una palabra, una voz, una mirada cálida…sí ya sé
que os suena a tópico pero es real. Porque al final del camino, cuando nuestro
cuerpo empieza a fallar, porque forma parte del proceso de la vida, si no hemos
aprendido a ver más allá de la fachada habremos perdido el tiempo. Y aunque
creamos en la reencarnación, nada nos asegura que repetiremos curso.
Así
que si no nos aplicamos desde el principio no apreciamos las oportunidades más
maravillosas que pasan por nuestro lado, nos habremos perdido instantes únicos.
Cuando
nuestro cuerpo se arruga, pierde el brillo y la lozanía, ya no podemos bailar
con tanto ímpetu…sino hemos acumulado suficiente luz en el interior, nada habrá
tenido sentido.
No
todos por la mañana tenemos un aspecto como l@ modelos de las campañas de publicidad.
No todos logramos que nuestro pelo resulte sedoso, atractivo y brillante. No
todos tenemos un cuerpo 10, sea lo que sea eso. No todos tenemos oportunidad de
adquirir productos de belleza para resultar atractivos a cada hora del día y de
la noche.
Teniendo
en cuenta como está cambiando nuestro entorno, el desastre económico con el que
nos enfrentamos, resultaría positivo que nuestros conceptos sobre la belleza
pudiesen cambiar o mejorar.
Cuando
preguntaron a cierto actor que está considerado como un hombre guapo y atractivo que
era para él la belleza, dejó asombrados a los periodistas. Respondió que él era
consciente de que según la sociedad en la que vivimos, es el prototipo de “hombre
guapo” pero que si le pedían que definiese la belleza lo tenía claro. Gerard
Depardieu. Corpulento, con tendencia al sobrepeso, una nariz particular, pero
que desde el primer momento en que se colocaba frente a la cámara o sobre el
escenario, el tiempo se detenía y todo en torno a él empezaba a brillar, a
fluir, a ser hermoso.
Comparto con ese actor la definición de belleza al
emplear a Depardieu.
Lo
bello, lo hermoso, lo especial, lo único varia de un ser humano a otro.
Afortunadamente no somos iguales. Cada un@ de nosotros es distinto, especial,
único.
El
milagro se producirá cuando nos demos una oportunidad y aprendamos a mirar más
allá de la fachada…el interior es mucho más cálido que el exterior,
especialmente en invierno…
Mientras
sigo aprendiendo, continuaré enamorada de él, no importa que sea más mayor que
yo, o que ame a otra…al fin y al cabo estaba enamorado de ella cuando
llegué.
Puede
que algún día le veáis por calle o coincidáis en una biblioteca o un café.
Saludadle de mi parte. Su nombre es difícil de olvidar.
Hércules
Saviniano Cyrano de Bergerac
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