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miércoles, 25 de septiembre de 2013

AMOR CONSTANTE EN EL TIEMPO




Me enamoré de él cuando yo tenía 19 años. Pero como suele pasar él amaba a otra y como suele pasar él tampoco era correspondido.

Aunque la diferencia de edad entre nosotros es muy importante (él nació en 1897 y yo en 1965) mi amor no ha hecho sino aumentar y permanece fiel desde el principio.

Desde el primer momento en que le vi, que le escuché, mi alma quedó prendada de su persona, de la pasión con la que expresa cada una de sus ideas, de su vehemencia, su pasión.

En todos estos años no he logrado comprender porque ella, la mujer objeto de su amor, no le ama, porque no sabe ver el tesoro que alberga ese maravilloso corazón, porque únicamente le considera un buen amigo, mientras yo le amo en silencio y a distancia.

Pero el amor es así, no tiene término medio. Si amas y te corresponden todo a tu alrededor desaparece y la vida cobra un nuevo sentido.

Si amas y no te corresponden, te sientes el ser más desdichado del universo y nada tiene sentido. Si la sensatez te asiste pondrás distancia entre tu amad@ y tú. Si no disfrutas de ese momento de lucidez, pasarás la vida esperando que quien no te corresponde mude sus sentimientos o ya en una salida desesperada y poco recomendable empeñarás el resto de tu existencia en amarle como amig@ y como dijo el poeta “beberás veneno por licor suave”.

El objeto de mi amor nunca alcanzará la dicha junto a ella, no porque no sea inteligente, agradable, educado, inspirado, atento, amable, culto e ilustrado o sensible, sino porque es feo, no es hermoso, su rostro no en encaja en las normas que regulan la idoneidad estética en sociedad.

Es alto, fuerte, atlético, elegante, pero no es guapo, no es atractivo. Y ya está. Punto. No hay más que comentar.

Me enamoré de él por su capacidad de crear espacios mágicos con las palabras, por su alma de poeta rebelde, por una aparente dureza que en verdad trata de proteger su ternura, su infinita capacidad de amar, su anhelo de ser amado.

Me enamoré de él porque somos almas gemelas. Porque le comprendo tanto que me duele.

Y es que yo tampoco he encajado nunca en las normas estéticas que dicta la sociedad.

No soy la única, no soy única. Somos muchos. Durante la niñez algún rasgo algún pequeño detalle nos hace destacar  entre la multitud y a partir de ese momento, nuestra vida cambia.

Y por más que nos empeñemos en pasar desapercibidos y en aceptar que las cosas no serán fáciles para nosotros porque nuestro envoltorio nunca será atractivo, siempre encontraremos a alguien en nuestro camino que no escatimará esfuerzos en arruinarnos la vida.

Será alguien que sí encaja en ese canon de belleza que ha decretado la sociedad y que por tanto encuentra todas las puertas abiertas. O en su defecto será alguien que consciente de pertenecer al grupo ni fe@ ni guap@ sino todo lo contrario se somete voluntariamente a las órdenes de quien triunfa y hace el trabajo sucio, en lo que se refiere a humillar a los menos “atractivos”.

La adolescencia es una de las peores etapas de la vida de un ser humano. Ya no eres un@ niñ@ pero tampoco eres un@ adult@. Te exigen cosas pero no te dan libertad. Esperan mucho de ti pero no te dicen en que consiste esa gran esperanza. Tu cuerpo crece, se ensancha, es una revolución hormonal desesperante, tu voz aparece y desaparece como el Guadiana de forma que en ocasiones suenas como un pato y en otras como Barry White o Cher.

Al llegar a la edad adulta se supone que estas preparad@ pero pronto descubres que no es así.

Y lo que es peor sigues sin encajar en el mundo, en los parámetros estéticos. Así que aceptas que no serás la reina de la popularidad y pasas desapercibida.

Dicen que para los hombres es diferente. Que les va bien en la edad adulta. No recuerdo lo que fui en otra vida y es evidente  que no soy un hombre. Por tanto no me atreveré a opinar sobre cómo se sienten ellos o cómo les va.

A estas alturas de la vida, la gente me resulta igualmente maravillosa tenga un físico envidiable o no. Me enamora una palabra, una voz, una mirada cálida…sí ya sé que os suena a tópico pero es real. Porque al final del camino, cuando nuestro cuerpo empieza a fallar, porque forma parte del proceso de la vida, si no hemos aprendido a ver más allá de la fachada habremos perdido el tiempo. Y aunque creamos en la reencarnación, nada nos asegura que repetiremos curso. 

Así que si no nos aplicamos desde el principio no apreciamos las oportunidades más maravillosas que pasan por nuestro lado, nos habremos perdido instantes únicos.

Cuando nuestro cuerpo se arruga, pierde el brillo y la lozanía, ya no podemos bailar con tanto ímpetu…sino hemos acumulado suficiente luz en el interior, nada habrá tenido sentido.

No todos por la mañana tenemos un aspecto como l@ modelos de las campañas de publicidad. No todos logramos que nuestro pelo resulte sedoso, atractivo y brillante. No todos tenemos un cuerpo 10, sea lo que sea eso. No todos tenemos oportunidad de adquirir productos de belleza para resultar atractivos a cada hora del día y de la noche.

Teniendo en cuenta como está cambiando nuestro entorno, el desastre económico con el que nos enfrentamos, resultaría positivo que nuestros conceptos sobre la belleza pudiesen cambiar o mejorar.

Cuando preguntaron a cierto actor que está considerado como un hombre guapo y atractivo que era para él la belleza, dejó asombrados a los periodistas. Respondió que él era consciente de que según la sociedad en la que vivimos, es el prototipo de “hombre guapo” pero que si le pedían que definiese la belleza lo tenía claro. Gerard Depardieu. Corpulento, con tendencia al sobrepeso, una nariz particular, pero que desde el primer momento en que se colocaba frente a la cámara o sobre el escenario, el tiempo se detenía y todo en torno a él empezaba a brillar, a fluir, a ser hermoso.
Comparto con ese actor la definición de belleza al emplear a Depardieu.

Lo bello, lo hermoso, lo especial, lo único varia de un ser humano a otro. Afortunadamente no somos iguales. Cada un@ de nosotros es distinto, especial, único.

El milagro se producirá cuando nos demos una oportunidad y aprendamos a mirar más allá de la fachada…el interior es mucho más cálido que el exterior, especialmente en invierno…

Mientras sigo aprendiendo, continuaré enamorada de él, no importa que sea más mayor que yo, o que ame a otra…al fin y al cabo estaba enamorado de ella cuando llegué.

Puede que algún día le veáis por calle o coincidáis en una biblioteca o un café. Saludadle de mi parte. Su nombre es difícil de olvidar.

Hércules Saviniano Cyrano de Bergerac

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