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lunes, 23 de septiembre de 2013

MI CRISPACIÓN Y YO


Aunque tengo claro que cuando formas parte de las redes sociales estás en una situación parecida a la de pasar un tiempo en una estancia de cristal, expuesto a quienes se hayan conectado a lo largo y ancho del mundo, también tengo claro que lo mejor es ser cautelosa con lo que muestras, especialmente lo que se refiere a la vida privada a no ser que confíes plenamente en la otra persona.

Y evidentemente tengo claro que nunca gustas a todo el mundo y tampoco debes pretenderlo. Las redes sociales permiten agrupar gente de lugares dispares que probablemente pueden compartir ideas interesantes y enriquecedoras.

Personalmente concibo mi espacio virtual como un lugar de reunión al que todos son bienvenidos y en el que la única normal es la tolerancia y el respeto, no solo conmigo que soy la “anfitriona” sino con el resto de mis invitados que acuden voluntariamente.

No estoy obsesionada con quien me sigue o deja de seguirme así que os puedo asegurar que en ocasiones no recuerdo con detalle los gustos, filias o fobias de quien tiene el detalle de visitarme.

Otra cosa que creo queda clara es que quien entra en mi espacio virtual, sabe de antemano cual es mi forma de pensar, que es lo que me crispa o lo que me alegra…lo sabe perfectamente.

Bueno eso creía hasta hoy al mediodía en que alguien me ha afeado el reenvío del mensaje de otro usuario (RT) al resto de mis invitados y aunque reconozco que el mensaje era un tanto “grueso” reflejaba mi crispación en ese instante.
El motivo de mi crispación, que es siempre el mismo, hoy ha logrado que mi tensión arterial alcanzase límites inusualmente elevados si exceptuamos claro está la intervención la semana pasada de un antiguo personaje de la escena política que ahora en medio de la tormenta que estamos viviendo ha sacado pecho, olvidando sus errores del pasado.

El motivo de mi crispación que vive permanentemente en los platós de televisión, haría que el Santo Job abandonase su paciente aceptación de las pruebas enviadas por Yahve y le propinaría un capón como mínimo por la cantidad de frases prestadas por otros y adoptadas por él gustosamente que lanza al mundo distorsionando la realidad y lo peor sin aportar nada nuevo, nada positivo, nada constructivo a los debates.

No importa quienes sean sus interlocutores, él motivo de mis crispaciones rebatirá con ardor cada coma del discurso de los contrarios incluso si los contrarios son expertos en economía o diputados en activo o sexadores de pollos…él sabe de todo…economía, política (por experiencia propia), defensa, industria, como sexar un pollo, como cocinar un gamusino…de todo…tiene amigos en todas partes (dice)…

Hoy se ha descolgado con el discurso habitual sobre las maldades de la Segunda República y a partir de ahí ha desatado la furia habitual en las redes sociales, especialmente por parte de los que estamos seguros de muy pocas cosas excepto de que el revisionismo extremo sobre la historia del siglo XX ha logrado que ya nadie comprenda nada, que las cosas no son como las cuentan y que no se trata de que negar las evidencias que forman parte de archivos de antiguas potencias extranjeras que en su día destacaron a agentes que informaban puntualmente del juego político desarrollado en España.

El objeto de mis crispaciones está convencido de que solo él conoce la verdad… solo él puede hablar de lo que sabe e incluso de lo que desconoce.

En fin, que andaba yo lanzando mi frustración a la red, cuando uno de mis invitados me ha enviado un mensaje diciendo que no le ha gustado nada en absoluto el reenvío que he hecho del mensaje de otro usuario poniendo con palabras poco elegantes y amables de vuelta y media al objeto de mi crispación.

He estado a punto de responder a mi invitado. Pero he preferido no hacerlo. No me gustan los conflictos. No me tengo por cobarde pero no me gusta decir nada con la sangre en estado de ebullición.

Ahora más templada, más tranquila, tras reflexionar, me alegro de no haber respondido.

Lamento mucho que mi invitado y yo hayamos descubierto de forma tan traumática que no tenemos nada en común. Lo lamento profundamente porque me gusta aprender de todo el mundo.

Pero lo que no me gusta es que en mi propio espacio me digan que hacer y qué no. No me gusta.

Me encanta la gente divertida, la gente amable, la gente que me aporta cosas nuevas un debate sano. No lo sé todo por suerte y por ello estoy abierta a nuevas ideas que puedo compartir o no, pero que forman parte de la realidad.

Lo que no me gusta es este estado de intolerancia al que hemos llegado. Estoy cansada. Desde que nací he aprendido a vivir entre dos mundos, en la cuerda floja. Y eso cansa.

Ahora me encuentro en un punto en el que debo reconciliarme con mi propia alma. Y por ello no me gusta que me crispen…soy así de especial y rarita.

El objeto de mi crispación forma parte del sector que siempre sabe lo que nos conviene a los demás, que si piensas distinto eres poco menos que una traidora, que tiene la verdad absoluta…forma parte de un sector del país del que llevo años huyendo porque me crispa, porque no me gusta, porque no me aporta nada y porque verbal e ideológicamente emplea una violencia y una falta de racionalidad que sinceramente no me apetece soportar más.

Soy ciudadana del mundo, tolerante (eso creo), cabezona (prefiero decir que soy tenaz), vehemente…pero ante todo honesta (espero) …me ha costado mucho llegar hasta aquí, no imagináis cuanto, este verano estuve a punto de tirar la toalla porque algunos fantasmas aparecieron con fuerza y me dejaron sin argumentos o aliento pero alguien a quien admiro muchísimo me devolvió a la lucha.

Y ante todo soy libre, una ciudadana libre…lamento muchísimo que alguien se tome algo así como ofensa personal …pero no pienso matizar una sola coma de mi opinión…puesto que si el objeto de mi crispación insiste en ofender la armonía universal, la verdad absoluta y la decencia y la moral, seguiré crispándome.

Gracias por la paciencia…hoy no he aportado nada…bueno si es que alguna vez lo hago…gracias por todo.

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