Aunque tengo claro que cuando formas parte
de las redes sociales estás en una situación parecida a la de pasar un tiempo
en una estancia de cristal, expuesto a quienes se hayan conectado a lo largo y
ancho del mundo, también tengo claro que lo mejor es ser cautelosa con lo que
muestras, especialmente lo que se refiere a la vida privada a no ser que confíes plenamente en la otra persona.
Y evidentemente tengo claro que nunca
gustas a todo el mundo y tampoco debes pretenderlo. Las redes sociales permiten
agrupar gente de lugares dispares que probablemente pueden compartir ideas
interesantes y enriquecedoras.
Personalmente concibo mi espacio virtual
como un lugar de reunión al que todos son bienvenidos y en el que la única
normal es la tolerancia y el respeto, no solo conmigo que soy la “anfitriona”
sino con el resto de mis invitados que acuden voluntariamente.
No estoy obsesionada con quien me sigue o
deja de seguirme así que os puedo asegurar que en ocasiones no recuerdo con
detalle los gustos, filias o fobias de quien tiene el detalle de visitarme.
Otra cosa que creo queda clara es que
quien entra en mi espacio virtual, sabe de antemano cual es mi forma de pensar,
que es lo que me crispa o lo que me alegra…lo sabe perfectamente.
Bueno eso creía hasta hoy al mediodía en
que alguien me ha afeado el reenvío del mensaje de otro usuario (RT) al resto de mis invitados y aunque
reconozco que el mensaje era un tanto “grueso” reflejaba mi crispación en ese
instante.
El motivo de mi crispación, que es
siempre el mismo, hoy ha logrado que mi tensión arterial alcanzase límites inusualmente
elevados si exceptuamos claro está la intervención la semana pasada de un antiguo
personaje de la escena política que ahora en medio de la tormenta que estamos
viviendo ha sacado pecho, olvidando sus errores del pasado.
El motivo de mi crispación que vive
permanentemente en los platós de televisión, haría que el Santo Job abandonase
su paciente aceptación de las pruebas enviadas por Yahve y le propinaría un
capón como mínimo por la cantidad de frases prestadas por otros y adoptadas por
él gustosamente que lanza al mundo distorsionando la realidad y lo peor sin
aportar nada nuevo, nada positivo, nada constructivo a los debates.
No importa quienes sean sus
interlocutores, él motivo de mis crispaciones rebatirá con ardor cada coma del
discurso de los contrarios incluso si los contrarios son expertos en economía o
diputados en activo o sexadores de pollos…él sabe de todo…economía, política
(por experiencia propia), defensa, industria, como sexar un pollo, como cocinar
un gamusino…de todo…tiene amigos en todas partes (dice)…
Hoy se ha descolgado con el discurso
habitual sobre las maldades de la Segunda República y a partir de ahí ha
desatado la furia habitual en las redes sociales, especialmente por parte de los
que estamos seguros de muy pocas cosas excepto de que el revisionismo extremo
sobre la historia del siglo XX ha logrado que ya nadie comprenda nada, que las cosas
no son como las cuentan y que no se trata de que negar las evidencias que
forman parte de archivos de antiguas potencias extranjeras que en su día
destacaron a agentes que informaban puntualmente del juego político
desarrollado en España.
El objeto de mis crispaciones está
convencido de que solo él conoce la verdad… solo él puede hablar de lo que sabe
e incluso de lo que desconoce.
En fin, que andaba yo lanzando mi frustración
a la red, cuando uno de mis invitados me ha enviado un mensaje diciendo que no
le ha gustado nada en absoluto el reenvío que he hecho del mensaje de otro
usuario poniendo con palabras poco elegantes y amables de vuelta y media al
objeto de mi crispación.
He estado a punto de responder a mi
invitado. Pero he preferido no hacerlo. No me gustan los conflictos. No me
tengo por cobarde pero no me gusta decir nada con la sangre en estado de
ebullición.
Ahora más templada, más tranquila, tras
reflexionar, me alegro de no haber respondido.
Lamento mucho que mi invitado y yo
hayamos descubierto de forma tan traumática que no tenemos nada en común. Lo
lamento profundamente porque me gusta aprender de todo el mundo.
Pero lo que no me gusta es que en mi
propio espacio me digan que hacer y qué no. No me gusta.
Me encanta la gente divertida, la gente
amable, la gente que me aporta cosas nuevas un debate sano. No lo sé todo por
suerte y por ello estoy abierta a nuevas ideas que puedo compartir o no, pero que
forman parte de la realidad.
Lo que no me gusta es este estado de
intolerancia al que hemos llegado. Estoy cansada. Desde que nací he aprendido a
vivir entre dos mundos, en la cuerda floja. Y eso cansa.
Ahora me encuentro en un punto en el que
debo reconciliarme con mi propia alma. Y por ello no me gusta que me crispen…soy
así de especial y rarita.
El objeto de mi crispación forma parte del
sector que siempre sabe lo que nos conviene a los demás, que si piensas
distinto eres poco menos que una traidora, que tiene la verdad absoluta…forma
parte de un sector del país del que llevo años huyendo porque me crispa, porque
no me gusta, porque no me aporta nada y porque verbal e ideológicamente emplea
una violencia y una falta de racionalidad que sinceramente no me apetece
soportar más.
Soy ciudadana del mundo, tolerante (eso
creo), cabezona (prefiero decir que soy tenaz), vehemente…pero ante todo
honesta (espero) …me ha costado mucho llegar hasta aquí, no imagináis cuanto,
este verano estuve a punto de tirar la toalla porque algunos fantasmas
aparecieron con fuerza y me dejaron sin argumentos o aliento pero alguien a quien admiro muchísimo me devolvió a la lucha.
Y ante todo soy libre, una ciudadana
libre…lamento muchísimo que alguien se tome algo así como ofensa personal …pero no pienso
matizar una sola coma de mi opinión…puesto que si el objeto de mi crispación
insiste en ofender la armonía universal, la verdad absoluta y la decencia y la
moral, seguiré crispándome.
Gracias por la paciencia…hoy no he
aportado nada…bueno si es que alguna vez lo hago…gracias por todo.
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