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jueves, 10 de octubre de 2013

LA REALIDAD SUPERA A LA FICCIÓN




 


Cada vez que tengo la sensación de que el las cadenas de televisión y plataformas de información en general han encontrado el límite que les ayude a ver la diferencia entre lo correcto de lo que genera polémica o directamente la náusea, me doy cuenta de que nunca encontrarán ese límite sino que en caso de encontrarlo, lo traspasaran en base a la libertad de expresión y la necesidad de que el público sepa.

La conductora del programa, que igual te cuenta la acción de FEMEN en el Congreso de los diputados, el aumento del paro, el copago de los medicamentos o lo mal que lo pasa la familia Borbón ante los ataques de la prensa malvada, que te presenta la nueva entrega de una producción de la misma cadena, versada sobre reportajes que narran las historias de españoles y españolas que cumplen condenas por delitos diversos en cárceles extranjeras.

Que un medio de comunicación nos obligue a abrir los ojos ante este y otros temas que ignoramos hasta que nos toca de cerca, que una producción de este tipo permita a algunas familias conocer el paradero de aquellos y aquellas que creían desaparecidos, que se ponga sobre la mesa la inoperancia de un órgano tan importante como el Ministerio de Asuntos Exteriores, es positivo.

Pero lo que resulta terrible es escuchar la promoción del reportaje de la noche de hoy.
La conductora presenta a la realizadora del reportaje y le da paso para que cuente algo relacionado con la entrega de la semana anterior.

La realizadora nos habla de lo que sucede con uno de los entrevistados que cumplía en una cárcel de Perú por tráfico de drogas. Hace 12 días que su madre, la madre del detenido, no tiene noticias del joven.
Tras contarnos este tema y dejarnos con el corazón helado, la conductora pregunta sobre el programa de esta semana y la realizadora nos cuenta que es una entrega muy interesante “porque trata de tres españoles rodeados de asesinos, psicópatas y demás”. La respuesta de la conductora es “que no me lo perderé y espero que ustedes tampoco”.


 
Pues lo siento pero me lo perderé. Porque últimamente me encuentro en un estado emocional, no sé si será por la edad o la sensibilidad, que las noticias, las imágenes y los sonidos que me demuestran que los humanos involucionamos a velocidad incalculable me producen una angustia tan inmensa que no puedo conciliar el sueño en días.

Este tipo de programas que empezaron a gestarse en la televisión pública (España en Directo…) son positivos en un 2% y nefastos en un 98% (siempre bajo mi humilde punto de vista profesional personal).

Si la idea inicial fuese exponer injusticias y problemas graves, o errores de la administración pública y días o semanas más tarde contar que se ha encontrado una solución o que el problema está en vías de solucionarse estas producciones resultarían útiles.

Pero hablar de desgracias ajenas, tratar temas delicados como violencia de género, asesinatos, homicidios, miseria económica y demás sin proponer soluciones no me parece positivo, sino lamentable y digno de análisis.

Criticamos programas veteranos que hurgan en la basura de famosos, famosillos, famosetes y demás gentes de mal vivir y peor soportar y nos sirven divorcios, adulterios, infidelidades, abortos y demás miserias aderezados con un aliño de presunta profesionalidad informativa.

Pero estos programas, que se retroalimentan con las miserias de sus criaturas y colaboradores, que hoy entrevistan y mañana son entrevistados no engañan a nadie.

Nunca hablarán de la concesión de los Premios Nobel, ni ofrecerán una exposición didáctica sobre la trascendencia del Boson de Higgins (que a me sigue sonando a Frodo Bolson y el Golum) para que el resto de los mortales comprendamos esta teoría que dicen nos acerca más al momento en que todo comenzó, el momento en el que el Universo empezó a convulsionarse.

Estos programas, llamados contenedores, programas basura y demás, son honestos porque no pretenden aparentar ser lo que no son.

Pero los espacios que nos cuentan cuan miserables son las vidas de algunos de nuestros semejantes bajo la pretendida apariencia de denuncia social seria, resultan altamente tóxicos.

Hace un par de semanas una conocida profesora de Periodismo anunciaba que se retiraba de la docencia tras percatarse de que algunos de sus alumnos y algunas de sus alumnas eran responsables de la información que se ofrece sobre casos como el de la muerte de la joven gallega, Asunta.

La profesora se negaba a ser responsable de formar a futuros profesionales que dedicarían su tiempo a hablar de temas delicados y dramáticos con tan poco respeto.
La decisión de la docente es comprensible y respetable pero llega tarde. Muy tarde.

El año pasado hablábamos de lo insultante que resultaba un reality sobre familias españolas que vivían aventuras de dudoso interés en África o Asia, junto a tribus estructuradas socialmente con unos valores distintos a los nuestros.

Añoro el viejo programa Tómbola. No engañó a nadie. Y era lo más parecido a los espectáculos que disfrutaban los ciudadanos en el coliseo.

Sinceramente, me perderé el espacio sobre las vidas carcelarias, el reality de Olvido Gara y su esposo o productos similares.

Es que no tengo el alma para dramas ni el cuerpo para que se quede al bies tras una exposición excesiva a radiaciones pseudointelectuales, que ríete tú de Palomares y la bomba.

Prefiero dedicar mi tiempo a estudiar el bello arte del crimen perfecto de la mano de maestras y maestros de gran reputación.

 
Resultan terapéuticos y al fin y al cabo cuando cierras el libro la maldad y la ponzoña se reducen a una ficción que a veces eso sí, supera a la realidad.







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